Ibaeta, 3 de Marzo de 2017



El escenario estaba como de lado, dentro de un frontón cubierto. Las luces pillaban de costado y ayudaban a que se dibujaran sombras a la altura del pasa. Pasó con Pelayo y sus Malditos y pasó luego con Porco Bravo. No me voy a poner ahora a comparar esto con el mito de la caverna de Platón, pero sí que hubo ocasiones en las que mirabas de reojo y veías la silueta de Manu y detrás la de Kapi Guarrotxena, y algo te hacía ver más allá de las sombras y recordar. Recordar a Pulpo, por supuesto. Pero no hacían falta las sombras chinescas. Pulpo estuvo en el recuerdo durante todo el concierto: el primero de Porco Bravo desde su triste fallecimiento hace menos de un mes. Se le recordó sobre el escenario y se le recordó abajo. Se le veía en las sombras de la pared. Será complicado no acordarse de él en cada concierto, porque, entre otras cosas, va a haber más conciertos: no podía ser de otra manera. Sus cuatro compañeros de banda han decidido seguir haciendo lo que más feliz le hacía a él, tocar.

Si nos ceñimos al concierto: fue un set limpio, con algún error emotivo, una "Corre" que sonó expansiva y "Eléctrica actitud" cerrando, con chispas y tabla, sin foto pero con brío. Se hace raro no ver dos Gibsons sobre el escenario*, pero Kapi Guarrotxena tiene garbo y compás, un duende que encaja perfectamente en esta banda. Se pasó rápido, como si hubiera que pasarlo, pero yo, por lo menos, me sorprendí tarareando alguna de las canciones, como si haciéndolo, estuviera gritando eslóganes o expurgando penas, como si perteneciera, como si me reconociera allí y entonces. Bien. Cuando escribes canciones que para alguno trasciende lo meramente musical es que algo has hecho bien.

El domingo pasado ya comenté que no estaría mal ir hasta Ibaeta y estar cerca para la ocasión, pero la semana es larga. Ya había decidido rendirme a la rutina y no insistir, cuando me mandó un mensaje Jon B para ver si me animaba y le acompañaba. Me animé. Y le acompañé. Jon B no es B porque haya una opción A antes, porque mejor compañía no puedes tener: buena conversación, risas lingüísticas y me dio el currusco de su bocadillo. Lo de Sanchís y Jocano como banda sonora en el viaje de vuelta hasta tuvo su encanto y todo. Esa misma mañana de viernes, mientras ejercía de padre y vigilaba que no rebosara la cuchara de puré, me fijé que en el bar donde estábamos, en la televisión, estaban dando la Ruleta de la Fortuna. Tenían que descubrir una frase hecha: en seguida, reconocí la última palabra aunque le faltaba una vocal. La frase era: "Le está cayendo la del pulpo". Y a mí se me cayó el puré de la cuchara. Sonreí pensando en el viaje de la tarde hasta Ibaeta: la vida tiene a veces tretas que si te convencen acabas creyendo que la magia existe.   

Porco Bravo tiene magia, llámalo como quieras, de la auténtica, sin conservantes, ni colorantes, ni aceite de palma. Poesía sin versos alejandrinos, escenarios sin altura, música sin filtros. Sin Pulpo, la siguen teniendo, aunque estará con ellos siempre, porque, de alguna manera, lo que distingue a Porco Bravo es la línea del tiempo, la que vienen pisando desde el principio y que les une con el pasado y la realidad de su entorno, pero que también les marca un futuro en el que habrá espacio para el recuerdo y para esa palabra que dicha y escrita, en singular o plural, suena muy ñoña pero todos la practicamos en silencio, los sueños.

Quería ser breve y ya voy camino de no serlo, así que voy a cerrar aquí, bruscamente, que es la única manera de evitar que siga escribiendo.

*Mejor que corregirlo y ocultarlo, prefiero que quede constancia de mi error: sigue habiendo dos Gibsons. 

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