Rotten Me



Yo creo, sinceramente, que fueron de más a menos. Pero es que empezaron tan enérgicos e intentaron continuar el ritmo de manera tan elevada y tupida que costaba creerse que pudiera ser cierto. Lo hicieron todo sin fluctuaciones. Cerraron con su "I Don't Wanna Be the One" en plan estelar, volvieron para soltarse un bis de una canción... y punto. Y a parte:

Si lees lo que han escrito de ellos por internet, te lo explican claro y al grano: que son suecos, que tienen dos álbumes, que mezclan garage, punk-rock y post-punk. Les suelen relacionar con varias bandas, de distintos palos, desde Jesus and The Mary Chain hasta The Vibrators, pero siempre, siempre o casi siempre, sale el nombre de los Buzzcocks a colación. 

Yo lo oí con más complicación, pero es que soy así y así seguiré, nunca cambiaré. Me pareció que tenían un deje indie: en la voz, en el fraseo, en el menudeo con la intensidad. El batería vestía una camiseta de los Concrete Worms: también había de eso, punk balcánico y británico y universal. El guitarrista principal, que se soltaba punteos sin molestar, sonaba ochentero, a veces, gaseoso, ampuloso. 

Los Rotten Mind ya habían pasado por Barakaldo antes. Visitaron El Tubo y lo petaron. Me dicen que sonaron parecido aunque creo que había cambios en la formación: guitarreros y melódicos. Ayer, les tocó repetir en el pueblo pero lo hicieron en El Mendigo, una "nueva" sala (nueva, entre comillas, porque el sitio ha visto a muchas generaciones de adolescentes bailando música comercial y porque los emprendedores que programan no son precisamente novatos), que ha entrado fuerte y a saco en el mercado de la música en directo, con muchas fechas, buen y diverso cartel y, sobre todo, ofreciendo un escenario plácido e impecable para el oficio que proponen: espacio diáfano, sin columnas, buena acústica y cerca de todo, incluidos los negocios de comida rápida donde íbamos esas generaciones de malos bailadores de música comercial a meternos algo sólido al estómago los sábados iniciáticos. 

Este viernes hubo gente, suficiente para que se hiciera bulto y no demasiada para incomodar. Había, además, gente con alcurnia y bagaje, mucha peña de Portugalete y un tenderete con un buen surtido de vinilos. El sonido tuvo, quizás, mucho volumen pero, a pesar de ello, tenía claridad: el bajo sonaba con cuerpo y se distinguían el resto de instrumentos, se percibían los espacios. Los Rotten Mind lo aprovecharon y registraron un concierto eléctrico y contundente, pero el sismógrafo tampoco dibujaba vibraciones: ni por abajo, que es lo bueno, ni por arriba, que hubiera sido lo sublime. Si te gusta el género, lo practican bien. Si te gusta enredar en los contornos, quizás te quedaste con las ganas de algo más. 

Por lo demás, el concierto empezó antes, con la banda Serpiente abriendo y recogiendo antes de que subieran ellos. Pero, sinceramente, llegué tarde y pasé más tiempo fuera fumando bajo la lluvia y platicando sobre tal diversidad de temas, que a Denis Diderot le hubieran entrado ganas de volver a escribir enciclopedias. Dejo a las bilbaínas para otra ocasión.  

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