Paniks




Esta mañana ha costado ir a currar. Pero he currado. También he vuelto ya. Y aquí estoy, tú, en el sofá de casa. Solo. Y qué. 

En julio, los domingos sin fútbol pero con conciertos en directo tienen más peligro que un gilipollas charlatán delante de un teclado ergonómico. Para inspirarme, he encontrado, detrás del mueble bar, el The Dead Tapes que los Paniks grabaron, en split, con Jesus Racer Rockandroll Trio. No me inspiro para nada, pero, por lo menos, estoy haciendo ejercicio. La cara de los Paniks apenas dura seis minutos para tres canciones. Cuando terminan la versión de Los Saicos, me levanto, y vuelta al principio. Aún no he empezado a hablar del concierto de ayer y ya me he levantado media docena de veces. Al final, ja, voy a hacer abdominales, je.

¿Sabes cuando estás viendo un concierto y te dices en silencio, cómo coño se mantiene en pie este puto edificio? Te fijas en que el bajista se fija en el guitarra rítmico y el batería en el bajista, como si estuvieran siguiendo una pista que les va a llevar, definitivamente, al tesoro escondido. Pues en los Paniks, tiene coña, todo el mundo mira al Rioja. Pero no miran su guitarra, si no que le miran a la cabeza. Parece que de ahí es de donde sale todo. Mientras tanto, el Rioja no sé a dónde mira, pero mira para dentro, y debe ser un sitio de lo más tentadoramente perturbador. Juraría que al comienzo del concierto tocaron una canción en la que ambos guitarristas se repartían las tareas con un acorde para cada uno, a lo sumo dos, para qué quieres más. Si eso no es minimalismo que venga aquí Marcel Duchamp y me lo explique, por favor. 

Si de paso me explicas quién era Duchamp, fetén. 

No se escuchó muy bien al Rioja. La mano de Zebu va tan rápida que, en el lejano oeste, hubiera sido el forajido por mucho que a él le pegue más ser el encargado del telégrafo o algo así. Al final del concierto, ya entraban los aromas de la barbacoa. Poca gente, pero decían que era mal día. No lo sé. Cuando terminaron, que lo hicieron igual que empezaron, porque los Paniks no suelen entender de holas y adioses, nos salimos fuera a respirar y fumar, hasta que salió digamos que "Innombrable" Monasterio y dijo una de las muchas frases memorables que soltó anoche pero lo voy a dejar en ésta: "eh, el que quiera que entre, que aún queda alguna más". Si eso no es punk que venga aquí Marcel Duchamp, da igual, y que me lo explique también.  

El resto fue lo de siempre: una esfera. Yo cuando escucho a los Paniks veo a la gente como llevando escafandra, como si estuviéramos colonizando Marte. La música se vuelve tierra, polvareda. Te metes dentro de la cúpula y solo regresas a la realidad cuando ella te dice: "Zebu cómo se concentra, parece que está resolviendo logaritmos". Sonríes, dices que sí con la cabeza, y vuelves a tu cúpula particular. Se puede explicar mejor, pero me la refanfinfla. Ellos empezaron 47 minutos tarde y alguno a mitad de canción preguntó que cómo seguía. Si ellos pueden, ¿por qué yo no?

Como decía Antoine Batiste: "I ain't no grown-up. I'm a musician, goddamn it". 

¿Y ahora qué? Sentado en el sofá, solo. Billy Childish por vena vía pánica y ya está. Aprietas "publicar" y se acabó. Esto era todo. Tanto tanto y luego tan poco poco.



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