Dos de tres, John Havlicek



De los tres que dijo Bob Geldof me queda uno. La cita ha sido citada cientos de veces, pero no por eso va a convencer a quienes no se convencieron ya: "Rock music in the seventies was changed by three bands -- the Sex Pistols,  the Ramones and The Saints." En otro idioma, castellano por decir uno: "En los años setenta, tres bandas cambiaron la música rock: los Sex Pistols, los Ramones y The Saints." Geldof, muy listo, puso en la quiniela un uno, un dos y la equis: Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Así, acierto yo y acierta Anthony Blake.
Yo nací en Junio de 1976 y, para celebrarlo, estallaba el punk en todo el mundo. Ese mismo mes, The Saints registraban "(I'm) Stranded" y "No Time" pero no encontraban a nadie interesado en grabarles un disco y finalmente lo hacían ellos mismos en Septiembre. Dos meses más tarde, los Sex Pistols sacaban su single "Anarchy in the UK" pero, antes de que ocurriera todo esto, el 23 de Abril de 1976, se publicaba el disco de debú de The Ramones, Ramones. Es decir, no me había destetado yo aún y la gente ya podía oír en vinilo canciones como "(I'm) Stranded", "Anarchy in the UK" o "Blitzkrieg Bop". Es más, déjame que añada algo porque, en Gran Bretaña, antes de que la anarquía se grabara en estudio, The Damned publicó "New Rose" en Octubre del 76. Lástima que pasaran siete años hasta que Eskorbuto grabó Mucha policía, poca diversión, porque, a título personal, diría que, si aceptamos la frase de Bob Geldof para definir los comienzos del punk, incluir a los de Santurtzi acabaría por darle rotundidad.
A los Sex Pistols los vi en directo en verano de 2008, tocaron sobre el escenario de una Boadilla del Monte a la que se llegaba en metro ligero y que aún administraba, si no me confundo, Arturo González Panero, alias "El Albondiguilla". Aquel Summercase que reunió a los Kings of Leon, The Verve, Kaiser Chiefs, Los Planetas, Grinderman, Blondie o Maximo Park, quedaría en mi memoria por quitar viejas deudas al ver en directo a gente como The Stranglers, The Breeders o los propios Sex Pistols, pero sobre todo no lo olvidaré nunca por asistir al maravilloso espectáculo que supuso escuchar en directo a un Edwyn Collins que había sufrido una hemorragia cerebral tres años antes. Y por las salchipapas de Alcorcón y los caracolillos de Móstoles, que aún es recordárlos y se me revuelve el estómago. Para muchos, quedaría como el festival en el que Johnny Rotten le sacudió a Kele Okereke, o eso contaban.
Ver a John Lydon aka Johnny Rotten sobre el escenario fue una especie de alivio que no alivia nada, como mearte encima para que deje de picarte la urticaria de la medusa. 
No es lo mismo, claro. 
Claro que no es lo mismo ahora que cuarenta años antes. 
No puede serlo. Pero aún hay gente que lee La Cabaña del Tío Tom e incluso hay gente que sigue escribiendo artículos académicos sobre Harriet Beecher Stowe, así que... 
Ayer tocaron The Saints en Vitoria-Gasteiz y supongo yo que no sería lo mismo, porque tampoco puedo compararlo. Cuarenta años no pasan en balde pero a Chris Bailey esto se la trae al pairo. Presentaban un disco doble, en directo y en estudio, que ya había publicado Fire Records a finales del año pasado. Acompañando a Bailey, se subieron al escenario el experimentado y elegante batería Peter Wilkinson y a la guitarra un Barrington Francis que ya había formado parte de la banda en los ochenta. Yo no pude hacer comparaciones ayer por la tarde, pero déjame que te diga que por el público vi a gente que podía haberlos visto fácilmente en Brisbane en los setenta, así que quizás ellos mejor que yo sepan decirte cómo fue la cosa.
Debería haber dicho esto desde el principio, pero nunca es tarde para puntualizar: solo vi una hora de concierto, después tuve que marcharme que no quiere decir que quisiera marcharme. Así que no sé si tocaron "(I'm) Stranded", no sé si el cierre fue épico, y no sé si, al final, alguien se rió con los chistes fáciles de un lacónico Chris Bailey, al que parecía volverle loco un brebaje colorado que algunos reconocieron como pacharán, aunque no sé si él lo admitió. Yo no me quedé hasta el final y no es de recibo sacar conclusiones cuando no lees hasta la última página del libro, así que, por eso, no me meteré en apreciaciones subjetivas de hondo calado. 
Solo diré que ver en directo a The Saints supuso mucho más alivio que ver en directo a los Sex Pistols, primero porque, en el plano personal, conseguía quitarme de encima una sequía que había convertido mi dieta de música en directo en un homenaje a la huelga de hambre de Bobby Sands y compañía. Segundo, porque, a pesar de lo que afecte el tiempo y el espacio, a mi humilde parecer, Bailey, Francis y Wilkinson, diminutos problemas de coordinación y sonido aparte, saben hacer música y saben hacerla en el momento. Cuando Bailey bajó el bajo, se pudo apreciar mejor la batería y se escuchó mejor la conciliación con una guitarra que Francis tocaba con la arrogancia justa y sin aspavientos y que administraba con cordura entre estribillo y estribillo, melodías que me hacían añorar la voz áspera de un joven Bailey al que yo solo he oído en diferido, que conste.
Reconozco que (I'm) Stranded (1977) y  Eternally Yours (1978) son los dos discos de The Saints que he escuchado hasta la saciedad, así que, igual que no tengo potestad para glosar (a conciencia) el concierto porque no lo vi entero, tampoco tengo el enfoque ni el conocimiento necesarios para evaluar la carrera completa de una banda que ya estuvo en Vitoria-Gasteiz hace cinco años (Azkena Rock Festival 2010) y que abría con este regreso a la capital de Álava una gira que también les llevará hasta Alicante, Granada, Estepona, Algeciras, Huelva, Lisboa, Cáceres y Oviedo. Ni Madrid, ni Barcelona.
Lo dicho, me queda uno, uno que creo que me quedará de por vida porque, entre otras cosas, en el año 1991, cuando los Ramones visitaron el pabellón Zubialde de Portugalete, yo tenía 15 años y andaba más preocupado de grabar en tedecá el Bronka en el Bar de Parabellum que de otra cosa. Es lo que tiene escuchar música rebobinando, que descubres primero a Wolfmother, y después a Black Sabbath, y finalmente a Cream y a los Yardbirds y no es mi caso porque los compatriotas de The Saints me pillaron ya talludito y con los deberes hechos, pero vale de ejemplo. Descubres las raíces cuando el árbol ya ha crecido tanto que las tiene bien hundidas bajo tierra. 
Y, sí, no será lo mismo, pero me da igual. Tenía tanto mono que la semana pasada estuve apunto de faltar al curro para asistir a un festival de música rusa folklórica, así que, gracias Bailey, gracias Peavey. Dos de tres y, eh, tampoco John Havlicek podría ahora volver a robar la pelota.

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