Es esto, básicamente: Huracan Rose, banda formada a finales de 2016, compuesta por un batería, dos guitarristas, bajista y voz. Acaban de grabar cinco temas en directo y en un estudio de Bilbao. Las han reunido en un EP y le han puesto de título "Canciones bélicas para días de paz". Las canciones han visto la luz comercial en un coqueto formato digipack que puedes comprar por tres euros. Salió hace un mes, más o menos. Aún no las han estrenado en directo. Lo harán este próximo sábado, 28 de Octubre, en un concierto en el Plaza Beltza Kulturgunea de Larrabasterra, donde acompañarán a otras dos bandas, unos que no llevan mucho tiempo pero que ya están dando de qué hablar, los Negracalavera, y otros que ya son veteranos pero siempre resultan efectivos, los Tiparrakers.
Yo ahora podría ventilarme esta reseña hablando al grano de estribillos, coros, letras de perdedores, mucha actitud y aún más guitarreo, y pum, ya está. Podría soltar por ahí un par de fogosos adjetivos que pretendan verbalizar los simbólicos cuernos que siempre hacemos con la mano y, zas, ya está. Añadiría un par de nombres de bandas, como manda el patrón, teniendo para elegir un montón, de Barrikada a Porco Bravo, pasando por cualquier grupo sueco al que le mole la distorsión y, di-da, ya está. En algún momento, soltaría uno de esos giros dramáticos míos para resumirlo todo con dos palabras que empiezan por erre y conocemos todos, bien trenzadas por la alternativa gráfica de la conjunción copulativa latina y... Plis, plas, me sacudo las manos, y ya está.
Pero no. Creo que este EP merece un pelín más de atención. Así que me voy a extender, voy a tirar para adelante, aunque se acabe el piso y me caiga por el vacío del acantilado.
"Bailando con el diablo", la canción que abre el disco, es un corte que va creciendo sobre un riff de guitarra adictivo. Por primera vez, se presenta una voz áspera, de las que tienen personalidad y reclama su protagonismo. El núcleo es músculo: estribillo y coros; guitarras bulliciosas y buena base rítmica. Es una canción maciza, que no se sale de los renglones del manual del rock, una buena carta de presentación. Contiene, además, una de esas frases que, tarareada, te permite sacarte el carné de la tribu: "Escupe Rock & Roll". La siguiente, "Océanos", es quizás la más sencilla de todas, pero suena firme. La línea melódica de las guitarras es más gradual y uniforme. Los coros no van al unísono. El estribillo es contundente: dos palabras para desgañitarse a gusto. Tiene descansos de esos que sirven para remover la tierra con el tacón mientras te dispones para coger impulso, preparándote para un final fulminante y atronador. Llega seguido "Lo hicimos criminal", con una guitarra de sonido más limpio pero agazapada. La parte vocal, sobre todo en el estribillo, tiene como una inflexión angulosa que le da más hondura a la canción. Un canción que, con todo eso, demuestra madurez, porque, además, tiene un ritmo más reposado, una tonalidad más densa. El bajo pasa a primer plano y hace de anclaje, así que las guitarras aprovechan y se esparcen. "Mi calavera" reposa en el bordón con aire nostálgico, el peso de una derrota aceptada. Bajo, de nuevo, con autoridad y guitarras gamberras. En esta ocasión, el final va apareciendo y desapareciendo poco a poco. La última del lote es "Huracan Rose", donde sí que se nota un rollo punkarra en la modulación con la que canta El Alme. Por lo demás, es la misma filiación, incluyendo el sonido particular que crea el juego entre una parte rítmica contundente pero reposada, y dos guitarristas que si fueran espeleólogos llegaban al centro de la tierra dando rodeos por los sótanos de los cinco continentes.
Ninguna de las cinco canciones pasa de los cuatro minutos. Las letras son políticas porque política es todo lo que tocamos y corrompemos con nuestra debilidad humana, lo que torcemos con las decisiones que tomamos. Y ellos parecen decididos a dejarnos, sin que parezca que lo hacen, su propia visión de la vida, una en la que hay hueco para las historias menores, de gente sin suerte ni mucho tino, que si no ponen otra mejilla es porque no les quedan. Son letras íntimas, con historias universales, donde se sitúan por encima de la media, que es un lugar muy alto hoy en día, en cuanto a la pericia para expresarse. Hay lugares comunes e imágenes manidas (en la primera canción recurren a la santa fala del rock and roll: usan palabras como "alma", "corazón" y "salvación") pero, por encima de todo, en las cinco canciones demuestran talento para equilibrar los versos, encajar perfectamente los fraseos, encontrar rimas frescas que no resulten redundantes ni facilonas (algo muy difícil, por lo visto en general, que ellos resuelven con nota) y acertar con las palabras que eligen para destacar en la canción y así sonar originales y con mordiente. Nada parece estar fuera de lugar y el contenido ensambla perfectamente con el continente. Eso es un plus y un aliciente.
En general, estas cinco canciones son un aliciente. Una buena carta de presentación. Si era su objetivo, grabar un puñado de temas y empezar a presentarse en sociedad, obligándonos a pedir más, lo han logrado con creces. Ahora les toca subirse al estrado y declamarlo. Tengo un pálpito, y el pálpito me dice que no van a defraudar. Suelen acertar mis rodillas más que lo que lo hacen mis pálpitos, pero bueno. Si me duele la izquierda es que se aproxima ventisca. Si me duele la derecha, lo que viene es el monzón. Una vez me dolió en Texas y empezó la temporada de huracanes. Ahora que me acuerdo, creo que en la temporada del 1995 o por ahí, a uno en el Pacífico le llamaron Rosa, que no Rose. Da igual, ahora, lo que importa es el pálpito, pero es fácil tenerlo: si escuchas el disco y te dicen que apuestes, apuestas por el ciclón tropical encarnado sin dudarlo, seguro.
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