Bien, vamos a aprovechar diez minutos de esta, aparentemente, soleada mañana. Solo quería darle un poco de sentido a lo que hice en los últimos y los primeros días de este año que acabamos de estrenar y del que recién despedimos. Anuncié que iba a publicar una serie de reseñas sobre los discos que había ido escuchando en 2017 y, al final, me quedé en cinco: Banda Magnética, Desorden, Cyanide Pills, José Ignacio Lapido y Josele Santiago. Se me quedaron en el tintero unos cuantos, pero estaba claro que eso iba a ocurrir. Nos dimos menos de una semana de plazo para cubrirlos todos y, aunque parezca fácil, escribir me suele llevar su tiempo, y el tiempo no sobra últimamente.
Así que, antes de seguir adelante, y viendo que 2018 se presenta, como todos los años, la verdad, apasionante, y habrá nuevos álbumes y más cosas que contar, me he encontrado con un rato solo en casa, con café recién hecho y el ordenador abierto sobre la mesa, y me he dicho, disfruta de diez minutos para cerrar esto.
Porque, la verdad, de esas que quedaron en el tintero, algunas duele no haberlas escrito (o más bien publicado), porque las tenía preparadas para sacarlas del horno y ponerlas encima de la mesa.
Tuve que elegir entre terminarlas fuera de plazo o abandonarlas, y elegí lo segundo.
La de Infrasoinuak de Berri Txarrak la tenía casi acabada e iba a darle al botón naranja de publicar, pero había que repasar, y, al final, lo dejé. Ya la he borrado. Mi tesis principal en esa entrada era muy básica y de andar por casa: me ponía del lado de los que están disfrutando del camino hacia la experimentación y la mezcla que está llevando a cabo, en sus últimos discos, el power trío vasco. No quiere decir que renegara de lo anterior, pero he de confesar que su último disco tiene un gancho que me atrapa: esa forma tan natural y auténtica de mantener la personalidad que ya han asentado tras tantos años de darle a la música, pero ahora bruñida con nuevos matices.
También tenía muy avanzada la entrada sobre el disco de Los Bonzos Hagamos América punk otra vez, cuyo vinilo estrené el fin de semana pasado pero el cedé está ya rallado de hacer el camino de casa al trabajo durante toda la semana. Me costó aceptar todas esas letras llenas de historias de ficción, pero he acabado sometido por lo fácil e inmediato de los estribillos y por la energía que desprende el disco. Canciones que se te quedan esculpidas en el subconsciente. Mi favorita es "Lluvia, hierro y Rock & Roll", pero es significativo que el domingo, sin salir de casa porque llovía, el vinilo daba vueltas a toda ostia, y aunque no sea un contenido muy pedagógico, mi hija de tres años y un servidor, bailábamos como locos en el salón al son de la rima fácil del estribillo del "Rey de la ría".
Tenía pensado también escribir sobre el último disco de Richmond Fontaine, que aún no está a la venta y que quizás no lo esté hasta que no salga el último libro de Willy Vlautin Don't Skip Out on Me. El libro ya está disponible en preventa en Amazon.com, y vendrá acompañado de un disco que Vlautin ha grabado con su antigua banda, separada hace solo un año. Por amistad, el que escribe esto ya ha tenido la oportunidad de leer el libro y de escuchar un disco instrumental que está pensado para escuchar después de leer la novela y evocarla, ayudarte a complicar la historia, imaginártela de nuevo, revivirla. Si manejáis el idioma, os recomendaría que no lo pensarais y reservarais ya una copia: se repiten los temas que Vlautin maneja con soltura y se aproxima a uno nuevo que siempre le ha gustado, el boxeo, pero el boxeo menos grandilocuente y épico. Vlautin siempre ha dicho que una de sus novelas preferidas era Fat City (1969) de Leonard Gardner. Si queréis esperar a la traducción, llevará tiempo. Si os gusta Richmond Fontaine, disfrutaréis de un álbum conciso y concreto, donde falta el valor de las historias comunes y francas que solía escribir Vlautin, pero no os arrepentiréis de la escucha.
Había escuchado y tomado notas del de Joana Serrat. Dripping Springs ha recibido muy buenas críticas (la eligieron la primera en la lista de Mondosonoro de los mejores álbumes de americana del 2017, por ejemplo) y ha conseguido un hueco en la producción de un género que cada vez tiene más peso en nuestra cultura, aunque parezca provenir de otra. Tampoco, finalmente, escribiré esta crítica.
Pero a quién le importa, la verdad. Creo que aún me quedaba algún otro disco por ahí, pero esos cuatro iban a ser seguros. A Bullet Proof Lovers, no me ha dado tiempo ni de desempaquetarlos. Rafa Rueda me lo trajeron desde la Azoka, y aún sigue en encima del salpicadero del coche. Jason Isbell & The 400 Units me lo tenía que tomar en serio, y no había tiempo. El disco de Ricardo Lezón quería cubrirlo con precisión, pero no pudo ser. Aún tengo que pasar por la librería Cámara a recoger su libro de poesía. No he llegado a tiempo, pero valga como ridícula compensación haber dejado algo aquí. En líneas vagas que dicen poco, por lo menos hemos mencionado a cuatro más. Hubiera dicho lo mismo pero gastando más palabras, casi seguro.
Como decía al principio, creía que era necesario cerrar esta anunciada remesa de fiasco review!s y pasar a mejores cosas. El 2018, ya lo he dicho, se presenta interesante. Bandas en sintonía con este blog entrarán al estudio de grabación. Algunas ya lo han hecho y pronto nos lo darán a conocer y nos obligarán a volver a ponernos en evidencia en este blog. También habrá conciertos especiales, muy especiales, empezando ya desde febrero. La iniciativa privada en nuestro pueblo parece que seguirá invirtiendo en esto de la música y nosotros nos proponemos seguir colaborando, en la medida de nuestras posibilidades, para participar del esfuerzo local y, de vez en cuando, llegar un poco más lejos.
Volveremos pronto y contaremos más cosas, esperando que algunas consigan captar la atención de alguien. Incluso, por supuesto, recuperaremos esta etiqueta que hoy repasamos aquí y, quién sabe, quizás volvamos a hacer preguntas, editar ficción, escribir, al menos, una buena crónica. No tenemos, en este blog, propósitos de año nuevo. Nunca los hemos tenido ni los tendremos, pero, por otra parte, cada año lo cerramos con las mismas ganas de decir adiós, y cada nuevo lo empezamos incapaces de hacerlo. Nos vamos a conformar con eso.
Por cierto, los diez minutos de la soleada mañana se fueron a la mierda en lo que se chiscan los dedos. Hoy es una nueva mañana, y encima lluviosa, y es ahora cuando voy y aprieto el dichoso botón naranja.
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