Perorata en do menor, con nombres propios y betún al por mayor, para cerrar las fiestas sin patrón



Advertencia (en lugar de posdata): esta entrada es larga y pomposa, abstenerse aquellos a los que ya les parezca exagerado lo que he escrito otras veces. Podéis pasar directamente a la última frase y ya habéis leído el resto, pero resumido. Los que no tenéis arreglo, allá vosotros, luego no me vengáis con cuentos que he puesto advertencia en lugar de posdata.  


Alguien debería proponérselo. Sería una idea cojonuda y siempre podría decir que yo la tuve antes. No, en serio. Un festival distinto, un poco al estilo del SXSW, pero no igual. Conciertos en pequeños locales, de aforo mediano, en la calle, en la estación de trenes, a distintas horas, sin avisar, en algunos casos. Una semana de música en directo, sin grandes patrocinios, ni stands de publicidad. Acompañado, si ya queremos flipar, de conferencias, cineclub, cursos, tertulias, una feria y hasta un rally-poteo si quieres. Nada de mascotas, ni entidades bancarias, compañías telefónicas o cervezas de grifo. No habría horarios ordenados como en una pirámide, con cabezas de cartel y distintos tamaños de fuente en carteles coloridos y con muy buena resolución. No, el orden no sería piramidal, jerárquico. Tendrías que correr de un bar a otro, perderte alguno, encontrártelo por sorpresa, dividirte en dos y practicar la ubicuidad.
¿Sería cojonudo, verdad?

Pues algo parecido ha ocurrido del 8 al 17 de Julio en Barakaldo, Bizkaia. No ha sido perpetrado con premeditación y alevosía, pero casi. Hay gente detrás que ha hecho mucho para que sucediera y es de educación reconocérselo. De bien nacidos es estar agradecidos y más aún cuando uno acaba satisfecho, porque, lo que han dejado claro estas fiestas es que lo de la música en los bares no es por capricho. Funciona. La gente va. La gente quiere pogo y quiere sudar. Por ejemplo: no es normal que a mí se me ocurra tomarme un día para visitar un par de páginas y hacer un par de consultas, reúno todos los conciertos en una sola entrada, los ordeno y clasifico... y resulta que esa entrada de blog se convierte en una especie de programación de fiestas alternativa con casi mil visitas y enlaces en otras páginas. Eso quiere decir una cosa, lo que ya he dicho: que la gente quería y tuvo. 

Para que esto funcione, creo yo, se necesitan tres cosas: músicos, público y promotores. Puedes ponerle otro nombre si quieres. Los músicos han sido muchos y de distintos padres, como se suele decir. Aquí habéis leído cómo creo yo que lo han hecho diez de ellos, pero ha habido muchos más. Más incluso que los que salían en aquella primera lista que publiqué. Por falta de información, afinidad o sintonía, qué se yo, no me enteré y no los incluí. Ha habido charangas, verbenas, conciertos oficiales, recitales, bilbainadas y la música de las txoznas. No hay fiesta si no hay música. Por lo tanto, a todos los profesionales y amateurs del ritmo y la armonía, gracias (e incluyamos aquí también a técnicos y demás ayudantes necesarios y nunca dignamente reconocidos). En especial, por lo que a mí me toca, gracias a las diez bandas que he tenido el atrevimiento de glosar en este blog. Gracias y perdón por tomarme la libertad de juzgar, aunque sea con respeto y falta de humor, lo que hacen. 

En segundo lugar, se necesita público. Y, al menos, donde yo he estado, han (o hemos) respondido. Da un placer inmenso ver a los de siempre y a mucha gente nueva llenando los bares y mirando hacia el escenario. La gente necesita música y la música necesita gente, si no es recíproco y en las dos direcciones, no funciona. 
Por último, y la razón principal de esta entrada, uno necesita promotores, en esta ocasión, hosteleros, que dispongan del dinero para invertirlo, o directamente jugárselo, y unas veces ganar y otras perder. A veces, son capaces hasta de empatar. Por eso, y especialmente en esta ocasión, gracias a todos esos incorregibles ilusionistas que nos han hecho creer esta semana que la realidad era incluso mejor que lo que habíamos soñado. Impagable ha sido tener que pedirle al Limo de beber por señales de humo porque el Cuervo parecía Shibuya, quedarte en la puerta del Tubo como si estuvieras en el zaguán de tu casa, salir a la terraza del Eguzki a tomar el sol con música de fondo, o compaginar los placeres auditivos con el aroma a leña y carbón en el Rock eta Golak. Ha habido más, pero yo, desgraciadamente, no he tenido el placer de visitarlos, aunque merecen aplausos, y me llegaron buenas nuevas de algunos de los conciertos que ocurrieron en sitios como El Ampli o La Riojana. A los que ni tan siquiera mencioné en esa pasada lista pero también aportaron lo suyo (como el colectivo de locales del barrio de Rontegi, la Vieja Banda y seguro que muchos otros), perdón por la omisión. El año que viene hasta yo intentaré hacerlo mejor.

Quiero cerrar mi entrada remilgada con la que siempre me luzco, siendo parcial. En especial, me gustaría darle las gracias a la peña del Rock eta Golak por montarse un cartel de campanillas que podía hacer las delicias de nostálgicos y de la gente más inquieta del lugar. El lugar, precisamente, no ayuda a que los conciertos se escuchen bien. Si se lo permiten, deberían plantearse sacar la fiesta fuera. Igual me paso de listo, pero creo que funcionaría. Por supuesto, también a un Limo que se ha lucido estas fiestas. Todavía hay alguno que no se explica cómo ha reunido lo que ha reunido en los metros cuadrados con los que cuenta. Yo he crecido toda mi vida viendo El Cuervo desde la ventana de mi dormitorio, que mi abuela me hablaba del cuervo original, del animal, no del bar. He bajado a comprar zurracapote a La Riojana, he conocido hueverías y carbonerías en esa calle, coches aparcados hasta en doble fila y una marabunta de gente en Nochevieja que no se veía el asfalto. Así que ahora normal que me emocione y todo cuando veo otra vez la esquina con La Felicidad repleta de gente que se reúne solo para charlar, beber, celebrar y escuchar música. Y, este año, ha habido más gente que nunca. Así que, Limo, tío, que no se te suba a la cabeza, pero te mereces un olé. Y al Guille, Asier y Alberto, que han aguantado el frente atrincherado, también. 

Por último, y cambio de párrafo para hacerlo, y me suda la misma que luego me caigan cantares y hasta apodos, nos queda El Tubo. Siempre nos quedará El Tubo. Yo ya no sé cómo tildar al Patxeko y al Kalbo, a Patxi y a David, a Helm y Lombardo, Mills y Bellinelli. No sé cuántas gilipolleces me he inventado para dar paso luego a los boatos, las loores, las alabanzas... Pero como no soy yo solo el que voy dorando píldoras, me consuelo un poco. No ha sido solo un grupo, ni dos, a los que les he escuchado, durante fiestas, hablar de El Tubo como un local mítico o legendario, que son palabras mayores y hasta manidas, pero parecen no quedar vacías aquí. No voy a extenderme más que luego me llaman el cronista residente y no sé qué más cosas, pero un abrazo enorme a los dos apandadores y gracias por conseguir que la música no sea tan solo eso de los complejos procesos psico-anímicos, si no, algo más, algo físico y hasta tangible que parece estar impregnado en esas oscuras paredes. 

Hoy venía condunciendo hacia el trabajo y Ángel Carmona estaba entrevistando al cantaor de flamenco Francisco José Arcángel. Casi al final de la entrevista, el de Huelva ha dicho lo siguiente: "...pareciera que los flamencos somos los únicos que estamos autorizados para decir que nuestro arte tiene alma, ¿no? Y no es verdad, osea, yo entiendo que todos los géneros musicales tienen el alma, claro, el alma del que lo toca, del que lo hace..." Hace ya muchos años, Nick Lowe cantaba aquel estribillo que decía lo de "I'm lookin, lookin, lookin, lookin everywhere in the heart of the city". Y, también hace tiempo ya, un escritor muy serio pero dicen que entrañable, al que llamaban Wallace Stegner, escribió, en inglés, luego hago como que lo traduzco, que “no place, not even a wild place, is a place until it has had that human attention that at its highest reach we call poetry,” es decir, "ningún lugar, ni tan siquiera los lugares más salvajes, son exactamente lugares hasta que no reciben la atención humana que, en su grado más inspirado, llamamos poesía." Pues sí, toda la música tiene alma, sea lo que sea eso para los que no creemos en Dios. Y el corazón de la ciudad existe pero, para existir, necesita que la vivan, que la escriban poesía, que la pongan música: en sus calles y en los bares, que son como las arterias de ese gran órgano de hormigón armado. Por eso, estos últimos diez días, nuestro pueblo ha sido un auténtico lugar, con alma, con corazón y con poesía. Con música.
Ojalá fuera así todos los putos días del año, pero, entonces, piénsalo bien, se nos iban a agotar los temas para escribir canciones o entradas demasiado largas. 

En serio, gracias a los bares porque, sin citar a Gabinete Caligari, qué lugares, joder, qué lugares. ¿Verdad, Huddie?


Ah, una cosa, me la sopla que lo añada ahora, tarde y mal, pero es verdad: gracias a toda la peña que va colgando estas entradas en facebook, y, en especial, a las dos que, encima, han tenido a bien acompañarme en la oscuridad. Y, sobre todo, a I que me cubre cuando me escaqueo para escribir esto, esto que si es chapa cuando escribo, imagínatelo cuando la pobre tiene que soportarlo en la oreja si se me ocurre en directo. Un aplauso, va.

Comentarios

Distorsjón ha dicho que…
Me quito el sombrero (que no tengo, pero me pongo uno para la ocasión y me lo quito) ante esta entrada y ante todos esos promotores musicales de El Tubo, El Cuervo, el Rocketa, El Ampli, etc por organizar tanto durante tantos días y alegrarnos las fiestas a muchos. Sois muy putos amos.
Hablando de dorar píldoras....
Holden Fiasco ha dicho que…
Aplausos para ti también tío. Gracias por seguir viniendo por aqui