Título: Hay un plan trazado desde arriba que se llama...
Banda: Sumisión City Blues
Publicación: 17 de Noviembre de 2016
Discográfica: Autoeditado (creo)
Salimos
de nuestra zona de confort y nos vamos hasta la capital para hablar del primer
larga duración de Sumisión City Blues, una banda de Gasteiz a la que si no
conoces es porque deberías estar empezando a arrepentirte desde ya. Hasta ahora
se habían dedicado a grabar en formato single pero, en esta ocasión, han
reunido casi una docena de canciones para trazar un plan que demuestra, en
realidad, que esto es una colección de eso, de canciones, da igual la
resultante o el montante, canciones, cada una aquilatada y repujada a su
manera, todas encajando simplemente porque son de ellos y porque suenan redondas
y definitivas.
Por
ahí he leído resumido lo que podría ayudar a definir la música de esta banda:
mezcla de géneros, actitud punk, letras viscerales y redimidas y, en general,
un resultado final que resulta excitante y eficaz. Si, además, les has visto en
directo, sabes que lo que escuchas enlatado sonará aún mejor rescatado. Resumir
es un ejercicio muy digno cuando intentas escribir un telegrama, pero aquí aún
nos quedan como 300 palabras para empeñarnos en explicar por qué este resumen
suena a poco. Sumisión City Blues merecen aún más flores que probablemente
ellos se fumarían o dejarían marchitar porque si algo les define es una
personalidad propia que no alteran ni las opiniones externas ni la vida misma
(o llámalo negocio musical), al que parecen mirar mientras pasa de largo, con
una sonrisa irónica, dándole un pititaco a la colilla.
Diez
canciones propias más una versión del “Heatwave” de Martha & The Vandellas. La frase que titula el disco abre “Obedece”
pero el resto de conexiones tienes que experimentarlas tú: físicas y
emocionales, van directamente de tus
oídos al cerebro y de ahí a tu conciencia y vuelta a tu cintura, a tu clavícula
y al mismísimo músculo hueco y piramidal que tienes en la cavidad torácica. El
poder de Sumisión City Blues es que sus canciones son artilugios letales que no
admiten errores y desfibrilan la modorra y el atolondramiento con un ataque
directo a base de guitarras funk, frases lapidarias que podrías tatuarte en la
frente y una ferralla rítmica que resiste cualquier seísmo externo. Tú entras
en el vórtice sin saber cuándo van a abducirte y para cuando escuchas a Pela
cantar el estribillo en “Pastillas de jabón envueltas en toallas”, como si
estuviera gritándolo desde el fondo de tu propia cognición, ya es tarde, no
tienes salida.
Capacidad
técnica, ejecución vehemente y letras literarias que cuentan lo que
generalmente la poesía solo evoca: hablan de amor, por ejemplo, pero sin
filtros, con la inmediatez realista y sincera, la falta de higiene y pulimiento
que normalmente entorpece que las canciones nos lleguen a impresionar. Aquí lo logran,
pienso, porque no se desprenden de su raíz fundamental, que es la realidad de
la que surgen. Lo digo como lo cantan ellos, al cuello y sin embudos: un puto
tesoro de disco que harías bien en ponerte a disfrutar ahora mismo.
Número de palabras: 500.
Escrito en esta mañana fría, mientras escucho en bucle el disco y cuento los días para verles en directo. Son las 13:24 y hay que volver a producir y procurar que no se me vea. Así que, punto.
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