Esto no es una crónica, pero lo mío es crónico



Antesdeayer renové y sincronicé la biblioteca de mi reproductor musical. ¿He dicho yo eso? Sí, lo has dicho. Pero hay algo aún más triste: iba yo hasta contento por la calle a las seis y pico de la mañana, pensando qué bien me lo voy a pasar en esta hora y media al volante porque tengo música nueva para escuchar y voy a dar las cabezadas solo porque practicaré el "headbanging".

No me preguntes por qué pero de entre todos los álbumes que tenía elegí Prisoner de Ryan Adams. Quizás es porque, como a muchos otros, Rock N Roll me pareció un buen disco del que abusé hasta consumirle los surcos al vinilo. Se me gastaron como los canales de un neumático, vamos. Eso fue en 2003, y reconozco que, desde entonces, he pasado más tiempo volviendo a Whiskeytown que escuchando el resto de su producción en solitario: y son como una docena. Por eso, cuando leí por ahí que su último disco merecía la pena, quise intentarlo. Y me pasé la hora y media de viaje pensando en cómo era capaz de saltar de Robert Smith a Bruce Springsteen con tanta facilidad. Antes de llegar al peaje, eso sí, me acordé de que el viernes habíamos estado viendo en concierto a Gonzalo Portugal y no había dicho nada por aquí.

¿Por qué?
¿Por qué qué?

¿Por qué no había escrito sobre ese concierto o por qué me acordé de Gonzalo Portugal? Empiezo por el final, que el principio no lo tengo claro. Me acordé porque la canción que más disfruté de su concierto fue la versión que hizo de "Oh My Sweet Carolina" que venía en el primer disco en solitario de Ryan Adams, Heartbreaker. También porque la adiviné, igual que adiviné que estaba tocando el “Out on the Western Plain” de Rory Gallagher y se lo dije al de al lado: “esta sé cuál es.” Joder, es que te sientes bien. Un concierto entero viendo a Gonzalo Portugal amaestrar su guitarra con maestría, ir cantando verso a verso, y afinar con cada intento, significa, además del deleite, también darte cuenta de que no conoces ni un puto estándar. No todo lo que toca lo son, pero como si lo fueran. Así que cuando reconoces una, como que te dices a ti mismo: tate, ahí leas dao. Palmadita en la espalda y a disfrutar batallas que le importan una mierda al de al lado. No, de verdad, quizás debería tomarse sus conciertos en acústico y solitario como James Rhodes sus funciones al piano, y explicarnos qué toca, quién lo tocaba, por qué… Pero, por otra parte, qué coño le importa a Gonzalo Portugal que a mí me consuma no adivinar qué versión está haciendo, ¿no? Quizás debería ser yo el que escuchara más música y perdiera menos el tiempo escribiendo sobre ella. O, la próxima vez, voy rápido y le robo el setlist; o le ordeno toda esa colección de folios que va tirando poco a poco al suelo, algo que ya ha convertido en un gesto muy personal. O dejo de preocuparme de aparentar y confieso que la ignorancia me sienta mejor que los pantalones pitillo. Me grillo con esto, ¿verdad?

Y andaba grillándome con el último disco de Ryan Adams cuando ya llegaba a la capital y cambié de tercio para conducir a cincuenta por el casco urbano que no sería la primera vez que le tengo que dar aguinaldo a la policía municipal. En lugar de Adams, elegí un viejo disco que encontré por ahí de Deniz Tek, porque a veces me pongo deberes, y sabiendo que pronto aparecerá por Bilbao, había que repasar las notas para el examen final. Pero la que pone la voz al disco en cuestión es Lizzie Mack. Y la voz femenina me recordó que el viernes habíamos estado viendo en concierto a Namas'Cray y no había dicho nada por aquí. 

¿Por qué?
¿Por qué qué?

¿Por qué no había escrito sobre ese concierto o por qué me acordé de Namas'Cray? Empiezo por el final, que el principio lo tengo más claro. Los Soul Movers me recordaron a Namas'Cray porque ambas bandas tienen voz femenina. Nada más, porque no tienen mucho en común. Y no había hablado de este concierto porque lo cierto es que lo vimos arrinconados y no lo vimos completo. No suelo hablar de cosas que no veo o que no veo proporcionadamente, así que había decidido dejarlo para otra ocasión. Si aún así queréis un resumen poco válido y vergonzoso por mi parte, os diré lo que sigue: buen sonido, buena voz, y una versión de Skunk Anansie que te podrá dar pistas de por dónde va su música. A mí me sonaban a No Doubt haciendo versiones de Dinosaur Jr. Pero yo me grillo mucho, ya lo sabéis, lo he dicho antes. 

Y hoy volveré conduciendo por mi autopista hacia el cieno y en lugar de elegir a Ryan Adams o a Deniz Tek, lo tengo ya decidido, voy a ponerme la COPE, que así me grillo de otra manera, suelto adrenalina y, sobre todo, no me entran ganas de venir aquí a contarlo. Lo dicho en el título: esto no es una crónica. Pero, sí, lo mío es crónico.

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