FestiBar 2018: Resumen y desmesura



Este blog nació en un bar, el Panorama Pub. Nació con otro nombre y con otra intención. No sé muy bien cómo no murió entonces. Porque renació. Y lo hizo en otro bar, el Tubo. Un día estaba allí dentro y me dije a mí mismo: o hago algo con esto o empiezo de nuevo. Siempre quise escribir un fanzine, pero me pilló por medio esta época del 2.0. Le cambié el nombre, abandoné el proyecto colectivo con el que nació, y me puse a escribir sin ton ni son. Sin ton ni son, sí. Cuento todo esto porque aquel blog original nació en 2008. Es decir, en octubre hará diez años. Una fecha redonda, ideal para celebraciones sacadas de contexto, aparatosas. Mi plan es no hacer nada, claro, porque creo en lo que me dijo Hendrik Röver sobre celebrar los 30 años de Los DelTonos: "¿Tú has visto alguna vez a un fontanero celebrando sus treinta años arreglando grifos? Pues lo mismo."  

El cambio de espíritu, estilo y nombre en el blog se produjo el 3 de agosto de 2011. Aquel día anuncié el fin de la anterior etapa. Mi primera crónica la escribí pocos días después, y hablé de un concierto de Atom Rhumba en el Kafe Antzokia. Hay, por ahí, una entrada de hace seis años, del 17 de julio de 2012, que se titula "Música en los bares". Resistía el Victoria, donde pasamos casi acampados aquellas fiestas. Mencionábamos a El Cuervo, El Tubo y el Rock eta Golak. En cierta manera, aquello fue el nacimiento del FestiBar. Esto de la música en directo en los bares, tabernas, tugurios y merenderos no se inventó ayer, lo sé. A bote pronto, ya me acuerdo de ver a Andrés, de Los Retumbes, con sus grupos primerizos en la entonces bodega Riojana. Y Txozas en el Morris, cuando yo era casi un niño. Los conciertos del Mellid original, en el Mendigo de antes, la Katrena, el Edaska, yo qué sé. 

No pretendo hacer ahora historia. De hecho, yo lo que cuento aquí es cómo los hosteleros, las bandas, y el público que acude, todos a una están haciendo historia ahora mismo, en este preciso momento. Sí, no exagero, historia. La historia, a mi parecer, se escribe en minúscula y es la memoria de la gente que vivió y, en este caso, bailó. Nadie duda de que la música es cultura, pero alguno desconfía y hace categorías. Esta música en directo, repleta de acordes fallados y acoples repetidos, en ocasiones, también es cultura, tan rica como el mineral que salía de nuestras montañas. Si la historia la escribe la gente que vive y, en este caso, baila, la cultura es su obra, lo que hicieron mientras iban escribiendo esa historia: cómo somos, quiénes somos, qué nos compunge, qué anhelamos, qué celebramos. Todo escrito, pintado, dramatizado, cantado o cómo quieras con nuestras pequeñas voces y nuestras experiencias ridículas que, en realidad, tienen más de hazaña que aquellas que inmortalizaron a los héroes en las enciclopedias. He dicho: me quedo con estos héroes y heroínas.

El año pasado lo llamábamos FestiBal. Ya se había oído por ahí lo de FestiBar, que creo que fue una ocurrencia de un amigo de Raúl Luceño en un comentario perdido en la noche de los comentarios digitales. Ya el año pasado, intentamos cubrir, hasta donde pudimos, la colección de conciertos en bares que inundó las fiestas patronales. Creo que, en total, fueron quince conciertos a los que asistimos y luego lo contamos aquí. Este año, hemos hecho menos incluso: doce. Nos hemos perdido más de treinta. En alguna ocasión, dolió elegir. Pero, más allá de todo eso y de nuestro ego, lo que importa es que el FestiBar se muestra sólido y acogido por la gente. Y todo gracias al trabajo de los hosteleros, pero también de gente que lo promociona, amplifica el boca a boca, diseña carteles y contribuye a que todo esto haya tomado forma de proyecto conjunto y colectivo que, en realidad, curiosamente, no lo ha sido. 

Ha sido esta una edición del FestiBar, dejadme que dé mi opinión, con una calidad musical sorprendente y prometedora. En algo más de siete días, hemos visto pasar por los bares del pueblo a bandas que han dejado patente que no hace falta ir muy lejos para encontrar talento y compromiso. Además, de diferentes palos: blues (Lomoken Hoboken, River Oaks District, Southern Lights), rock (Pomeray, Shöck), americana (Northagirres), glam (TurboFuckers), rap (XPresidenteX), punk (Penadas por la ley, Desorden)... No somos muy amigos de las etiquetas, en realidad, todo es música, todo es directo, todo tiene el fundamento de la comunión, la cercanía y la celebración, de la reivindicación también. Algún día igual me pongo ya serio y defino todo esto como procede. Por ahora, seguimos con la letanía. 

En cualquier caso, y siendo sincero, una de las cosas que más se ha agradecido en estas fiestas ha sido la sensación de comunidad, mejor o peor avenida, no nos pongamos ahora moñas y edulcorados. A mí me ha llegado a la patata, que decía el otro, ver a la peña de Bilbao cogiendo el metro para venir al extrarradio y quedarse después atrapados en el ambiente del pueblo. A los de Portu mirando el horario de los trenes para volver a casa. La gente iba del Cuervo al Mendigo, del Mendigo al Tubo y de ahí al Panorama o al Basterra como pájaros en bandada, y, en muchas ocasiones, las bandas andaban mezcladas por ahí, en alegre conversación en las puertas de los bares, añadiéndose a las rondas, regalando cedés, contando planes de futuro y hasta chistes malos. Eso es impagable, esa sensación de tercer tiempo. Por mi parte, gracias a la peña de Negracalavera, TurboFuckers, Desorden, Pomeray, Northagirres y Los Retumbes, por los momentos de conversación antes y después de que sudaran; con algunos, incluso días después. En este contexto, quizás el ejemplo más claro vino precedido de la desgracia: una guantada bien dada y una botella de agua escurridiza tuvieron la culpa. Las lesiones en la mano de David "Kalbo" al resistirse a ser atracado cuando volvía a casa con la caja de la noche obligaron a cancelar el concierto de Putakaska, en una ocasión que pintaba histórica y que lo fue, pero podría haberlo sido más. El redoble y doble tirabuzón vino cuando a esta noticia se le unía, corriendo como la pólvora por los móviles y las conversaciones a pie de calle, que Rioja, cantante de los Paniks, había sufrido un accidente de tráfico y se suspendía también el bolo de los Paniks (el mejor que han dado hasta ahora en toda su puta carrera, por cierto, y del que, por ello, no hice crónica). La reacción de la gente, con expresiones de cariño y preocupación, dejan bien claro lo que ha sido la música por estas latitudes: no son solo acordes y estrofas, es pertenencia, identidad. No es algo nuevo, ha sido así desde los ochenta, desde finales de los setenta. Y sin querer ponernos idealistas, que eso pica y siempre lleva a error, yo celebro que las fiestas se vieran igualmente magnificadas por esa sensación de comunión y empatía. Solo un pero, que lo hablé por allí con otras personas: Barakaldo necesita que aparezca una nueva generación. Portu y el Matadero dan mucha envidia. 

Dicho todo esto, vayamos con lo que suelo hacer en esta entrada, ya habitual al finalizar los Cármenes. Felicitemos, resumamos, y recojamos el chiringuito. Por una parte, me excuso ante los bares y bandas a cuyos conciertos y propuestas no pude asistir y darles eco aquí. En algunas ocasiones, como ya he dicho antes, dolió perdérselos: Sweaty Lovers, Capitán Elefante, Ciudad Rayada, Lomoken Hoboken... Jodió mucho tener que elegir y no poder asistir al concierto de Penadas por la ley y leer días después que los Kodigo Penal decían adiós sin haber podido verlos nunca en directo. Por una u otra razón, siempre se nos han escapado, y después de leer el comunicado, nos jodió más aún no haber estado en la Taberna Argalario. Por la otra parte, gracias, de nuevo, infinitas, a todos los hosteleros que han apostado su dinero y esfuerzo para que después nosotros podamos venir aquí a montarnos películas. Vamos a renunciar este año a vanagloriar una vez más el trabajo de Kalbo y Patxeko en el Tubo por dos razones: una, porque es algo que ya sabe todo el mundo, que El Tubo es un templo y ellos dos faraones o algo así, y, por otra, porque este año queremos darle lo que se merece a Limo y su plantilla, que se lanzaron a la aventura del doble formato, haciendo conciertos en dos garitos a la vez, y, por mucho que uno esté a la vuelta de la esquina del otro, hay que ponerse de rodillas ante ellos. Más aún, cuando la mandanga que nos han traído ha sido de la buena. Y lo que está por venir. También queríamos guardar fuerzas para aplaudir el empeño de Edurne en la Riojana Rock. Su compromiso con la música en directo y el rock local es mayúsculo y lleva tiempo saltando obstáculos y perseverando por mucho que sigan apareciendo trabas. Además, este año, voy a hacer algo que me da repelús: ponerme más personal y agradecerle, sobre todo, el esfuerzo a mi familia por permitirme sobrevivir a esta semana y hacer lo que he venido haciendo estos días. Dejadme que os diga que nada de esto sería posible sin la paciencia de ellos y sin que juntos hayamos sabido superar las ostias que nos da la vida para seguir yendo a conciertos y luego venir a contarlo aquí, de manera gratuita y por amor al arte. Isa es el secreto, el mejor guardado. Y también la buena compañía, con mención especial para el señor Bustinza. Y, claro, esa niña sonriente de tres años que ya sabe hacer cuernos con los dedos de su mano y que ha aguantado estoica mis resacas musicales y faltas de sueño durante ocho días, que a la mañana siguiente no era capaz de empujar el columpio con el mismo garbo. Gracias a todos ellos por soportar mis ausencias, que esto cuesta, y más aún si falla la banda ancha, si no me conecta el wifi en las cafeterías, si mi cabeza no da para más y si siempre dudo y reniego de lo que escribo.

Quién me iba a decir a mí hace diez años, cuando empecé a escribir aquí, que alguno acabaría por colgarme el sambenito de "cronista residente de El Tubo". Quién me iba a decir que iba a poder ver a peña en los bares abriendo el Fiasco Fiasco en su móvil para echarle un vistazo al cartel del FestiBar y elegir el próximo concierto al que ir. Quién me iba a decir a mí que Kapi Guarrotxena me iba a presentar a Ainhoa porque le mola lo que escribo en mi blog. Si me lo hubieran contado entonces, me habría reído de ellos a la jeta. Quién me iba a decir que gente cuyos nombres he escrito en este blog iban a convertirse casi en hermanos, a los que echas de menos al día siguiente, con los que te une algo más que la soba de la noche y las corrientes eléctricas de los bafles. Quién me iba a decir a mí que aquel crío que veía desde los barrotes del muro el concierto de Yo Soy Julio César cuando apenas tenía una docena de años, que grababa las maquetas de Mentes Enfermas o que pedía que le serigrafiaran la portada del Vivo Vacilando en su camiseta iba a acabar ahora escribiendo estas largas y lacrimógenas entradas. Quién me lo iba a decir. Os voy a decir yo una cosa, y que no se repita, que no me gusta mucho hablar de esto aquí. Hace poco, estuve en un congreso sobre música y cultura punk en Oporto, Portugal. Gente de todos los sitios y lugares del mundo hablando de punk en distintos idiomas y sobre gente que venía de lugares tan dispares como Finlandia, Medellín, Alemania, Madrid, Estados Unidos o Pekín. Y allí, entre todos ellos, yo, reclamando un espacio para la estrecha margen izquierda del Nervión, poniendo en la pantalla algunos nombres que habéis leído hoy aquí, diciéndole a la academia: estos también, estos también merecen vuestra atención. Después de soltar mi chapa en aquel pequeño hemiciclo, que te quedas como vacío y el hueco lo llenan remordimientos, repasas las cagadas que hiciste con el inglés, las cosas que dijeron otros, las carencias de tu trabajo, iba yo caminando de vuelta al centro, fumando un cigarrillo con ganas de llegar a la terraza donde me esperaban mis chicas, cuando me acordé de mi padre. Cuando estaba ya enfermo y yo seguía con mis largas noches de voltereta, creyéndome que algún día sería el Bukowski del barrio o algo así, solía esconderme detrás de una esquina y esperar hasta que le veía pasar de madrugada, camino del garaje y de su turno de mañana en la Babcock & Wilcox, con el almuerzo en una bolsa de plástico y sus pensamientos en silencio, guardados en la cabeza. Un día, no me pude resistir y salí de la esquina, hice como que venía de la estación y me tropezaba con él. Sin prolegómenos, mirándome a los ojos, me dijo con una voz dulce que me desarmó por completo: "Más vale que algún día saques algo en claro de todo esto, porque lo tienes dentro, y algún día lo sacarás." Enfiló el callejón del garaje y le oí decir: "Ve para casa y que no te vea tu madre." Pues, viejo, no sabes cómo te echo de menos, aquí tienes: diez años ya y he hecho todo lo que he podido. Viva el FestiBar, va por ti y por todos los demás. 

Comentarios

Joseba M. ha dicho que…
Ya somos varios los que, como diría mi adorable Blanki, utilizamos el «correveydile» para propagar la noticia de tus reseñas que, a más de divertidas y sesudas, han conseguido que seas ubicuo... Sólo te falta una dulce barba para ser Dios... Gracias, H.
Holden Fiasco ha dicho que…
Gracias, tío. Sabes que lo de la barba está jodido. Antes me dejó tupé
Unknown ha dicho que…
Muy bueno.