Los heraldos negros de Rui Díaz y la Banda Imposible



Enredando, me he encontrado con una entrevista en La Galera Magazine. Bueno, con el titular, porque he de confesar que el resto no lo he leído: "Siempre he entendido la canción como un género literario", dice Rui Díaz. La frase coincide con la forma en la que yo he entendido y disfrutado el disco Los heraldos negros de Rui Díaz y la Banda Imposible. Eso es lo que os voy a contar luego, pero, siguiendo con este ejercicio de autoconvencimiento, necesito añadir que ellos mismos escriben en el librillo que acompaña al disco, en la parte de los créditos, que este disco es "una historia de amor y muerte." Un poco más abajo, cierran la lista de agradecimientos con la siguiente línea: "A ti, que tienes esta historia entre las manos y los oídos. Hazla tuya. Sólo entonces tendrá sentido." Digo entonces que encaja y coincide, ¿no? Después de leer esto, me he convencido de que sí, a) las canciones forman una historia y b) tengo libertad para interpretarlas. Si, además, leo a Rui Díaz decir que c) la canción es "un género literario", pues ya no quedan dudas y creo que puedo escribir todo lo que iba (y voy) a escribir a continuación.

Pero empecemos dando un rodeo y expliquemos cómo llegué yo a conocer el disco de Los heraldos negros, teniendo en cuenta que yo vivo en el norte y hablamos de una banda pacense y de un disco que no habría podido descubrir si, por razones laborales, no hubiera bajado a Cáceres y, entre otros muchos recuerdos, regresara a casa con la satisfacción de conocer en persona a Jay Martin de Milana. Gracias a él y a Aritz Sertucha, conocí un rincón apacible e inspirador en Cáceres, la librería-cafetería Psicopompo. De cháchara, le pedí a Jay Martín que me hablara de alguna otra banda extremeña y fue así como volví a casa con el disco en la mochila. El lunes, al volver al curro, me llevé el disco, y en el viaje de ida y en el de vuelta, Rui Díaz y sus compañeros de banda me hicieron más ameno el trayecto. Lo mismo pasó el miércoles y el jueves, hasta que, por inercia, fui descubriendo los entresijos del álbum y ejercitando una forma de escuchar discos que estamos perdiendo. Me refiero a esto: no encontré una canción que me obligara a rebobinar, ahora que no se rebobina, y destacarla del resto. Tenía que escucharlas todas, una detrás de otra, y apreciar en conjunto todo el álbum.

El disco es un poco como el Rayuela de Julio Cortázar. Me explico, antes de que alguien grite: puedes leerlo con atajos, abriendo caminos que van de una canción a otra y vuelta atrás, o puedes leerlo de manera lineal, de principio a fin. Y como yo no soy tan listo como me creo, opté por lo rectilíneo para delinear la narración que creía distinguir dentro del disco. Así, me inventé una cronología, como si, canción a canción, se dibujara la vida de alguien que huía de un incendio para refugiarse en el amor sin poder esquivar del todo las debilidades y tentaciones que nos llevan a errar. Alguien que partía con su familia, obligado a dejar su tierra atrás, para sumar capítulos de una vida en la que la violencia y el descalabro se superan con una relación que acaba un capítulo más tarde, dando lugar a un final donde el personaje principal aprende a admitir la debilidad, lucha por admitirse, quererse e intenta situarse en un lugar y en un tiempo que parece lo mismo ahora que entonces, aquí que allí. Por eso, entendí el álbum como una historia contada en seis capítulos, y cada capítulo era un bloque de entre una y tres canciones. El primer capítulo (para mí, repito, así lo leí/escuché) lo forman un bloque con las dos primeras canciones, "La casa en llamas" y "Balas pequeñas para Ray", que deslizan el contexto pretérito de la historia. Un segundo bloque descubre el capítulo más esperanzador y luminoso, la historia de amor que se convertirá en el equilibrio entre lo pasado y lo que está por pasar. Este segundo capítulo lo forman la preciosista "Hotel Masada #202", "Ciudades rotas" y "Nana para niñas grandes". En el tercer bloque o capítulo, incluía yo las canciones "Algo de suerte" y "Carreteras secundarias", un interín en el que la idea del camino aprovecha esa virtud simbólica que tanta preponderancia ha tenido en la música. "Vértigo" conforma un capítulo climático; una canción que trastorna el desarrollo, reproduciendo un momento que obliga a reinterpretar las esperanzas desesperadas del anterior capítulo. Finalmente, "Servicio de lavandería" y "Antes de soñar", llenan de misterio y preguntas todas las certezas que esperas recibir cuando se acerca el final de la historia. Hay un sexto bloque, porque quedan tres canciones: una especie de capítulo-epílogo, más personal, como una oportunidad de deglutir lo escuchado. "Los hermosos vencidos" consigue con el plural del título que vayamos más allá de la primera persona del singular y aceptemos el juego de interpretar, de disfrutar de las canciones como un espacio creativo entre la ficción y la realidad. La parte melódica en portugués enriquece y complica aún más la historia. El piano alarga la tristeza; la melancolía se refuerza con una voz más ronca, con más determinación. "Caminos de vuelta" insiste en la metáfora del viaje y la tierra, un sentimiento que, en la historia que desarrolla el álbum, tiene tanto o más peso que el amor. Es una canción más enérgica, limpia y desnuda. Así te preguntas si lo que acabas de oír es ciencia o ficción, si los pueblos desaparecen o aparecen metáforas sobre los designios de la vida. Finalmente, "Lo que querían de mi" es un minuto y medio de evocación y reposo, voz con eco y dolor, donde la armónica prolonga el relato hasta convertirlo en memoria o poesía.

Me he flipado, lo sé. Se me ha ido la mano con las explicaciones. Es lo que hay, si no me dices para, yo sigo hasta... vete tú a saber dónde. En resumen (encima, con sarcasmo), un disco en el que destaca la producción; en el que la tierra, el sentido de pertenencia más primitivo y natural juega un papel importante, igual que la ciudad. Una historia sencilla que hacen compleja unas canciones que, aunque yo me empeñe en llenar las frases de subordinadas y ellos las canciones de pequeños detalles, siguen funcionando con una arrolladora espontaneidad. La guitarra eléctrica en "Caminos de vuelta" le otorga a la canción una energía que corrige todo lo pasado hasta entonces. El piano al comienzo de "Servicio de Lavandería", el cello en "La casa en llamas"... el contraste es uno de los recursos literarios más imponentes del disco. "Antes de soñar", una de las canciones más equilibradas, puede funcionar ajena al disco: "Te hice reír, te hice llorar, y, a veces, pareció que iba a funcionar. Siempre se nos dio fatal / mentirnos y creernos / que queríamos ser como los demás". Con silbido incluido. Ukelele. Va del folk al pop. La electricidad en "Vértigo" o el final de "La casa en llamas", por ejemplo, ofrecen una tonalidad alejada del folk, mucho más sugerente."Los hermosos vencidos", con la percusión partiendo la canción en dos antes de que entre el portugués y vuelva la canción del revés. El cello y el piano colaboran para darle ese halo de esperanza que parece mirar hacia atrás y repasarlo todo para terminar con una alegría contenida, reposada, resignada. La voz de Rui Díaz es una figura retórica más: parece cantar cada palabra como si fuera un texto completo. "Carreteras Secundarias" recuerda al Pink Floyd de "I Wish You Were Here", "Hotel Masada #202" a Xoel López, "Caminos de vuelta" a Quique González y "Los hermosos vencidos" a Josele Santiago. 

En conclusión, un disco como los que se hacen a veces, que ocupa un mundo completo, que  engendra un universo particular, aunque, en "Servicio de Lavandería", por ejemplo, se pueda hablar lo mismo de alguien ajeno que de uno mismo. Da igual quién sea Ray, todos los ritmos, el arte de la edición, los títulos, el título, los capítulos se pueden resumir en una línea del álbum: "Puede que el tiempo maquille la verdad". Quien dice tiempo, dice espacio, dice juego, dice música, poesía, literatura o esa espesura que queda libre entre el que canta y el que escucha. De lo que no hay duda es de que esto lo he escrito yo. Y yo tengo la culpa de la fronda que he ido sembrando, así que lo mejor que puedes hacer es lo que decían ellos: hazla tuya, dale sentido y, si puedes, olvídate de todo lo que acabo de decir. 

Comentarios

barton ha dicho que…
Hola, Ángel. Soy Rui. Me pasó tu reseña Aritz esta mañana. No la conocía y, la verdad, me ha alegrado el día, la semana y el mes.
La acabo de compartir por redes. Te copio lo que he escrito para presentarla, que -creo y espero- resume lo que me ha hecho sentir:

Aritz Sertucha Lista me pasa esta reseña de «Los heraldos negros» publicada hace unos meses por Ángel Chaparro, que conoció mi trabajo gracias a la intermediación de Milana. Muchas, muchas gracias. Probablemente sea la mejor y más completa reseña musical que me han hecho hasta ahora.
Si bien en la web sí que publiqué pequeños textos para unir las elipsis entre las canciones, en el libreto del disco decidí no hacerlo: las canciones tenían que tener fuerza propia; cada oyente debía otorgarles su propia unidad, haciendo una escucha activa. Por eso me hace tanta ilusión que Ángel lo haya hecho así, escuchando también el sonido entre los cortes y completando la historia de Ray de la mejor manera posible: haciéndola suya.
Me ha emocionado mucho. Muchísimas gracias.