Tiparrakers



Ahi estaba José María, invitando a una ronda al personal, haciendo equilibrios sobre el tablado, con cuidado de que no le graparan los pies. Empezó el concierto en el suelo, terminando de masticar la cena, en pantalón corto y con camiseta de los Angry Samoans. El tío tiene cuajo y desparpajo, la voz severa que se necesita para recitar esas letras que parecen facas invisibles pero venenosas. Se posa sobre el acantilado del escenario, guardando el equilibrio como si alguien hubiera tallado a Henry Rollins en el mascarón de proa. Se quita las gafas, sube las cejas, tuerce los labios y a mí me recuerda a Stanley Tucci pero quedaría perfecto para una de esas eléctricas fotografías en blanco y negro que le sacaban a Rollins cuando empuñaba el micrófono para Black Flag. 
Fue al que más se le escuchó. No es el cantante de los Tiparrakers de los que te dan la soba con parlamentos entre canción y canción, pero tuvo tiempo de hablar del tofu, de los Sex Pistols, practicar el catalán y dar las gracias por tocar en el BBK Live. Todo con frases cortas, punzantes, directas a la yugular. Casi que como son las letras de los Tiparrakers: ironía de la bien fundamentada y frases claras e inmediatas. 
Detrás de él, estaban los demás. Un bajista que toca como si tuviera que elegir entre el cable rojo o el azul para desactivar la bomba y el cabrón siempre acierta. Un guitarrista del que, si yo tuviera algo de idea de música, te hablaría de la distorsión que usa, y como a veces su guitarra suena a una psicodelia tan apartada del punk y el hardcore que sirve de testimonio para dejar claro por qué esta banda no es una más del montón. Y, finalmente, por supuesto, ahí al fondo, superando la urticaria que a buen seguro le entraba entre el sudor y los muchos símbolos rojiblancos que le rodeaban, el batería de muñecas contorsionistas, que lo mismo atiza de perfil que de selfie, mirando de reojo que clavándole el ojo a los parches. 
Te aseguro que eso no son los Tiparrakers, si no, simplemente, cómo los veo yo en un rincón, kalimotxo en mano que me he vuelto a los caldos del pasado, jugando a que entiendo el jeroglífico aún y cuando no sé distinguirlo de un frigorífico. 
Por no saber, no sé decirte ni qué tocaron, pero sé que sonaron canciones de sus tres álbumes y puede que hasta alguna nueva, aunque aquí me esté tirando un farol. "Enemigos todos", "Mundo raro"... una "Demoledor" dedicada a los puristas que no puedo evitar siempre pensar que ojalá no la escuche nunca algún podemita de esos que infestan las redes sociales porque le cambia el estribillo y acaban sacándose un himno electoral: "aunque tú / hace tiempo / sabes bien / que eres de pode..." Demoledor, mejor, sí.  

En resumen, sigo con lo dicho en la entrada anterior. Hoy empiezo a perderme conciertos, pero ya lo advertí: durante los Cármenes, todo aquello que vea, lo dejo aquí registrado para vergüenza propia. Encabeza el grupo que sufre mis soplapolleces e intento ser breve que casi nunca lo consigo. Ayer fue el primero y les tocó a unos Tiparrakers que jugaron a la perfección su papel como inauguradores, dejándonos con ganas de más y con esa alegría de ver hecho el sueño realidad: empiezan las fiestas y la música en directo y los bares como un Cuervo bien repleto y acogedor, nos hacen la vida más luminosa y excitante. El Limo andaba nervioso, el Kalbo de gaupasa, pero lo que queda claro es que esto funciona y los Tipa, como les llaman sus allegados, que yo probablemente no debería permitírmelo, demuestran que nos pasamos toda la puta vida tragándonos nombres impronunciables y letras que no entendemos cuando tenemos en casa, en la puta ciudad higienizada de urbanitas con barbas pobladas y teterías con bicicletas retro haciendo de floridos tiestos,  el mismo calibre de rabia e ingenio. 

Volveré, aviso, si lo leéis es porque os da la gana, no me vengáis luego con que si la abuela fuma. Y, como dijo José María al terminar: "Ala, ya está, se acabó, iros a tomar por culo".




Posdata: 1) Que si se llama José María... probablemente, no. Yo destripo el chiste y cada uno que aguante su vela. 2) No teniendo otra mejor, pido perdón a La Fonoteca por apoderarme de una imagen que he encontrado en un buscador de internet y aparentemente les pertenece. 3) Es sábado, hace sol. He pedido favores para tener media hora y esconderme en una cafetería para escribir esto. No doy para más: cualquier error, exageración, falta de humor, opinión ridícula y/o gimoteo plañidero como éste no tienen excusa, pero, en parte, sí la tienen. 4) Perdón por todo tipo de palabra malsonante que se use en este blog y que no resulte lo suficientemente malsonante.

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