Ya que llueve...



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Bajas a casa de tu madre y te encuentras con todo eso dentro de un armario. Anda que no le dimos de comer a la Tokyo Denkikagaku Kogyo y a la Badische Anilin-und Soda-Fabrik. Pero no iba a ponerme nostálgico y evocador del ferro-cromo y las cintas magnéticas y los años de la EGB y las J'hayber y las mochilas de RAM, ya hay gente que hace eso mejor que yo. 
No, más bien, me quería poner en evidencia, que es un tipo de ejercicio que se me da mejor que las abdominales. 
Todo, todo lo que leéis ahí arriba, lo tenía yo en mi casa y lo debí escuchar, seguro que más de una vez en alguno de los casos, entre los 14 y los veintitantos años. Joder, yo vuelvo a leer la lista y no sé cómo he sobrevivido, la verdad. No me lo explico. ¿Cómo puede un tierno adolescente, inconsciente de los peligros del mundo, imbuido en sus mundos fantásticos, atorado por un físico que no reclamaba la atención femenina y por una timidez galopante y enfermiza, amén de un talento especial para asustar a todo tipo de balones esféricos, sobrevivir a esa mezcla infernal y sin criterio alguno? Y eso que no confieso mis lecturas. Y eso que no hablamos de mi tendencia a lo que ahora llaman absentismo escolar y a otros detalles sociopatológicos de mi dieta alimenticia y de ocio que podrían arrojar luz sobre alguna de mis taras actuales. Pero, ¿qué taras, hombre? ¿Cómo no vas a estar desorientado y demediado habiéndote sometido a tal proceso de formación? Si le explicas a alguien cómo eras capaz de pasar de Mocedades a My Dying Bride sin arder de repente como aquella mujer en un parque de Flesburg yo te pongo un piso en la Gran Vía y una sintonía en Onda Cero. 

Que vengan ahora los chistes y los comentarios mordaces, pero, una cosa os digo, yo, ahora, lo veo en positivo. Igual soy muy condescendiente conmigo mismo, pero como nadie lo va a ser si no, prefiero mirar atrás y sonreír con cariño: siempre he sido más explorador que la Dora esta y su abuelo el Doctor Livingstone. Supongo que después de toda esta dieta hubo una digestión, un proceso de depuración y aprendizaje. Me gustaba saber qué me gustaba y también por qué no me gustaba lo otro. Esa mente abierta hacia la experiencia más inconsciente y atrevida la he perdido ya de por vida y ahora me arrepiento y me lamento. Algo queda. Si no, ¿cómo iba a ser capaz de publicar esto y no guardármelo para siempre en el cajón de las vergüenzas?

De todas formas, también hay cosas buenas, ¿no?

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