Petao.
Los veteranos al fondo, como si nos hubiéramos tomado en serio esa frase tan de película que pide que se salven primero las mujeres y los niños. Niños, no, pero savia nueva, sangre fresca, relevo generacional, llámalo como quieras, ya había ayer en un Tubo...
Petao.
(Cuando leas Petao tienes que echar la cabeza para atrás y llevarte la mano derecha a la entrepierna para rasgarte la bragueta mientras la izquierda sostiene un mástil imaginario. Haces el punteo en el aire y regresas la cabeza para adelante como si fueras a seguir cantando:)
Pe-tao!
(¿Lo oyes?)
Los Pirris se mantenían en equilibrio sobre el escenario, bien ordenados y peripuestos, hasta que empezaron a sobrar las camisetas. Pedían más cerveza, interactuaban con la primera fila, se buscaban las cosquillas y afinaban todo el rato. Cuando entramos ya estaban probando. Estuvieron a punto de empezar pronto y acabaron empezando tarde. No consiguieron, sin embargo, que aquello funcionara bien del todo: las voces las trataron tarde y la base rítmica, sobre todo el bajo, estaban excesivamente altos y el volumen...
... petao.
Sinceramente, quiero verles dentro de diez años. Los Pirris me sonaron a libro de texto del rock and roll. Una raíz instrumental que se hundía en Chuck Berry, Leño, Loquillo, New York Dolls, el blues con más funk, vamos, a todos lo que entran para examen. Añádele letras canallas, voces a dos manos, estribillos pa tatuarlos y mucha velocidad. Ahí tienes eso que llamaron rock callejero, o quinqui, o como pollas quieran llamarlo. No suena nuevo, pero, curiosamente, suena auténtico. Suena de verdad. No sonaba a que los Pirris nos estuvieran vendiendo crecepelos mágicos y trasnochados, qué va. Y por eso y por más, se disfrutaba, te temblaban los tobillos y sobrevivías dentro de aquel garito que ya sabes, estaba...
¡¡Petao!!
Había escrito un par de consejos para terminar, pero luego me ha dado una vergüenza que te cagas. ¿Yo dando consejos? ¿Y quién me da a mí dos ostias? Así que lo he borrado. Y ahora te lo digo para que te des cuenta de una vez por todas que el párroco de tu barrio tenía toda la razón y el rock and roll es el puto demonio. Acabo de levantarme esta mañana con una posesión infernal que no veas.
Ya sabes:
P
E
T
A
OOOOOOOOOOOOOOO
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