De brand new quizás les quede poco ya. Aunque la banda muta y se transforma y, además, se han lucido con el diseño de su último disco, tanto que cada vez que sacas el vinilo de la funda y vuelves a fijarte en el decapitado McQueen, en el pintoresco Señor Caine y en el azulado Citroën DS, te da la sensación de que acabas de estrenarlo una vez más. Una vez más, vimos en directo a los Brand New Sinclairs, eso sí, con nuevo bajista y nuevo disco, y me pareció curioso que los que después lo comentábamos, todos confesábamos haberlos visto ya varias veces pero coincidíamos al apostillar que la de ayer fue de las mejores.
He prometido ser breve, así que voy al grano. Elegantes como siempre, se subieron al escenario los muchachos para abrir en instrumental y esperar a que Ana se les uniera en el estrado con la segunda. A la tercera, hubo un accidente técnico que resucitó a Enrique y Ana cuando su tocaya mencionó el cocouaua. Pero son Andrés y Ana los que van por delante en Brand New Sinclairs: ella a las voces, panderetas y maracas (¡marakas de baraka, dale kaña!); Andrés a la guitarra, los coros y las coreografías. Por detrás, pero sin esconderse, quedan Birdy a la batería y el nuevo bajista que, si se me permite, le ha dado más rasmia e ímpetu a las canciones nuevas y también a las viejas. De tanto llamarles mod, hasta ellos han acabado por renegar de las etiquetas en público. Y no les falta razón, porque las etiquetas solo sirven para explicarte cómo tienes que lavar tus polos Fred Perry, pero no para definir a una banda que tiene más ángulos y recovecos que los que suelen permitir las definiciones precisas. Ayer supieron camuflarse y adaptarse al contexto, le dieron más al grito y a la rabia, sonaron más enérgicos y desatados, pervirtiendo completamente los axiomas de cualquier etiqueta que se les ponga. Lo mejor de todo eso es que, además, les sentó mejor que cualquier diana de tres colores. Las canciones de su último y recomendable disco ganaron con el nuevo tratamiento y, en un escenario que todos reconocemos como el templo del punk, se expandieron hasta revolvernos las entrañas y la pelvis a todos los que andábamos por allí. Yo que me había quedado en "Drawing Borders" no pude más que mover los labios y hasta el tobillo con una "Fatboy", por ejemplo, que en directo y en el Tubo sonó más urgente y punzante, como una descarga de electrodos en las sienes. Vienes y te quedas a gusto después de un concierto rotundo, compacto y poderoso como el que se curraron unos Brand New Sinclairs bien sudados ayer en el Tubo. Versiones de Gene Vincent, maquinaciones finales para sorprender al batería, algarabía entre el público y mucho mucho mucho calor, para terminar un bolo fuera al fresco, disfrutando del después y del eco.
He prometido ser breve y siempre prometo más que Adolfo Suárez y nunca le van a poner mi nombre a un aeropuerto. Así que, lo dejo aquí, sin hablar del contexto y la parte social. Hoy más y puede que mejor, quién sabe.
Comentarios
Hoy me gustaría volver al Tubo pero el Cuervo y la Herriko Plaza son citadas de obligada presencia para mí.