A mí lo de Copycats me sonaba a Sigourney Weaver teniendo una agorafobia que te cagas porque un asesino en serie intentó estrangularla. O algo así. Si aquella psicóloga de ficción se hubiera acercado ayer a El Tubo seguro que hubiera estado a gusto. Allí acurrucadita entre tanta masa humana, seguro que se hubiera dejado llevar por la música de los Copycats y se habría sentido protegida y emponderada, como se dice ahora. Más o menos, así nos sentimos ayer todos los que inauguramos el festival de conciertos de estas fiestas patronales: bien, cómodos, satisfechos, que decía una amiga mía.
Y es que Copycats sonaron resolutivos y enérgicos. Se presentaron en Barakaldo en un formato de trío que merece una explicación. Y es que iniciaron el viaje para su gira siendo dos, y el día antes de llegar hasta nosotros, tocaron así en Madrid. Sin embargo, captaron a un bajista para su secta y se lo trajeron al Norte mientras por el camino se aprendía las canciones. Así que llegamos, los que llegamos puntuales a El Tubo, y nos encontramos con los Copycats en plan local de ensayo. Tiene mucho mérito lo que hicieron y solo por eso ya se merecieron el calor y el aplauso con el que les recibió el respetable. Más aún cuando, a pesar de todo lo que acabamos de contar, como dijimos al principio del párrafo, sonaron bien, con brío y firmeza. Sonaron, incluso, demasiado altos. Sobre todo, al principio, con la voz hundida y la guitarra un poco apaciguada, pero, poco a poco, todo se fue asentando y se pudo apreciar más el matiz terso y cadencioso que los riffs del guitarrista le aportan a unas canciones que, en raíz, son indómitas y montaraces, adjetivos que os podéis guardar en la memoria para utilizar en mi contra cuando queráis. Quizás por esos riffs, más que sonarme al punk de la primera ola, para mí Copycats sonaban al punk que todas esas bandas de principios del siglo en que vivimos hicieron comercial y vendible. Me refiero a esa etiqueta que algunos llamaban dance-punk y que tanto gustó a los redactores del Pitchfork y otras revistas por el estilo. Pero no te confundas, Copycats no se parecen en nada a Franz Ferdinand o Arctic Monkeys. Del dance-punk, ellos solo se preocupan por la segunda parte detrás del guión. Suenan más auténticos, puros y expeditivos que todas esas bandas. Suenan a la raíz. Pero suenan con esa sutileza distinta, sin perder fuerza.
Cerraron cuarenta minutos de concierto con la misma garra con la que abrieron, el guitarrista con los pies en el suelo y sin haber bajado el listón ni por un segundo. Fue un comienzo cojonudo para abrir las fiestas. La cosa promete.
Banda: Copycats
Escenario: Bar El Tubo
Día: Jueves, 13-07-2017
Número de palabras: 457
Fotografía: Lucce.
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