Sin rodeos ni fogueos



Paso de prolegómenos y rodeos. Es domingo y mañana lunes. Voy al grano: 

Los Escapaos llegaron al Tubo desde Cantabria. Se soltaron una hora justa en vivo, más o menos, repartiendo lo que ellos llaman rock'n'juerga, que no deja de ser una especie de rock and roll urbano con un toque punkarra, la dosis que aporta un vocalista en la tradición Evaristo Páramos. Nos recordaba al gallego de Salvatierra y a muchos que le han seguido después, para qué te voy a mentir. Cantaba sin ser capaz de reposar los pies en el suelo, masticando las sílabas, apoyándose en el pie de un micrófono customizado con una soga anudada para ahorcar, como la que ilustra su último disco. Le dieron, por cierto, un sombrero que no le entraba en la cabeza y se lo tomó a risa: desprendía buen rollo el chaval. Interactuó con un público que fue yendo de menos a más y acabó por calentarse porque, principalmente, la banda no dejó de insistir hasta que consiguieron sintonizar. Se tomaron pocos y breves los descansos. El Marpe de Manifa les cambió una cuerda, pero, en general, tras una intro ambiental, de tono clásico y epopéyico, el cantante le pidió el pie al guitarrista rítmico y ya no pararon, se soltaron el concierto entero y de seguido, sin altibajos ni atajos, al tajo y a destajo. Le dedicaron a David el "Ciudad podrida" de La banda trapera del río y usaron a The Ramones para presentar una adaptación cuya letra avivaba fuegos contra la mala costumbre de currar. Además de eso, canciones de acuñación propia, repletas de letras con ironía y humor, rumor de barrio con peña en el paro y peroratas en el telediario, canciones de amor y tránsfugas políticos. Todo con un buen sonido, estructuras apelmazadas, huecos para coger impulso y, sobre todo, un buen guitarrista solista, de los que usan hasta el dedo gordo de la mano del mástil, capaz de pasar de los patrones clásicos del rock and roll a progresiones más stoner, sin dejar de refinar los espacios vacíos que dan aliento a las canciones. Le dieron hasta al folklore montañés, con pandereta en manos del bajista y el batería sacándole la jota a los platos de su batería. También le dedicaron una canción a Terele Pávez y el homenaje cinematográfico lo rubricaron cantando a palo aquel recitado de Manuel Manquiña, alias Pazos, que contribuyó a convertir el Airbag de Juanma Bajo Ulloa en una película de culto. Terminaron prometiendo que volverían y acercándose a nuestra herencia musical. 

Y paso de tirabuzones y finales de fogueo. Es domingo y mañana lunes. Lo dejo aquí. 


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