Ya hemos hablado de Black Toska en este blog. Hace ya tiempo, eso sí. Lo hicimos de los dos primeros cortes que sacaron en bandcamp, "Bleeding Teeth Blues" y "Last Meal at the Dawn of the Day". Puedes volver a leer lo que escribimos entonces si pinchas aquí, aunque tampoco creo que haga falta, porque seguro que nos vamos a repetir en esta nueva entrada.
Ahora, volvemos a hablar de Black Toska porque han sumado otras canciones a su vida pública y con ellas parecen haber encontrado formato. Llámalo maqueta, demo, ep, lp, álbum, antología, colección o cualquier otro nombre molón que se te ocurra, da igual. El caso es que son cinco canciones que han reunido bajo un título y servirán de presentación en sociedad. La selección final refleja con efectividad el espíritu y la personalidad de la banda. Además, parece que han tomado carrerilla: ya han colgado hasta una fotografía en su facebook, reciente, supongo, aunque parezca que la han encontrado en el fondo de un baúl en lo alto del sótano; y anuncian fechas de estreno en directo: serán el 12 de mayo en León y el 1 de junio en Madrid, si no me confundo.
De todas formas, antes de que llegue el momento de los conciertos, centrémonos en lo grabado y vamos a explayarnos aquí y ahora. Hablemos de No Songs for a Father's Death con el ánimo de mantener cierta objetividad crítica a pesar de unas primeras escuchas que han creado expectativas muy positivas. No lo conseguiremos, lo de la objetividad, digo, pero nos perderemos por el camino y tendréis que buscar vosotros la salida. Eso está bien.
Si nos fiamos del bandcamp, el disco se abre con "No Songs for a Father's Death", dos minutos y treinta y seis segundos que sirven de prolegómeno pero no de anticipo. Con un ritmo ceremonioso, la parte vocal abre con líneas de texto que se declaman y la música se orquesta con el atavío más elegante del blues lacerante y retumbante. No hay contraste en el tono, todo se mantiene en un ritmo inapelable hasta que el cantante grita "yell" porque efectivamente lo hace, grita, pero como rechinando las muelas, hurgándose en las entrañas, para dentro, conteniéndose. Es la canción más reposada y austera del disco, algo distinto a lo que vendrá luego, pero las cartas del juego ya están ahí: instrumentos como esquirlas en el paladar y una voz sepultada, insondable, con gama en la dicción y nervio para el compás con el que canta letras esquivas pero enfáticas. Podría estar en la banda sonora del próximo western oscuro y estrambótico de Jim Jarmusch, si es que alguna vez lo hay. La hipnótica "Bleeding Teeth Blues" sigue la lista con otro comienzo marcial y una base rítmica muy sólida; letra sugerente en versos de tiralínea que contrastan con la efusividad eléctrica, arrebatada a la mitad y en la coda. Una canción que no espera, repleta de imágenes tenebrosas y emociones amargas que parecen fotografiar la soledad moderna y urbana mientras la música recoge algo de aliento y determinación. "Fleeing Home" es la más corta del paquete y quizás la más certera. Con un ritmo embaucador y en ascenso, tiene una línea que hace de estribillo inquieto y persuasivo: "the future is pain and the present is over". A pesar de su fatalidad, resuena más como grito desgarrador de arrojo, en parte gracias al talento en la articulación de un cantante con rango para la expresividad. La voz se hunde y la guitarra percute con delicadeza. Recuerda al "La Grange" de ZZ Top pero con un aire más roñoso y añejo, como si fuera una versión de Steppenwolf o Bad Company pero en penumbra y cayendo por un pozo. Destaca la batería que mantiene el ritmo hasta que lo hace añicos con los platillos sonando como una algarabía de loza en trizas. Llega después "Demon's Catcher", otra canción de letra siniestra con arrebatos de entereza enérgica; parece dirigirse a alguien, pero da igual, porque enredan con los planos del diálogo. Podría ser hasta una canción de amor: hay un pronombre posesivo que te permitiría inventarse la historia. Siguen repujando estribillos, en este caso, quebrando el patrón para que el fuego sea más ardiente, en un arabesco en el segundo verso que altera el efecto. Una canción de contrastes repetidos que termina con una coda majestuosa en la que la guitarra eleva el suspense. Tiene un comienzo a crooner rollo Mark Lanegan o David Eugene Edwards por no hablar siempre de Nick Cave. Si van por ahí, lo tendrán más fácil, pero no deberían renunciar al resto. Finalmente, se cenan el disco con "Last Meal at the Dawn of the Day", la canción más exigente y larga aunque tampoco llega a los tres minutos y que, además, se trasiega con rapidez, apoyada en el patrón instrumental que hace de gozne a la mitad y de portazo al final. Una canción de voces implorantes con detalles escondidos, que tiene un desarrollo más grueso, casi metalero al principio, y sorpresa mansa, con aire de soul, para hablar de esperanza mutilada, dolor y angustia en un escenario de cercanía y rutina. Justo el contraste perfecto con la anterior, la constatación de que hay poso y peso.
Creo, pero también me lo invento, que a Black Toska le cuesta, y, por ello, lo que hacen tiene ese barniz denso, la solidez de una arquitectura hecha piso a piso, sin naipes ni improvisaciones. Las canciones son recias, de estructura sencilla pero recamada, sin debilidades ni partes superfluas. Juegan al equilibrio en el filo entre la tragedia y la esperanza, la amargura y la tenacidad, la luz y la oscuridad. Las letras acompañan, recreándose en el contrapunto, sugiriendo y amagando. Con inclinación cinemática, desde el principio al final de cada canción, se siente una energía tangible y evocadora: las notas traen imágenes, una potencia visual y emotiva que no se repliega. Lo hacen además con una personalidad marcada, protegida en una voz de testura gredosa, una base rítmica muy expresiva y guitarras con puntería, de las que aparecen por sorpresa para apuntalar el fortín. Un disco corto, hipnótico y estimulante que merece continuación.
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