Creo que en su país usan habitualmente la etiqueta "power-punk", con versiones más barrocas dependiendo de quién escriba. También suelen usarla para hablar de Cyanide Pills. Los británicos sacaron en 2017 su tercer larga duración: Sliced and Diced. Largo fue: dieciocho canciones, aunque ninguna alcanza los tres minutos. Si la etiqueta es adecuada o no es algo que, sinceramente, no importa una mierda. Lo que realmente debería importarnos es que todas ellas, las dieciocho canciones, las incluyas en la categoría que las incluyas, son ejemplos diáfanos de cómo ha de escribirse una buena canción: hits en potencia. No sobra una coma. Y yo de eso sé, que me sobran muchas.
Ya lo habían ido haciendo antes, poco a poco, pero en este disco, Cyanide Pills dan el paso definitivo. Lo hacen, además, en lo musical y en lo lírico. Me explico, por inercia:
Por un lado, han conseguido un disco insultantemente compacto y variado, que pasa de un género a otro, columpiándose en las normas y los patrones. Mezclan melodías poperas y guitarras distorsionadas con la naturalidad con la que nosotros absorbemos oxígeno y expulsamos dióxido. Escuchas el disco entero y puedes, si quieres, acordarte de bandas como los Replacements, Weezer, Fountains of Wayne, Toy Dolls, Art Brut, The Wedding Present, Kurt Baker, los Buzzcocks, Ramones, Sex Pistols, Dead Boys... La lista sería interminable y tan dispar como la que yo me acabo de inventar. Son capaces de manejarse con soltura y sin brújula, aunque sea a tientas y sin prisa, en el espacio resbaladizo que recorre el camino entre la épica alegre y aparentemente inofensiva del power-pop y la rabia y gravedad del punk comprometido.
Por otro lado, además, también han sido capaces de progresar en su capacidad para escribir canciones con letras que dicen algo y, además, lo dicen bien, distinto, con eficacia e impacto. Y una dosis de humor bien entendido. Y un ángulo distinto tanto para mirar como para contar y que no suene a que ya nos lo han contado antes. Tienen canciones de amor, por supuesto, pero, en líneas generales, éste es un disco con carga social, sobre frustración, compromiso, conciencia y responsabilidad, pero sin eslóganes baratos ni lugares comunes. Atacan la apatía y la agonía de nuestra estructura política y moral y lo hacen con agudeza y buenos estribillos. También hay cosas más ligeras: ciencia ficción y malos viajes.
No voy a ir canción por canción porque agotaría mi propia paciencia, además de la vuestra, pero podemos resumir los ejemplos concretos hablando de unas pocas. "I Don't Remember" abre el disco, rememorando con ironía los logros de la democracia y el progreso social, desde la libertad de elección, a la que ya le cantaban Devo hace tiempo, hasta las calles sin ley marcial. Un grito con ritmo y rima en contra de la apatía que empieza más calmado de lo que se podía esperar; y eso que le sigue una "Stop and Search" que se abre con batería y guitarras alocadas y podría recordar a productos más comerciales, algo que también ocurre, por ejemplo, en una canción luminosa, de pop guitarrero y accesible como "Razorblade". "Big Mistake" sigue en esa línea: power-pop más calmado, de guitarras con eco y un bajo haciendo labores de director de orquesta. En "Laid-Off" hay más plomo, peso: la voz se hunde y le bruñe blues a la apuesta de Cyanide Pills. Es rock and roll que levanta la batería a redobles mientras las dos guitarras conversan sin reparo. "Pre-Emtive Strike" es la demostración de que saben estirar y pervertir los patrones para jugar con las emociones. "Still Bored" es más punk de palabras clave, a la yugular. Se acercan a la psicodelia en el broche final de "Took Too Much". "Alone Tonight" suena a los Ramones pero también a los Replacements. "Government" es más rock and roll con un aire glam y habla de pagar impuestos para sentir que te roban sin remordimientos. El aire extrovertido no le quita trascendencia a la letra. "Cut Me Loose" es Chuck Berry con matices. "Under the Knife", igualmente, se acerca más al rock and roll rufián y bullicioso. Finalmente, que tengo que parar ya, "In the Back of the Car" sería un buen ejemplo de cómo hacer que un minuto y veintiocho segundos de punk de vieja escuela, efectivo y firme, pueda durar casi eternamente. Los Cyanide Pills son expertos en producir esas canciones de minuto y medio que perforan nuestra conciencia y permanecen en la memoria a base del punzón de la guitarra y la repetición de los estribillos.
En resumen, canciones que usan los coros para algo más que adorno, con guitarras dinámicas y mudables y la base rítmica traduciéndose en un lenguaje subrepticio que mantiene el fundamento. Un disco repleto y tajante, disfrutable y accesible, que no rehuye la hondura ni la complejidad. Letras y estructuras bien conjuntadas para mantener actitud y espíritu en sintonía y armonía. De la primera a la última, porciones y trozos (guiño al título que no me ha quedado muy lucido) que te obligarán a acabar el plato entero, te lo aseguro.
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