Fiasco Review!: Soul Flowers of Titan de Barrence Whitfield & The Savages



Por aquí, no nos prodigamos mucho con la música internacional. Al menos, en esta sección. En realidad, últimamente, no nos prodigamos (sí, a mí también me cuesta pronunciarlo) a secas. Pero aquí estamos de vuelta, tozudos y felices, y volvemos con ganas de romper los hábitos de este blog. Normalmente, no nos mojamos y evitamos eso de me gusta, no me gusta. Esta vez, no. Vamos a dejarnos llevar. De verdad, voy a ser categórico. Volvemos y vamos a empezar soltando una sentencia exagerada (pero sentida) y valorativa: si este disco no recibe ya el título de lo mejor del año será porque vamos a ser muy afortunados disfrutando lo que le supere.

Lo tenéis en la foto y en el título, lo sé, pero vamos a repetirlo, que eso sí que es costumbre en este blog: Soul Flowers of Titan de Barrence Whitfield & The Savages. El disco lo ha publicado la casa del country alternativo en Chicago, Bloodshot, hace unos meses. Fue grabado en Cincinnati, ciudad natal del productor, Peter Greenberg, de quien volveremos a hablar más tarde porque también es guitarrista en las canciones de este álbum, algunas de las cuales ha compuesto él mismo. 

Lo sé, no descubrimos nada. Barrence Whitfield & The Savages empezaron en esto de la música allá por la década de los 80, después de que Greenberg y Whitfield, Whitfield y Greenberg se conocieran en la tienda de discos donde trabajaban. Dice la leyenda que Greenberg invitó a comer chili a Whitfield y así nació una banda que se ganó el prestigio a base de rock and roll y un directo poderoso. Uno aportaba su voz, enérgica y energética. Whitfield arrollaba sobre el escenario y engordaba la sustancia de las canciones. Greenberg contribuía con su guitarra. Ex componente de los DMZ, donde coincidió con su amigo del instituto Mike Lewis (Yo la Tengo, The A-Bones, Lyres...), Greenberg fundó a los reivindicados The Customs, y, tras abandonar otra vez Cincinnati y volver de nuevo a Boston pasó por los Lyres, y acabaría fundando los Savages. Tras más de veinte años de descanso, la banda se reunió en 2010 y un año más tarde publicaron Savage Kings con Munster Records. Con Whitfield en las voces, Greenberg sigue en las guitarras; igual que Phil "Mr Tenacious" Lenker es el bajista titular y Andy Jody sigue a cargo de las baquetas. Hasta ahora, Tom Quartulli tocaba el saxofón, pero en los créditos de Soul Flowers of Titan Brian Olive aparece como nuevo componente de los Savages, encargándose de ese mismo instrumento y de los teclados. En el disco, también aparecen acreditados Michael "Mad Dog" Mavridoglou a la trompeta y Beth Harris en las voces. 

Entre todos ellos, grabaron y publicaron en marzo el disco al que hemos convertido ya, casi desde la primera escucha, en parte fundamental de nuestra dieta espiritual. Un disco donde mezclan garage de los 60, rock and roll de los 50, remates punk, funk en los vientos, soul, blues, algo de rockabilly aullador, contorsionismo vocal, trompetas, bajos con ritmo y, sobre todo, energía, pura vitalidad. Y es que todas las canciones tienen esa fuerza connatural que la buena música produce de manera limpia y efectiva para electrificarte las caderas y el alma; la magia que altera por completo la apatía congénita. Con un sonido atildado pero espontáneo, repleto de guitarras, ululatos, vientos percutiendo y detalles reveladores, se han currado un álbum de doce canciones (trece si te pillas el vinilo) que hipnotizan desde la primera escucha y producen una reacción somática, física: como si te estuviera entrando hambre, excitación, nostalgia y euforia al mismo tiempo. 

Y eso lo han conseguido a base de riffs de guitarra que dialogan con la voz histriónica y magnética de Whitfield. Lo han conseguido con una sección de vientos repleta de protagonismo e impacto. Gracias a buenas canciones con líneas de bajo poderosas y teclados oportunos. Lo han logrado aprovechando la mezcla de géneros y, sobre todo, gracias a la autenticidad y naturalidad con la que todo ello ha quedado embalado en canciones que apenas duran tres minutos pero se quedan bastante más tiempo en el paladar y en el hipocampo.

"Slowly Losing My Mind" abre el disco presentando todo lo que va a sostenerlo en el resto de canciones: un riff de guitarra hipnótico, vientos intensos y un Barrence Whitfield desgañitándose por una mujer que le está llevado a la ruina. Hay un solo de trompeta que no detiene el ritmo de una canción arrolladora que ya escribieron y cantaron hace tiempo Willy Wright & His Sparkles. De esa misma banda, hay otra versión en el disco: "I'm Gonna Leave You". El bajo se hace con ésta mientras Barrence Whitfield reclama atención para hablar de amor y desamor, en un tono más soulero y cerrada con un buen arrebato final. No son las únicas versiones, porque de los Midnighters de Hank Ballard aprovechan una "I'll Be Home Someday" de ritmo más sostenido, donde las notas se estiran, las progresiones se alargan, la guitarra se lamenta y la trompeta de fondo parece apelmazar la distancia y el desconsuelo del que habla la letra. También se acercan a Finley Brown y su "I Can't Get No Ride", de nuevo con el bajo en primer término, acompañado del órgano, la voz de Beth Harris tamizándolo todo de fondo, los berridos elocuentes de Whitfield y un estribillo marcado que parecen repetir como si quisieran redimir o propagar el mensaje de la letra, una letra que se aleja del tema recurrente y universal para hablar con más abstracción sobre una disposición entusiasta hacia la vida, incluyendo la misma metáfora, la del sol y su luz, que también utiliza en "Sunshine Don't Make the Sun", el cuarto corte del disco, donde las trompetas traen claroscuros y el órgano proporciona un subidón inesperado en una canción maciza y llana. No es una versión, pero dicen que la séptima del lote es un homenaje a Sun Ra: "Let's Go to Mars". Al parecer, Greenberg y Lenker la compusieron después de ver un documental sobre el músico de jazz. No hay mucho de él en la canción, ni en el disco, más allá de los teclados y las referencias cósmicas. Ya lo dijo el de Alabama: "Space Is the Place". Whitfield invita a su amada a viajar con él a Marte si lo que quiere es hacer algo distinto y exótico. Es una canción cantada en diálogo, con más invitados incluso, porque la guitarra y los teclados parecen alzarse como personajes y entablar conversación entre ellos. El mismo recurso conversador lo utilizan en la impetuoso "Edie Please", rock and roll clásico de los años cincuenta con mucha guitarra y un Whitfield desatado, con la voz desgarrada. El mismo ímpetu, pero más sugerente y venéreo, se imprime en la letra de "Tingling", una canción de ritmo más pesado, donde Whitfield habla del hormigueo que le produce una mujer, mientras la guitarra reposa cada línea y espera el apogeo que traerán los teclados. Esos mismos teclados, un órgano esponjoso, se convierten en protagonista principal de la última del disco, si no tienes el bonus extra del vinilo ("Dream of June", que no hemos escuchado). "Say What You Want", escrita y compuesta por Brian Olive, es una balada en la que Barrence Whitfield recuerda al Captain Beefheart de "Click Clack" pero con más intensidad y gravedad.

Quedan tres canciones para completar el lote, y las hemos elegido porque prometimos romper las saludables costumbres de este blog, y, en esta ocasión, vamos a elegir hasta favoritas. "Tall, Black and Bitter" ejerce de extraño pero lucido rockabilly con guitarra bluesera y teclados reverberando. Atrapan esos frenazos para anticipar las voces y un bajo muy potente que prensa la pieza. De nuevo, se habla de alguien del sexo opuesto. De nuevo, la canción fluye natural, con ese vigor primitivo que parece enardecer la raíz original. "Adorable" es, probablemente, la más garagera de todos los cortes, con los Sonics en el recuerdo y un riff de guitarra porfiado y retador por detrás de la línea vocal. Es la canción más oscura y sarcástica, incluso en una letra que se presenta abierta a la interpretación. Whitfield canta que está pensando en comprarse una pistola para dispararle al cielo porque quizás así se sienta mejor. Canta con contradicción y omisiones, poniéndole voz a la ironía cuando se tilda de adorable. Es la más directa y accesible, junto con la última que nos queda por mencionar, nuestra favorita, de título expresivo y directo, "Pain". Abren los instrumentos de viento y ya te obligan al movimiento. Whitfield se desgañita, recurriendo a un falsete de aire punkarra que atiza e incita. La puedes analizar mejor, pero lo mejor sería que no lo hicieras: abres los brazos, la recibes y fin. Feliz y poseído.

Un disco inspirado que ha conseguido reunir una docena de canciones macizas, matizadas y espontáneas, como ya hemos dicho. Con cuajo y facundia, desenvueltas pero pringosas. Y así podría seguir eternamente intentando destilar en sinónimos ridículos lo indefinible. No quería hacer esta entrada. Solo quería gritarlo. Animaros a que lo escucharais; compartir, que es amar, dicen. Ya es tarde, pero, por si acaso, que todo lo que he escrito quede sepultado con esto:






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