Fotografía cedida por Guillermo Urkijo (www.guillermourkijo.com) |
Vamos a ser breves en la introducción, que bastante larga es ya la
entrevista. De hecho, ni haremos conclusión. Así que, cuando terminéis de leer,
no esperéis un requiebro final. He querido podar, pero no puedo: teníamos cosas
que contarnos y nos las hemos contado. Ahora, hemos querido compartirlo.
Entrevistamos a Dena Flows, un “foto-documentalista” que lleva mucho tiempo
dándole forma y color a nuestra propia memoria musical e igual no te has dado
ni cuenta. Él captura lo que, a veces, ni nosotros recordamos haber visto
aunque estuviéramos allí. El rock and roll en directo no se entendería sin sus
fotografías y, si me apuras, sin ver su figura por ahí, pululando en primera
fila, siempre dispuesto a ser el primero en desenfundar.
Vamos a dividir la entrevista, extensa, ya lo hemos advertido, en dos
partes. En la primera, hablaremos de fotografía, principalmente, aunque con
ello hablemos también de música. En la segunda, hablaremos de música
principalmente, aunque con ello hablemos también de fotografía. En las dos, le
dejaremos hablar, que tiene muchas cosas interesantes que contarnos.
La fotografía (y el fotógrafo)
Has explicado en varias entrevistas que empezaste en el FestiMad del 99,
casi por casualidad. En aquel festival tocaron gente como Metallica, Tricky,
Skunk Anansie, Ministry, Black Crowes, Queens of the Stone Age, Amparanoia,
B-Violet… Si no fuese porque es lo normal en este tipo de eventos, la impresión
natural sería sorprenderse por la mezcla de estilos. ¿Ha seguido siendo tu
carrera como fotógrafo así de variada? ¿O tienes la impresión de que te quedan
muchos géneros por cubrir y, en realidad, te has ceñido solo al rock de
guitarras?
La variedad de lo que fotografío corre paralela, sobre todo, a mis gustos
musicales personales. Esencialmente, fotografío lo que me gusta y, por suerte,
no me he quedado (muy) anclado y cada vez disfruto de más estilos, con lo que
los grupos que fotografío son también más variados según pasa el tiempo.
Diría que los que fotografío son un poco más variados que los que escucho,
ya que hay veces (no muchas, pero hay) en que acudo a un concierto por su
espectacularidad, porque espero poder sacar buenas fotos en él, aunque no me
guste la música y también hay ocasiones en las que hago fotos por encargo puro
y duro. Esos casos añaden más variedad a lo que hago.
Respecto a la última pregunta, sí y no. Sí me quedan géneros por cubrir.
Espero seguir abriéndome de orejas y, en consecuencia, ir abriéndome también de
ojos cada vez más. No a lo de haberme ceñido sólo al rock de guitarras; entre
lo que he fotografiado por gusto personal hay blues, folk, pop, electrónica,
soul,… estilos que apenas he fotografiado serían el jazz, new age, folklores
tradicionales (ahora llamadas, "músicas del mundo"), que incluirían
en el caso español el flamenco, por ejemplo.
Sí queda mucho por abarcar, sí; pero tampoco tengo la urgencia.
En otras entrevistas, te has definido como autodidacta. Explicabas que,
cuando empezaste a tomártelo en serio, devoraste toda la información que caía
en tus manos por tu cuenta. ¿Has echado de menos alguna vez tener una formación
más técnica o, por el contrario, crees que tu personalidad a la hora de
fotografiar viene también de esa independencia original?
Para hacer el tipo de fotos que hago no la he echado en falta. Los
conceptos técnicos implicados no creo que sean muy complicados. Se pueden
aprender por cuenta propia aplicando un poco de interés y un par de lecturas.
El resto es practicar y practicar.
Para las fotos de viajes que hago creo que también me he apañado bien por
mi cuenta; para lo que sí que creo que me habría venido bien una formación más
reglada es para retrato y foto de estudio. Sobre ello también he leído mucho,
pero no me cunde, así que intuyo que me vendrían bien unas lecciones.
Dices que eres reacio a usar el concepto “artístico” para hablar de tus
fotografías. ¿Por qué?
Hay dos razones conscientes: una social y otra conceptual.
Por una parte, el mundillo del artisteo no me gusta nada. Me parece que hay
muchísima más gente que se presenta como artista de la que lo es realmente y
las interacciones personales/comerciales que se producen en ese entorno para
levantar la cabecita y destacar me desagradan en extremo.
Por otra parte, y esto es lo principal, no creo que mis fotos sean
"arte". Seguro que hay miles de personas más cualificadas que yo para
definir qué es y qué no es "arte" pero, desde mi punto de vista,
"arte" implica creación y yo no creo nada. Yo documento el arte que
hacen otros.
No creo que nadie considere arte hacer una foto al Guernica para ponerla en
una enciclopedia ¿no? Pues lo mío, sin ser exactamente lo mismo, va por ahí.
Tiene más que ver con la artesanía que con el arte; más con la técnica que con
la creación.
No es una cuestión dicotómica, en todo caso. Entre la mera reproducción y
la creación pura hay muchos pasos intermedios. Yo me veo más cerca de la
primera que de la segunda.
Lo más sencillo para mí es verme como foto-reportero, foto-periodista o
como me gusta más, foto-documentalista. Sea como fuere, no me veo como artista creador.
Sin embargo, cuando te preguntan por fotógrafos que te gustan hablas de
gente como Richard Avedon, Helmut Newton, Herb Ritts o Jan Saudek. Desde mi
punto de vista, son todos ellos fotógrafos con mucha personalidad y con
ambiciones “artísticas”. Muchos de ellos con colecciones de retratos. Parecen
un poco alejados de tu estilo: ¿qué es lo que te gusta, por ejemplo, de Avedon
o de Saudek?
Mi anterior respuesta da pie a esta: precisamente me gusta de ellos que
ellos sí son artistas.
Todos ellos tienen una visión previa al momento de hacer click. La montan,
la crean y la fotografían. Cada uno de ellos decidió que prefería la cámara a
los pinceles o a la arcilla. ¡Vaya usted a saber por qué! Pero lo que hacen con
las lentes, los objetos, la luz y las sombras equivale a lo que hacen otros
artistas plásticos con otros medios. Saudek, en concreto, no escoge: usa la
cámara y los pinceles en la misma obra (colorea las fotos).
Además, no sólo tienen una visión que plasman en sus fotografías, es que su
visión me gusta mucho. Porque gente con "visiones" hay mucha, pero
que esas visiones estén bien ya es otro cantar. No todo el que junta 3 acordes
hace una buena canción.
Como fotógrafos musicales, dices que te gustan gente como Jim Marshall, Bob
Gruen y Herman Leonard. Todos ellos clásicos que han sacado alguna de esas
fotografías que hemos visto mil veces y nunca nos preocupamos de saber quiénes
las hicieron. ¿Qué te gusta de cada uno de ellos? Personalmente, no sé si
estarás de acuerdo, de Marshall destacaría que estaba allí en el tiempo
adecuado y cerca de la gente adecuada, de Bob Gruen que sabía disparar en el
momento oportuno y el juego con la luz y el humo de Leonard. ¿De acuerdo en
algo?
Antes de valorar la obra de los citados, voy a hablar de la importancia de
"estar en el lugar justo, en el momento adecuado" que atribuyes (con
razón) a Jim Marshall, pero que se puede aplicar a casi todos los que se han
hecho clásicos.
Pues sí, es importantísimo. Si estamos hablando de foto-periodismo o
foto-documentalismo, de hecho es mucho más importante estar donde se debe que
saber usar la cámara.
Pero esto se aplica a todas las facetas del periodismo, no solo a la foto.
Se aplica al periodista con contactos que le ofrecen información; al reportero
que sabe dónde va a estar la acción y se anticipa; al entrevistador que
convencería hasta a Salinger de contarle su vida… si Ivanka Trump graba con su
celular el momento en que su padre aprieta el botón nuclear y acaba con media
humanidad, Ivanka pasará a la historia del periodismo. En periodismo es más
importante tener la pieza que saber qué hacer con ella, ya se encargará alguien
de despellejarla.
Volviendo a la foto de conciertos, según les leo a los clásicos,
"estar en el lugar adecuado en el momento adecuado" era mucho más
fácil en su época que ahora. Nosostros estamos en la era del "Three songs,
no flash" y, en muchos casos, teniendo que firmar contratos de cesión de derechos
tan abusivos que espero que, llegado el momento, un juez diga que son nulos. Al
propio Marshall le leí una entrevista en la que decía que él no hacía fotos en
las condiciones actuales (no recuerdo el año de la entrevista): o le permitían
acceso sin restricciones o que no contasen con él. Hoy día es posible que nadie
hiciese la foto de Hendrix en Monterrey quemando su guitarra porque no habría
nadie con acceso para hacerlo. Muchas veces (y eso lo he vivido en primera
persona) ni a los fotógrafos oficiales de los festivales les permiten más
acceso que a los reporteros de los medios.
Respecto a los fotógrafos concretos… mmm, pues no sé qué decirte. La verdad
es que no soy muy analítico; soy más intuitivo: veo sus fotos, me gustan, les
sigo la pista y, si a medio-largo plazo me siguen haciendo tilín, los señalo
como favoritos. Podría decir que son todos muy naturalistas y tradicionales.
Sin excesos técnicos, sin ángulos extravagantes. La foto vale por el hecho que
capta más que por el valor estético (sin obviar éste en absoluto, ¡eh!: todo es
mejor cuando es más bonito).
Lo del humo de Herman Leonard viene de una serie de retratos de jazz que
son ¡la de dios! Y definieron una manera de fotografiar el estilo que aún
perdura. La foto más icónica es la de Dexter Gordon, que es brutal, pero hay
unas cuantas alucinantes. Esa serie ha marcado su leyenda (muy merecidamente)
pero el hombre hizo otras muchas cosas y muy bien, incluido color, bodegones
(también con humo, ¡juas!, tenía fijación, al parecer). Un enorme
imprescindible.
En ocasiones, has mencionado a Paul Bergen y Lyle Waissman, que son más
actuales. En Waissman parece que “el momento” también es lo fundamental.
Lo es, sí; eso y aplicar la técnica adecuada para que la foto sea
técnicamente correcta o, mejor dicho, técnicamente como tú quieres que sea y no
como el azar decida (y luego, si sale un zurullo, dices que es artística).
Sí, ya hemos hablado de ello antes. Una fotografía (de conciertos o de
cualquier otro acto) es un instante cuya función es resumir una actuación. Hay
que acertar esos momentos que dan una idea de lo que fue la actuación y hay que
acertar a hacerlo de una manera estéticamente placentera.
Para cada artista la esencia es distinta. No es lo mismo un cantautor
acústico sentado en un taburete que un grupo de saltos y pirotecnias, por poner
extremos que ayuden a entender la idea.
Has dicho que “la suerte juega un papel importante en el resultado”. ¿A qué
te refieres exactamente?
No me acuerdo de cuándo y en qué contexto dije esto, pero puedo aventurar
algo al respecto. La fotografía de conciertos tiene fama de ser de las
especialidades más difíciles porque en ella todo es cambiante y nada está bajo
control (de quien hace las fotos). En ese sentido, la suerte juega un papel,
claro. Muchos factores tienen que sincronizarse: ubicación, acción, luz… y
click para hacer la foto buena. Con la experiencia ese factor suerte se va
haciendo menos importante, porque se aprende a sacar de donde no hay, pero
siempre está presente.
Otra frase relevante, creo, es la que soltaste en una entrevista para
Viajes, Rock y Fotos hace años: “Sed los peores enemigos de vuestras propias
fotos”. Creo que lo pillo, pero explícalo.
Tiene que ver con el proceso de aprendizaje y no se aplica únicamente a la
fotografía. Vale para todo. Quiero decir que para hacer bien algo (fotos de
conciertos, en este caso) tienes que aprender, para aprender hay que estudiar,
practicar y evaluar los resultados críticamente para pulir los errores
cometidos. Porque los cometerá seguro. 100% seguro.
A día de hoy, tras casi 20 años haciendo fotos de conciertos, aún borro 2/3
de las fotos que llegan a casa en la tarjeta (según el tipo de concierto; en
unos más en otros menos). Todas esas fotos que acaban en la basura están allí
por alguna razón. Es muy importante conocer esas razones y aplicarlas.
Suelo decir a quienes están empezando y me piden consejos que no me enseñen
sus fotos si no están dispuestos a que les meta caña, porque no voy a ser muy
piadoso. No te imaginas la de veces que me han enseñado fotos con orgullo y que
a mí me parecían espantosas. Es un mal trago, la verdad. Tendemos a ponernos
excusas que, muchas veces, son verdaderas razones, pero que no hacen que la
foto sea mejor: "es que pillé el momento, pero justo apagaron la luz, pero
mola mucho". Pues no, no mola nada porque no tiene luz. Punto.
Ahora bien, a esta regla general también le caben matices. Yo también
guardo muchas fotos horribles, pero para eso también hay que tener criterios
claros. El mío es, principalmente, uno: documentar. Muchas veces me quedo con
fotos espantosas simple y llanamente porque no he sido capaz de hacer una
buena... y creo que nadie más lo habrá conseguido. Por ejemplo, tengo fotos (de
mierda) de los dos teclistas que trajeron los Who al Azkena. No creo que haya muchas
más que las mías, buenas o malas. Y, por cierto, más de una vez he vendido
fotos de este tipo, incluso teniendo mejores del mismo músico, porque alguien
quiere la foto del día en concreto porque le resulta especial.
Insistes en lo de la luz. ¿Podríamos decir que para conseguir una buena
foto esa sería una de las circunstancias fundamentales: la luz?
Sí, sin duda. La luz es la materia prima de toda fotografía y las de
conciertos no son precisamente excepción.
En otra entrevista (ésta en euskera así que traduzco), comentabas que
“cuanto más cerca de la música, mejor”. ¿Sería ese otro de los elementos
fundamentales para una buena fotografía? ¿La cercanía?
La cercanía no es imprescindible, pero da resultados más a mi gusto.
Supongo que dije (o quise decir) cuanto más cerca del músico, no de la música.
Es la traslación al ámbito de los conciertos de la famosa frase de Robert Capa:
"Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, no estabas lo
suficientemente cerca". En definitiva, que las mejores fotos salen estando
en el meollo del asunto. Eso sí, sin molestar ¡eh! Que últimamente estoy viendo
con horror el retorno a la moda de los ojos de pez, que son unos objetivos que
te distancian mucho de la escena y, sin darte cuenta, entras hasta la cocina
para hacer una foto, de manera que veo objetivos en la misma nariz de los
protagonistas de las fotos, con lo que les molestan a ellos, al público y al
resto de quienes están allí haciendo fotos. Cerca, pero con medida.
Has fotografiado diferentes estilos, en diferentes espacios y, sobre todo,
has cubierto música con diferente impacto en la sociedad… ¿Qué te motiva,
excita, gusta más: banda grande en estadio y mitología del rock, en estadio o
fotografiar bandas locales, en escenarios más humildes?
Fotográficamente hablando, la corta distancia es la óptima, eso está claro
y, si hay opciones fotográficas excitantes, si pasan cosas sobre el escenario,
me da igual que la banda sea famosa o desconocida. Una vez que empieza la acción
ese factor no tiene influencia alguna en mi disfrute y si tengo que llenar
medio disco duro o arriesgar cuerpo y equipo para pillar una foto me da igual
si es Mike Jagger o José García. Cuando hay fotos delante de la cámara, me
abstraigo 100% de esos asuntos.
Dicho lo cual, tampoco soy inmune a la tentación de engrosar el currículum
con nombres gordos; sobre todo, si son nombres gordos que hacen música de mi
gusto. Aunque es probable que pongan muchas trabas a nuestro trabajo y que
hacer fotos en esas circunstancias sea poco placentero y de resultados
mediocres, me gustan también los conciertos de grandes estrellonas en enormes
escenarios. En fin, que también tengo mi punto vanidoso y me gusta poder decir
"yo fotografié allí", donde otros dicen "yo estuve allí".
¿Es importante la humildad: evitar la tentación de recrearse y, por el
contrario, darse cuenta de que el protagonista es el objeto?
Sin duda. En mi opinión eso es esencial. Básico.
Igual ha quedado ya esto implícitamente respondido en la pregunta de qué me
gusta en los fotógrafos que me gustan: yo prefiero siempre que el protagonista
de la foto sea la persona que está sobre el escenario, no la persona que hace
la foto.
Intuitivamente, parece que no puede ser de otra forma, pero lo es. Veo
cantidad de fotos en las que la sensación que me transmite es la de un
fotógrafo presumiendo. Constantemente a la caza del más difícil todavía y el
"esto solo lo hago yo". He visto muchísimas fotos en las que no hay
un músico reconocible o en las que es hasta difícil enterarse de que es una
foto de concierto. ¡Ojo! ¡Muy chulas, en muchos casos, eh! Una cosa no quita la
otra, pero no es un estilo que me guste.
¿Hay fotógrafos con mucho ego?
Las personas son iguales con cámara o sin ella; o sea, que hay de todo,
como no podía ser de otra manera. Como ocurre con la sociedad en su conjunto,
la mayoría somos normalitos y unos días nos levantamos con el pie izquierdo y
otros con el derecho y, por lo general, nos llevamos bien. Un pequeño
porcentaje son más cabroncetes de lo normal y otro porcentaje, igualmente
pequeño, son unas almas cándidas más buenas que el pan, que se quedan sin hacer
su foto por cederte el sitio. En resumen, la vida misma, pero en un grupo más
reducido.
Decías en una entrevista que “Nervios no suelo tener”, ¿nunca?
Pues no, la verdad es que no. A lo sumo, si preveo dificultades
fotográficas y estoy en el foso por encargo siento algo más de intranquilidad,
incertidumbre, pero, ¡meh!, poca cosa. No llegaría a llamarlo
"nervios".
¿Un fotógrafo busca o encuentra? ¿Fotografías lo que te dan o lo que tú
consigues?
Las dos cosas. Esto está muy relacionado con lo que decía antes sobre ser
artista o no. Como fotógrafo de conciertos yo no puedo dirigir la función. No
puedo hacer que Mark Lanegan salte ni que Iggy Pop se quede quieto; no puedo
decidir la luz, ni la posición de los miembros de la banda; en infinidad de
ocasiones no puedo controlar ni mi propia posición. Se suele decir, y es
probablemente cierto, que es el género fotográfico en el que tenemos menos
control sobre el objeto fotográfico. No sólo carecemos de todo control, sino
que lo que está sucediendo, además, cambia a cada segundo (Lanegan aparte). En
esas circunstancias, obviamente, te conformas con lo que te dan ¡qué remedio!
Pero sí queda un margen para la búsqueda. La búsqueda del momento del que
hablábamos antes. El que sintetice lo que está ocurriendo para luego
transmitirlo en una imagen o una serie de ellas. En ocasiones esto es un tanto
difuso; en otras ocasiones es tan concreto como captar un tic expresivo
repetitivo.
De las bandas de por aquí, ¿cuál es la más plástica?
Porco Bravo. Poca duda al respecto.
¿Hay músicos que buscan la foto? No me digas nombres pero dime si se las
das.
Hay muchos músicos perfectamente conscientes de la importancia de la imagen
que proyectan y de las fotos en las que se reflejan y muchos de ellos, sí,
actúan en consecuencia. Te digo dos nombres con sus respectivas anécdotas. Son
nombres gordos internacionales, así que no creo que nos hagamos muchos enemigos
contándolo.
1.- Police: en la gira de reunificación de 2007, la road manager del grupo
nos reunió a los fotógrafos para darnos instrucciones e indicaciones. Entre
ellas, nos adelantó en qué momento Sting daría un salto. Salto que dio,
matemáticamente, como había sido anunciado.
2.- Pretenders: En el BBK Live nos agruparon a todos los fotógrafos en un
lateral del foso. Eso es algo que suele ser una mierda. Habitualmente es un
problema por espacio vital, por
distancia al músico y por falta de variedad de ángulos. En este caso, la intención
de Chrissie Hynde no era entorpecer nuestra labor, sino tenernos a todos
apuntando al lugar donde ella daría una patada al aire.
Según el nivel de descaro da más o menos rabia hacer esas fotos. Por un
lado coartan tu propia visión; por otro, todos nos vemos impelidos a hacer la
misma foto; finalmente, te sientes trabajando para alguien que no te paga. Pero
hacerlas las hago, sí. Es muy difícil no hacer click cuando la imagen está en
el visor.
¿Eres muy exigente contigo mismo?
Lo justo: soy mi segundo peor enemigo (entre los que opinan sobre mis fotos
delante de mí).
Seguramente, cada vez menos. Cuando veo mis fotos de hace 15 años veo
muchas mierdas; cuando veo las de hace 5 veo cosas parecidas a las que hago
ahora. Eso quiere decir que me he estancado, que ya llegué a mi máximo y que ahora
estoy en "modo mantenimiento". Por suerte, hay gente a mi alrededor
haciendo fotos de un nivel tremendo y, como algo de espíritu competitivo
también tengo (no mucho, pero algo sí), eso me espolea y aún intento imitar
cosas que veo. Lo que es, probablemente, buena señal y una posible salida a ese
"modo mantenimiento". El problema es que, con los años, se pierde
flexibilidad (física y estilística).
¿Has acabado muy decepcionado con tu trabajo en alguna ocasión?
Por mi culpa, pocas. Alguna, sí. Algún día me he notado especialmente
apático y luego me siento un poco mal; sobre todo cuando me asalta la envidia
viendo fotos ajenas buenas y sabiendo que yo estaba allí y no puse de mi parte
para hacer las mejores fotos posibles. No sucede a menudo. Muy pocas veces, por
suerte.
¿Has mirado alguna vez hacia atrás para valorar lo que has hecho hasta
ahora?
No.
Hazlo ahora. ¿Cuál sería tu impresión general?
Preferiría que eso lo hiciesen otros, la verdad. En realidad, cuando miro
para atrás, lo único que se me ocurre pensar es ¡cómo pasan los años, cojón! No
soy, ni mucho menos, de quienes más tiempo llevan con la cámara en ristre y ya
estoy haciendo fotos a gente que no había nacido cuando empecé. ¡Sielos!
¿Cuántas horas te has pegado acuclillado en los peldaños del Antzoki?
1976.
La música (y sus aledaños)
Una de las salidas para la fotografía es la prensa escrita. Tus fotos han
estado en la portada del Ruta 66, por ejemplo. Y empezaste con El Tubo,
histórica revista de los 90 en Euskadi, dirigida por Belén Mijangos, quien has
dicho que te dio la primera oportunidad. ¿Cómo ha cambiado la prensa escrita en
todos estos años?
Esta pregunta da para tesis ¡eh!... y para hacerse algunos enemigos
también, jajaja. A ver qué soy capaz de articular sobre el asunto, porque,
efectivamente, creo que ha habido muchos cambios.
El primero y más evidente es el provocado por la llegada de internet, que
ha tenido, al menos, dos consecuencias gordas: el aumento exponencial de la
cantidad de texto disponible y la consiguiente mayor (mucho mayor) dificultad
de monetizar el contenido.
¿Cosas buenas? Mayor accesibilidad, más facilidad para encontrar nuevas
voces, mayor número absoluto de producto de calidad. ¿Cosas malas? Mayor
dificultad para profesionalizarse, mayor porcentaje de material mediocre (la
cantidad de material bueno crece en menor medida que la cantidad de material
global) y, por tanto, quienes leen prensa (musical, en este caso, pero se
aplica a todos los campos) están más obligados que nunca a hacer su propia
criba de medios.
Claro, hacer esa labor de criba puede ser costoso. Quitar de en medio la
baja calidad, los productos alimenticios en los medios profesionales y las
crónicas/críticas a colegas en los medios amateurs es una labor ardua. En
resumen, como en tantos otros campos, creo que hoy en día en la prensa escrita
hay más cantidad y calidad que nunca, pero también es más difícil desenterrar
toda esa buena producción de debajo de enorme cantidad de ruido mediático.
Te apunto mis últimas gemas descubiertas: Emilio de Gorgot en Jot Down,
Rafa Suñén (el cantante de Los Chicos y
fotógrafo profesional, por cierto) en Ruta 66... y tú mismo. Espero que no se
enfaden las viejas glorias que, por suerte, siguen ahí. Entiendo que no
necesitan reivindicación ni ser descubiertos a nadie.
Pongámonos intensos. Te he leído decir: “Hasta ahora, la imagen ha sido
extremadamente importante en el mundo de la música y no creo que eso vaya a
cambiar próximamente.” ¿Por qué, cómo?
Aquí me pides que haga otra tesis ¡eh! Veamos. La cuestión tiene, al menos,
dos ángulos.
Por un lado, está el hecho de que, en la historia del rock, la estética ha
sido muy importante como elemento identificador y como señal de pertenencia al
grupo: tupés, melenas, flequillos, crestas; cuero, vaquero, flores; camperas,
boogies, Martens, All Stars... la imagen personal forma parte de la iconografía
del rock. Eso hay que trasmitirlo, mostrarlo.
Por otro lado, está el asunto de dar una imagen acorde a tus aspiraciones
como grupo. Ya sea muy Pro o muy DIY, eso también hay que trasmitirlo. Si
quieres tocar en una sala o que te pongan una canción en una radio, tienes que
enviar material (sonoro y visual) y, cuanto mejor sea, más probabilidad tendrás
de funcionar. Me imagino a quien se encargue de programar música, ya sea en una
sala o en un medio, seleccionando entre las decenas de productos que les envían
y apuesto algo bueno a que se fija más en quien envía un vinilo de doble
carpeta con un dossier con fotos chulas, que en quien envía un link a un
Bandcamp, donde hay 4 canciones maqueteras y fotos de móvil. Y si en el directo
del grupo hay show espectacular funcionarán las fotos tanto como el boca-oreja.
Todo ello hace que la imagen haya sido importante y que lo siga siendo.
¿Nunca has pensado en fotografiar la música fuera de su espacio natural: el
escenario? ¿Fotografiar el lado menos, digamos glamuroso o visible de la
música?
Mmmmm... no. Hace años, Iñigo Romera (Cujo, Cancer Moon, Arana, Los
Paralíticos del Ritmo; también Vudumedia como diseñador) elogió mi actividad
diciendo que estoy haciendo una labor magnífica documentando la escena bilbaína
y añadió que él echaba de menos fotos de fuera del escenario.
Le di la razón, como te la doy ahora a ti si estás sugiriendo lo mismo con
la pregunta. Efectivamente, no estoy haciendo ese tipo de fotos y serían de un
gran valor, lo admito. Pero no me salen. Van un poco contra mi naturaleza.
Tengo un pequeño punto paranoico con mi privacidad y lo aplico también a los
demás. El ámbito privado debe ser tratado como tal y yo no creo que pinte nada
en el camerino o haciendo fotos a personas que están tomándose una ronda entre
colegas, aunque se dé la circunstancia de que esas personas toquen en una banda
y minutos antes estuviesen en pelotas sobre un tablado.
Por suerte para la historia hoy día, esa labor la hacen las propias bandas
y su entorno haciéndose fotos con los móviles. Así que quedará documentado sin
necesidad de mi intromisión.
Por este mismo motivo, tampoco te será fácil encontrar publicadas fotos
mías del público en las que haya personas reconocibles. Son un clásico y
necesarias para hacerse una composición de lugar completa, pero a mí me cuesta
mucho hacerlas. También me parecen intrusivas.
Coincido contigo en lo de que “la estética ha sido muy importante” en el
rock. Ha contribuido a crear un lenguaje y una simbología que lo definen o que
lo hacen reconocible. Pero supongo que igual que hay poses evidentes,
estéticas, también hay otros gestos más naturales, incluso puede que no tan
vistosos. ¿Cuál buscas tú en una fotografía? ¿Ambos?
Yo diría que, normalmente, esa simbología, lo mismo si es ropa, accesorios
y atrezzo, que si es lenguaje corporal, suele salirse por los poros y no hay
que hacer nada especial para captarla. No hay que buscarla especialmente, está
ahí delante, de forma constante. La cuestión es que cada concierto tiene su
espíritu fotográfico, por llamarlo de alguna manera. Hay que observar un poco y
ver qué lo define y de entre lo que lo define… ver que soy capaz de captar... y
hacerlo.
En parte has contestado a esto antes, cuando en otras entrevistas has dicho
que lo que tú haces es “Intentar reflejar lo que veo y los sentimientos que
puedan surgir”. Mi pregunta es hasta qué punto tu fotografía refleja tu
interpretación, tu manera de mirar, o si buscas más la objetividad, lo
canónico.
Entiendo que es un mix. La fotografía refleja mi visión personal de lo que
está sucediendo. Sobre lo que está sucediendo, como he dicho, no tengo control,
así que lo que debo reflejar es la esencia de lo que ocurre.
Dicho así, parece que no hay visión personal, pero es obvio que no todas
las fotos de conciertos son iguales, así que es igualmente obvio que existe una
visión personal. Existe porque cada cual ve el concierto con su propia
sensibilidad y, entre el cúmulo de estímulos, cada cual jerarquiza y da más
importancia a unos sobre otros.
Creo que se entenderá bien con ejemplos concretos. En mi estilo, el
protagonismo principal lo tiene la persona y, dentro de la persona, la cara y
las manos. Son rarísimas fotos mías en las que no salga una cara y bastante
raras aquellas en las que no hay una o, preferiblemente, dos manos. Ya te
costará encontrar en mi archivo fotos de detalle (yo qué sé, una hebilla de
cinturón, unas botas, unos tacones, flores en la cabeza, el clavijero de una
guitarra,…) o músicos de espalda. Tengo, pero son excepciones. Sin embargo,
esas que yo no hago son fotos posibles y necesarias y, en muchos casos,
chulísimas, pero no forman parte de mi manera de ver los conciertos, en la que
tiene que haber caras y manos.
Has dicho varias veces: “Fue antes la música”. De hecho, has explicado en
alguna entrevista que las canciones son en tu vida más importantes que las
fotografías. ¿Y en tu fotografía? ¿Es también así? ¿Es más importante reflejar
el valor musical que el fotográfico?
La respuesta corta sería sí, pero no es tan fácil el asunto. Para empezar,
no sé yo si soy capaz de reflejar "el valor musical", que es una
abstracción doble, en una imagen, que es una concreción, pero sí es cierto que
yo soy más de mostrar en las fotos lo que me transmite aquello que está
ocurriendo en el escenario, más que de hacer una foto bonita, impactante o que
tenga más valor por sí misma que como representación.
Por supuesto, esta tampoco es una cuestión dicotómica (valor de lo
representado vs. valor de la representación) se puede perfectamente captar la
esencia del concierto con el máximo valor estético fotográfico: de hecho, eso
es lo óptimo.
Te han preguntado muchas veces sobre los nombres que crees que faltan en tu
repertorio o cuál crees que es el más importante. Me llaman la atención tus
respuestas: JJ Cale, Tom Waits, Rolling Stones, Eskorbuto, Rory Gallagher, Dead
Moon... Mucha personalidad. ¿Te gusta la música con personalidad y actitud?
Intuyo que incluso quienes solo disfrutan de las baladas de Mariah Carey
responderían afirmativamente a esta pregunta. No me imagino a mucha gente
diciendo que lo que le gustan son artistas ñoños indistinguibles unos de otros,
ni aunque así sea. Cada cual ve algo especial en lo que le gusta y sí, claro,
ese es mi caso y algunos de los que me gustan, como los tres últimos que has
citado, creo que son ejemplos objetivos de músicos que han seguido su propio
código, musical y vitalmente.
¿Es jodido trabajar en la noche, con tantas tentaciones alrededor?
En los conciertos de sala, de interior, y de dos o tres grupos, no es nada
difícil. La tentación de hacer fotos es muchísimo más fuerte que la barra o la
cháchara, que, además, hay que evitar en los conciertos, ¡que molesta! En los
festivales al aire libre sí es duro, sí. Ahí el amiguismo golpea fuerte y,
generalmente, acabo compaginando, a duras penas, cachondeo y fotos. Me
autoimpongo alguna norma –no empezar a beber alcohol hasta que no haya
anochecido, por ejemplo- para evitar el desastre. Además, por desgracia –por
suerte para el tema que nos ocupa- la cerveza de los festivales suele ser muy
mala y de bajísima graduación, lo que me facilita mantener la compostura.
¿Retomamos aquella polémica sobre el libro del Azkena? (Hablamos del libro
conmemorativo con la historia del festival que se publicó en 2017).
En el libro hay mucha más imagen que texto y me consta que se hizo un
esfuerzo consciente y explícito de contar con fotos de todos o casi todos los
que hemos estado en los fosos de Mendizabala y no contar únicamente con las
fotos del archivo de Last Tour. Desde ese punto de vista, creo que en el libro
se nos reconoce la labor sobradamente.
Otra cosa es lo contentos o no que hayamos quedado cada uno de nosotros con
la selección de imágenes. Sé que unos están más contentos que otros y alguno
hasta disgustado, pero eso ya creo que es otro tema. Personalmente, poca queja,
creo que he salido bastante bien parado con las que eligieron mías.
Los que sí demostraron poca consideración con nosotros fueron la inmensa
mayoría de los medios que se hicieron eco de la publicación y la reseñaron. En
casi todas las reseñas se citaron los nombres de quienes habían escrito los
textos como señal de prestigio de la obra (en unos medios unos, en otros otros,
según afinidad). Nadie citó el nombre de fotógrafo alguno. Creo que hubo alguna
excepción, que me hicieron notar cuando lo denuncié en mis redes sociales, pero
fueron eso: excepciones. Y no sé si suficientes como para usar el plural con
propiedad. Los medios sí que demostraron que entienden que las imágenes son un
producto de segunda.
¿Cuál fue el último concierto al que fuiste sin cámara? ¿Lo haces a menudo,
ir sin tener que disparar? ¿Te sientes raro?
No lo hago, voluntariamente, nunca. Si no hago fotos es porque no me lo
permiten o por accidente. Creo –o es el que me viene a la memoria- que la
última vez fue uno de Mobydick en el Kafe Antzokia durante la Aste Nagusia de
hace unos años. No me acuerdo muy bien de la razón. Sé que una cámara se me
había averiado y estaba en reparación, pero tengo otras. No recuerdo. Lo que
recuerdo es que fue una experiencia terrible. Tuve problemas para decidir dónde
colocarme. ¿¡Dónde se pone la gente que no hace fotos!? Jajaja... Y se ve que
elegí mal -o que no existe sitio bueno- porque sufrí esa experiencia de la que
tanto había escuchado quejarse a otros: ¡tener delante a alquilen grabando
todo-el-puto-concierto con el móvil en alto! Además, sufro mucho viendo fotos
que no puedo hacer.
Comentarios
Se trataría de preguntar al entrevistado por qué no otorga más importancia a la variedad en el procesado de fotografías.
En esa búsqueda de tratar de reflejar lo distinto y la personalidad de un músico, ¿porqué siempre casi los mismos parámetros de color, saturación, contraste...?.
¿Perjudicaría al estilo procesar un concierto sucio en bicromos sucios?. ¿No beneficiaría a la personalidad?.
Si hacen falta ejemplos, los pongo.
[VA EN DOS PARTES, QUE EL SISTEMA DE COMENTARIOS DICE QUE NO CABE EN UNA]
A modo de introducción, o mejor, a modo de disclaimer, que dicen los anglosajones, quiero adelantar que hay muchas posibilidades dentro de la fotografía de conciertos que no forman parte de mi particular forma de verla, pero que no me parecen ni mal, ni siquiera, de segundo o tercer orden de importancia. He citado varios ejemplos en la entrevista, como las fotos de detalle, o de público, o de camerinos. Creo sinceramente que ese tipo de fotos son esenciales para hacer un relato completo de los conciertos; simple y llanamente, por mis particulares taras mentales, que ya he insinuado en el texto, yo no las incluyo en mi repertorio. O los incluyo bajo demanda expresa, si estoy cumpliendo con un encargo. Yo me alegro de que haya otras personas haciendo fotos con otras visiones y taras distintas a las mías. Entre todos, contamos la historia completa.
Esta misma idea es aplicable a los estilos de postproceso de las fotos. Yo he elegido uno y, como otra de mis taras mentales es ser muy cuadriculado, pues me ciño a él en lo posible, lo que no quiere decir que otros estilos me parezcan mal o peores.
Creo que puedo explicar esta idea con un ejemplo bien elocuente. Yo no hago fotos en blanco y negro. Casi todas mis decisiones estilísticas tienen su origen en la prueba y el error, en ir probando y asimilando cosas que van bien con mi forma de ver la fotografía de conciertos, pero lo de desechar el blanco y negro fue una decisión totalmente consciente y meditada (en su día hice bastante b/n, incluso químico revelado por mí). Mi razonamiento es así de simple: la vida es en color, mis fotos deben ser también en color. Hay razones secundarias, como que he visto demasiadas veces cómo se ha intentado dar valor a una foto mediocre pasándola a blanco y negro y eso me parece una trampa barata (yo también lo he hecho, admito), pero la razón principal tiene que ver con la adecuar lo visto y lo fotografiado.
En un concierto ideal hay un técnico de luces que se ha preocupado de que la iluminación sea idónea, alguien ha decidido una escenografía, y hasta los grupos han decidido cómo vestirse. Todo eso es el concierto y todo es en color, así que las fotos yo las hago en color.
¿Quiere eso decir que desprecio las fotos en blanco y negro o que me parecen peores? ¡líbreme Dylan! ¡sólo faltaba! Me encantan, pero yo no las voy a hacer, salvo por encargo pagado (o por excepción ¡vaya usted a saber por qué!).
Aclarada mi posición sobre el estilo, la pregunta también incide en si es (o me parece a mí) buena idea tener más de un estilo para aplicarlo según se adecue mejor a cada concierto. No me voy a pronunciar categoricamente. Puede ser una idea a explorar, no digo que no. No es algo sobre lo que haya reflexionado pero confrontado con ello se me ocurre que tiene, al menos, un par de incovenientes. El primero, obvio, es que requiere más trabajo. Y no sólo trabajo para dominar diferentes técnicas de postprocesado, más trabajo para investigar si la adecuación entre forma y fondo (fotos sucias para conciertos sucios) resulta realmente más efectiva para transmitir el mensaje. Tengo mis dudas al respecto. Intuitivamente, a mí me da que una foto límpia transmite mejor lo que hay delante del objetivo, sea eso límpio a su vez o sucio. Pero bueno, no me parece una vía a descartar sin más. El segundo inconveniente me parece más digno de consideración: diluye la personalidad de quien hace la foto y lo hace menos reconocible. Cuantos más estilos, más diluída. A mí me gusta cuando me dicen "¡joder, he visto una foto por ahí que parece tuya! Si, efectivamente, es mía, me gusta mucho haber sido reconocido en la foto; pero, aún si no es mía me siento halagado (si reconozco la foto como del mismo estilo; si es una que no me gusta, me jode, claro). He dicho en la entrevista que entre la mera reproducción y la creación hay mucho paso intermedio; creo que el estilo propio es una característica que me aleja un poco del primer caso y me acerca al segundo, y eso me gusta.
Eskerrik asko!!!
no había visto tu pregunta hasta ahora. Llego muy tarde, me temo.
Te respondo, no obstante:
Salvo a recintos grandes, llevo siempre el mismo equipo conmigo: Cámara Canon EOS5D IV y objetivos 24/1,4; 50/1,2 y 100/2. Los tres Canon, también.
La cámara la actualizo de vez en cuando; los objetivos llevan quinquenios conmigo.