Hubo un momento en el que, inconscientemente, resumieron por qué se llaman Negracalavera, que, por cierto, me parece uno de los nombres más logrados de nuevas bandas autóctonas que he oído últimamente. El cantante quiso presentar una canción que, al parecer, tenía una letra de contenido vitalofilosófico y empezó a presentarla hablando del ciclo de la vida: que nacemos, vivimos, y cuando quiso añadir lo de morir, no supo cómo cerrarlo porque, efectivamente, aún están vivos y casi que recién nacidos. Otro miembro de la banda le ayudó: "pero moriremos pronto", lo que le puso ese punto de humor negro que parecía darle significado al nombre de la banda. Pero, en cualquier caso, el cantante lo arregló reescribiendo la frase con acierto y poesía: "nacemos, crecemos y tocamos". Y tocan. Rock & Roll tocan.
Los Negracalavera se estrenaban en el Tubo, al que ellos mismos calificaron como coliseo. Coliseo igual no es, pero el Tubo es un lugar espléndido para bautizar un nuevo proyecto y ayer estuvo petado para asistir al bautismo de esta banda bilbaína que aprovecharon la cantidad de público para pervertir el rito cristiano y en lugar de meter la cabeza en la pila bautismal practicar la ablución con los cuerpos presentes de todos los fieles que atendieron la misa del viernes noche.
Será un nuevo proyecto, pero esta gente no ha empezado ayer. Hay miembros con currículos extensos que les emparentan con otras bandas desgraciadamente fenecidas o aún en activo, como The Ribbons, Bugatti, Belushi o Beer Mosh. Es decir, que ayer se les notó ya el cuajo y el desparpajo, por mucho que el concierto fuera el primero del montón que, supongo, pretenden dar a partir de ahora. Además de bagaje, tienen una buena ristra de influencias que confiesan en las redes sociales (punk y protopunk, rock escandinavo, glam de Detroit y Nueva York, Rock and Roll clásico y hasta los Nashville Pussy), y que alimentó aún más la expectación que había por verlos en directo para cerrar la ristra de directos en el Tubo durante el mes de Marzo.
Y se notaron, como ya he dicho, lo mismo la experiencia que las influencias. Desde donde yo estaba, al fondo, pegado a la barra, lo que mejor se veía era la parte rítmica: un bajista al que no solo se le veía sino que también se le notaba cómo alicataba las canciones y un batería reconocido por su estilo particular: uno en el que añade sonidos más variados a los habituales que salen de combinar parches, bombo y platillos. El cantante sonaba como si estuviera cantando con los cables enchufados a la toma de tierra: remoto y misterioso, contundente en la energía y los estribillos propios del Rock & Roll autoreivindicativo y vigoroso. A los guitarras ni los veíamos, por más que nos pusiéramos de puntillas para mirar. Oírles se les oía porque lo que se percibía era ese High Energy que necesita muchas cuerdas para resultar eficaz. En conjunto, desde el fondo, los cuarenta minutos de concierto parecieron un poco planos, que no se me entienda mal, siempre manteniendo un mismo nivel diligente y bien ejecutado, pero sin ningún momento climático, sin una canción que destacara sobre las demás, sin ángulos ni sorpresas. Eso se lo guardaron para el final, en un bis que resultó prometedor y robusto, dejando a la peña con ganas de más.
Ese final, en una banda que está en el principio, nos deja con ganas de seguirles la pista en el durante, porque prometen y dan confianza. Apostaría a que son capaces de confirmar todo lo que asomaron ayer por un Tubo que actuó de testigo para ver que el grupo nace, además, con la gente dispuesta a sumarse a mi apuesta y a su propuesta.
En resumen, quédate con el nombre y acércate por allí por donde lo oigas que no es un hechizo para sortilegios de santería, es más bien un grito de guerra para practicar Rock & Roll, así, con mayúsculas y con todas las letras.
Posdata: les robo una foto del Facebook para ilustrar esta entrada. Ya les devolveré el favor haciéndome con su música en plástico cuando la graben.
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