Para cerrar un año más de conciertos en El Tubo, se presentaron desde Logroño los Flying Ladies. El garito se petó y ellos sudaron durante cuarenta y pico minutos de punkrock descarado, cara a cara y sin medias tintas. De hecho, creo que la razón principal para explicar que en el fondo del bar estuviéramos apretados como en el maletero de un Simca 1200, no fue solo, que también, del público reunido, si no que, principalmente, se debía a que el cantante de los Flying Ladies se pasó el concierto sobrevolando cabezas con el brazo erguido, pasando de tarimas y arrapiñando con el suelo que, en principio, le pertenecía al público. Eso está guapo, dejadme que me exprese cordialmente.
Por lo demás, los riojanos dieron lo que se esperaba de ellos, precisamente lo que se puede encontrar en el plástico que han grabado hasta ahora y que para la ocasión trajeron y agotaron en Barakaldo. Vinilos con surcos que desglosan todo ese rollo enérgico y trepanador que aquí hemos mamado más y mejor que la leche materna. Te lo explico pero lo sabes de sobra: voces que braman y en el estribillo se abrazan a los coros justo cuando la batería redobla, el ritmo a piñón fijo y las partes instrumentales acaparadas por una guitarra que, en directo, sonó incluso mejor que en el bandcamp, porque le da un toque distinto a las canciones: el rock que escribimos al final de punkrock, un remate que más que decorar, define la música de esta banda.
A todo esto, súmale unas letras que no se salen del patrón habitual en este género musical, pero brillan por encima de la media, con rimas que evitan clichés, imágenes más trabajadas y las palabras justas para rellenar los estribillos con manteca buena y no con aire, como, a veces, los hinchan algunos y después se desinflan sin que se pueda hacer nada por evitarlo. No ocurre así en el caso de estos, y es de agradecer.
Con estos argumentos, la parroquia tubera, que podría pasar por un tribunal evaluador dado el volumen y la calidad de las bandas que han visto pasar por sus tatuadas paredes, quedó satisfecha. Fue un buen cierre para un año que, no se necesitaba, pero ha confirmado que este invento de los conciertos en directo tiene el mismo valor o más que la invención de la rueda. Así que, por no pedir salud, amor ni dinero, le pediremos, al año nuevo, por lo menos, que los conciertos en el Tubo y en otros garitos del pueblo se perpetúen hasta el infinito para bien de la salud mental de nuestros convecinos que, además, como ocurrió el viernes, podrán enterarse de que existen cosas interesantes más allá del Zadorra. Muchos ya lo saben, claro, no voy a venir yo aquí a dar lecciones cuando lo único que quería era cerrar la frase de manera chula y me ha salido una de esas engreídas potestades que tanto se leen por la prensa escrita.
Por cierto, ya no recuerdo si la tocaron, pero esta mañana he escuchado como una docena de veces "Volverán a pasar" de su último y recomendable disco Pop contra el enemigo.
Llego tarde, lo sé. Generalmente, estas crónicas funcionan si las escribo tan recientes que casi se me pegan a la plancha, pero, ahora, pasada ya casi una semana, todo se ve tan lejos que, como decía Joey, la línea es un punto para mí. Pero debía, y aquí está, dejar por escrito la visita de los Flying Ladies, para que a alguno se le quede el nombre en la memoria y no se lo pierdan cuando vuelvan, y, de paso, para cerrar el año de crónicas tuberas agradeciendo a Kalbo y Patxeko que sigan empeñándose en esta tarea de iluminarnos los fines de semana con música en vivo.
Posdata: La imagen, tomada del google images, parece provenir de una web llamada jaleo riojano, así que pido perdón por la apropiación y, al mismo tiempo, gracias.
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