Llegaba tarde e
iba hablando conmigo mismo: si Jose me da un número alto, paso de entrar, me
decía. Así que llego a la puerta de El Tubo y cuando Jose estira la mano, cojo
el papel, y le doy la vuelta. Escrito: el 17. “Poca gente, ¿no?”Y Jose afirma
con la cabeza. Justo llega por arriba Patxi Harper acompañado. Nos metemos
dentro los tres, sorteando al guitarrista y vocalista de los Big Mouth. Nos
vamos al fondo, pero por el camino, choco el puño con Brutus y saludo a Gotzon
Hermosilla. Con un pie en la pared, Jon y Mikel. En la barra, David dice hola
con la barbilla y Patxi nos apunta con el dedo y murmura en voz alta mientras
se atusa el bigote: “Vaya tres”. Pues vale.
Otros tres
están arriba en la tarima haciendo música. Bueno, al guitarrista le han desahuciado.
No queda sitio en el escenario. El batería está orientado hacia la puerta y el
bajista ha alquilado una esquina junto a la barra. Así que al tercero le han
dejado junto a las escaleras, pero se le ve feliz, cómodo, como en casa. De vez
en cuando, cuando termina de cantar, parece que busca la bombona de oxígeno. El
batería, directamente, pide unos minutos para recuperar el resuello. Pero es
que es de entender: si estuvieran buceando, esto sería una maratón de apnea.
Vaya forma de soltarse canciones con las venas repolludas. Arden las laringes y
surcan los decibelios. Como somos pocos, todo entra mejor: el sonido es más
puro, la concordancia más auténtica. Cuando dicen que han terminado, eso sí,
casi sin darles tiempo a pasarse la cincha de la guitarra por encima de la cabeza, nos vamos de
allí, y al pasar a su vera, el bajista, sin acritud, nos grita: “Ala, todos a
correr al Mendigo”.
Por lo demás,
si de verdad aún confías en que yo te diga algo que sentido y proporcionalidad,
voy a abusar de tu inocencia: los Big Mouth me sonaron a algo a medio camino
entre el punk con guión al rock y el que apellidábamos hardcore y emparentados
también con el indie de las décadas finales del siglo pasado. Hay melodías,
acordes, dos vocalistas, uno más melódico y otro más aguardentoso, y todo lo
hacen como argamasado, bien ceñido. Además, ayer, demostraron su veteranía y
naturalidad, no dejaron de apretar, de celebrar y de mostrar buen rollo,
entrara y saliera quien lo hiciera o quedara quien quedara dentro.
Hubo, además,
momentos memorables, de anecdotario o para sacar a colación cuando alguien se
ponga farruco con historias infladas. A saber, una, su versión del “Cherry Bomb”
de The Runaways; y, dos, por supuesto, el arrebato final, Álvaro Brutus
colaborando para cerrar con el “I Will Come Back (to the Nuthouse Tomorrow)”,
canción de los propios Big Mouth que podría estar en cualquier lista de
radiables, y que Brutus comenzó cantando a lo Leonard Cohen, reposado y con la
mano en el bolsillo, y la terminó desatado, escalándose a la barra y abroncando
su voz.
No dijimos ni adiós.
Nos fuimos como dice la locución del mundo teatral, por el foro y haciendo
mutis. Había doble sesión ayer y unos minutos bajo la lluvia para llegar de una
a la otra. Daba igual que jarreara, después de esa sesión de punk-rock
instantánea, gracias por ello Big Mouth, nuestras seseras estaban hidrofugadas.
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