Había pensado empezar la entrada hablando de la señora McArrow. Yo esto no lo viví, me lo contaron. Era la casera escocesa que nunca sonreía y siempre cobraba, quisieras o no quisieras pagar, al final de la semana. Todos los fines de mes, volvía el domingo de misa y servía a sus huéspedes haggis para comer. Un día se pasó con el sauternes y en la sobremesa les contó cómo sacó a su marido del calabozo metiendo una ganzúa dentro de un haggis. Tanto se le subió el vino dulce que terminó su historia con una frase picante: "Esa misma noche concebimos a nuestro hijo y a la mañana siguiente, cogimos el barco para América. Archibald era un hombre de verdad".
Los Haggish son una banda de verdad. Tan rotunda y bien rellena como la morcilla escocesa de la señora McArrow. Eso lo sabe, desde el 94, todo el mundo al que le guste el punk-rock. Y si no lo saben, acabarán aprendiéndolo. Alguno lo aprendió ayer en El Tubo.
Yo reconozco que los había oído, pero aún no había tenido el gusto de verles en directo. Ayer me quité la espina y casi me la clavo en un ojo como otros se pellizcan para asegurarse de que algo está ocurriendo de verdad. Empezaron tarde porque se les jodió un ampli de guitarra y aún y con eso sonaron limpios, contundentes y enérgicos. Acompasados, bien conjuntados, y no hablo ni de baile ni de ropa.
77/82 lo anuncian como un homenaje al mejor punk, porque los bilbaínos se dedican a repasar alguna de esas canciones que, desde California hasta Washington DC y de allí al fin del mundo, han decidido los gustos musicales, las ideas políticas y hasta las rutinas de diferentes generaciones de jóvenes. Ayer sonaron en el Tubo gente como los Black Flag, Bad Brains, Angry Samoans, Adolescents, Dead Kennedys, Dead Boys... Y yo qué sé cuántos más: un setlist que debería ser materia obligatoria en la universidad. Escuchando a Fugazi se puede aprender más que leyendo el Financial Times todos los putos días de tu vida.
Que se me va la pinza, dice Mikel Actitud. Y razón tiene. También se me va la batería que es la primera vez que tengo los santos cojones de escribir una entrada con el móvil pero es que tenía ganas de escribirlo: que aún cierro los ojos y veo a John McEnroe bebiendo a morro del grifo de cerveza.
Merece la pena. No son una banda de tributo pero el que le han hecho al hardcore y al punk-rock es de lo mejor que puedes encontrarte en el mercado, si es que hay mercado para esto, que probablemente no lo haya, y de ahí lo bien que suena y lo que alimenta ver a cuarenta personas en un bucle oscuro disfrutando de un repaso empático de lo mejor de lo mejor. ¿El qué? No lo sé, de verdad, pero esta no es forma de escribir. Me quedo sin batería, sin ciencia y sin limoná. La señora McArrow me hizo pagar y ya está, cumplí.
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