Yo estoy un poco mayor ya para festivales, sí. Sé que suena patético decirlo, pero cada vez me apetece menos. Hubo un tiempo en el que, por qué no confesarlo, la yerba seca, las tiendas de campaña, las colas para pedir un katxi, las saunas comunitarias bajo las carpas patrocinadas... todas esas chorradas me animaban el verano. Hasta me dejaba las pulseras de tela puestas. Que sí, que era así, que soy así, supongo.
Flipé en directo con conciertos y estilos musicales de los que ahora renegaría no por chaquetismo estético si no porque, sinceramente, ahora me entra urticaria. Tampoco es que fuera al Sónar o festivales por el estilo, con todos mis respetos. Las guitarras, la distorsión y esas cosas también estaban presentes en aquellos días. Lo dicho, no reniego de ello, pero miro hacia atrás y algo raro sí que me veo. Tengo grandes recuerdos de alguno de ellos, siguiendo con la sinceridad: Brian Wilson, Edwyn Collins, los primeros y frescos Franz Ferdinand, Los Enemigos, Imelda May, The Strokes, los Pixies, los Primal Scream, Kings of Leon con el pelo largo y sin que les conociera ni cristo... Yo qué sé, tampoco es mi intención ponerme nostálgico ahora ni contaros todas mis vergüenzas.
El caso es que la última vez que fui a uno vi más ambiente en el stand de Vans que en la primera fila de los conciertos que me apetecía ver. Me cansé de adolescentes eufóricos cantándome el himno del River Plate a la oreja. El beodismo de galerías Urkijo trasladado al monte me quitó las ganas de golpe. Hay más cosas, claro. Supongo que con la edad no solo se te encorva la espalda si no que se te agudiza la conciencia y hay siglas, rótulos, costumbres y procedimientos que te tientan el bulto más de lo que antes lo hacían, que ni los veías, ni te daba por mirar.
En lo que no he cambiado es en lo de repudiar las posturas extremistas, así que no me voy a hacer de la liga antifestival. No voy a pisarlos, pero tampoco los voy a pisotear. Sobre todo, porque sí que hay alguno que todavía visito y que me apetece con tantas ganas como agarrar los días en rojo del calendario y no soltarlos aunque fueran colorados porque están hirviendo.
El Azkena es distinto, opino. No sé si sueno ridículo diciéndolo, pero yo allí, me siento más cómodo, menos fuera de lugar. Por eso, este año también estaremos allí. Por eso y porque cumplo cuarenta años justo ese domingo y celebrarlo viendo a Lucinda Williams me ayuda a olvidar que cuatro décadas son ya muchas décadas.
El MAZ Basauri llevo tiempo sin visitarlo, pero las veces que fui, cuando creo que aún no tenía tanta aceptación como ahora, me apeteció mucho volver a repetir. El concierto de Nacho Vegas, y le he visto unas cuántas veces más, lo tengo grabado en la nube de la memoria, aunque están apunto de borrármelo los de Euskaltel. Es broma. Este año me jodió no ir, pero es lo que tiene la vida como ya he dicho tantas veces antes que me cansa más decirlo que la vida en sí. Ese formato de festival urbano y sin aspiraciones grandilocuentes, integrado y polifacético, mola. Leí por ahí que la media de edad fue muy muy baja, y no voy yo ahora a establecer estereotipos gratuitos por culpa del año de nacimiento, cuando ya tenemos bastante con el género, los gustos sexuales, las creencias religiosas, los números de la nómina y otras cuestiones para clasificarnos con torpeza y sin gusto alguno. El gusto es lo que permanece, y no los años con los que lo tienes.
Pero, de repente, hace como unas semanas, otro festival al que también suelo asistir, de vez en cuando, aunque tampoco lleven tanto, se puso en primera fila. Ya te lo adelanto, aunque probablemente te la sude, pero, si no surge un contratiempo, este año también estaremos en el BIME.
Ocurrió así.
Una noche me encuentro en la bandeja de entrada del correo electrónico un mensaje de grupo desde la página oficial de la banda de Oregón Richmond Fontaine. Os lo digo desde el principio: es una de mis bandas favoritas, por muchas razones, algunas laborales. Además, ya que esta entrada parece una larga y aburrida confesión, también os digo que conozco personalmente a Willy Vlautin y nos consideramos amigos. En el email anuncian su última gira europea. Acaban de sacar álbum, You Can't Go Back if There's Nothing to Go Back, y dicen que será el último, que lo dejan. Los proyectos paralelos y el tiempo parece que han acabado con la banda. Viajarán a Europa, donde han tenido más éxito que en su tierra, por última vez, y se ven fechas en Irlanda, Inglaterra, Holanda, Alemania... pero nada en España. Además, ya que es la despedida, piden que la gente proponga canciones para elegir el repertorio. Con sentido del humor, les contesto lamentando que no bajen tan abajo y que me vayan a obligar a viajar lejos para despedirlos, y, de paso, pido dos canciones: "Montgomery Park" y "The Water Wars", ambas por razones personales. Podría haber elegido otras, de las primeras, de las que les acercaban a Dead Moon y a Minutemen, de las que ya no tocan en directo y a mí me molan. Me piro a trabajar y a mediodía bajo a echar un cigarro y tomar un café. Me entran unos WhatsApps de Isa que está excitada: ¡Suede, Suede, Suede!, repite por escrito, y, al final, me explica que acaban de confirmar que Suede estará en Barakaldo para tocar en el BIME. Es su grupo preferido de la adolescencia y esas cosas marcan por mucho que pase el tiempo. No será la primera vez que los vemos, pero sigue apeteciendo. Cuando regreso a casa, rendido y con sueño, cenamos, terminamos con la rutina que hemos ido digeriendo en estos últimos meses, y nos sentamos en el sillón. Nos dejamos caer. Abre internet y repite, ahora en voz alta, ¡Suede, Suede, Suede!, y para completar la información, lee la lista completa de los grupos confirmados:
- "... Wild Beasts, Lambchop... y Richmond Fontaine"
Lo reconozco, no la estaba haciendo caso. Mirando a la pantalla de mi ordenador, los nombres que iba diciendo, me entraban por un oído y me salían por el otro. Pero el último...
- "¿Cómo?"
- "... y Richmond Fontaine... Joder, ¡ala!, ni me he... Richmond Fontaine."
- "¿Richmond Fontaine? Pero qué ostias..."
- "Richmond Fontaine, sí, lo pone aquí, confirmado. ¿No te ha dicho nada Willy?"
Si no te gustan cosas como Uncle Tupelo, Green on Red, Calexico, Dave Alvin, Gram Parsons... Cosas así, ni lo intentes. Si no te gustan los medios tiempos, la slide guitar, el eco del desierto, el reverso del Sueño Americano, las letras sobre camioneros que beben para olvidar y adolescentes que viven en moteles desde que perdieron todo el dinero en los casinos de Reno, no hagas el esfuerzo. Si te gustan las historias bien contadas, la música auténtica y sincera, las guitarras bien acopladas, los arrebatos eléctricos impredecibles y cosas así, no te los pierdas. No voy a intentar convencerte, pero yo llevo convencido desde hace mucho tiempo. Los escucho y los leo a partes iguales cuando quiero entender de qué coño va a esta mierda que llamamos vida y, por ahora, mejor o peor, he conseguido sobrevivir, y, en parte, ha sido gracias a ellos. Así que estaré en otro festival, en el BIME, y no puedo evitar sugerirte que vayas tú también y te despidas de una de esas bandas que no pasarán a la historia porque a la historia no siempre pasan los que merecen protagonizarla.
Es un festival sin verde, sin iglús, sin carpas ni puestas de sol dignas de un anuncio de Vodafone, pero tienen a Richmond Fontaine, y a Suede, y nosotros vamos a estar ahí.
Si creías que aquí acaba el tormento, no. Como soy así de gilipollas, a partir de ahora y hasta que en Octubre se celebre el festival, una vez al mes, y cuando no más, os iré colgando canciones de Richmond Fontaine, que por supuesto glosaré, solo por una razón, porque me apetece y porque soy cabezón. Si a alguien le hago ir así, esa que me apuntaré. No empiezo ahora, eso sí, ya lo haré después.
¡Richmond Fontaine! Aún no me lo creo. Sales por la puerta del BEC, y casi que se ve desde ahí mi casa. Será una buena despedida, sin duda.
Posdata: Recíen termino de escribirlo, me viene un pensamiento a la cabeza: ¿y si ahora va y se suspende? Mierda, a ver si termino de leer el libro de James Rhodes, porque esto de anticiparse a las malas noticias y de ver lo malo antes que lo bueno, empieza a ponerme nervioso, joder.
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