Si Seth Gordon dice que es el cantante más pelota del mundo, yo me apunto. Si se confunde con el género y los plurales, qué demonios importa. Es power-pop, estribillos, coros, punteos con la guitarra apuntando al cielo, batería primitiva y chistes malos. Que si me recuerdan a Matthew Sweet, que si me recuerdan a Fountains of Wayne, The Posies, Jimmy Eat World, qué más da, qué cojones importa si la cerveza no falta, la guitarra no para y el mundo ruge encogido en una pequeña sala empapelada con los libros de Ursula K. Le Guin. A mí plin, no duermo en pikolín, pero me la refanfinfla todo lo demás, que no rima, pero qué iba a hacer, ¿usar la palabra listín?
En fin.
El Hika Ateneo no se quedó ayer pequeño, la verdad, pero, como para hacer una "v" entre Gran Vía y Diagonal no se ponen de acuerdo en contar cabezas, tampoco lo vamos a hacer aquí, y digamos que había entre 50 y 5000 aficionados y aficionadas a los guitarrazos y guitarrazas. Los norteamericanos The Mockers llevan tocando desde los 90 y lo siguen haciendo con la misma soltura y entusiasmo. Han cambiado de batería y nos contaron que vive cada uno en una punta de los estados y que se reúnen unos días en el centro del mundo, New York City, ensayan a rajatabla y se piran a saltar el charco y venir a currarse una gira que les llevó a Bilbao y les llevará hasta Estepona, donde, más o menos, empezó todo, según cuentan.
Como no podía ser de otra manera, empezaron a lo bestia y terminaron igual. Pasó Robbie Rist como una exalación, metiéndose un chupito de un lingotazo, se subió al escenario y solo pararon para que Seth Gordon practicara el castellano mientras el guitarra se cambiaba la gibson a la que rompió una cuerda en la tercera canción. El resto fue sin prisa pero sin pausa, como en una cadena de producción (también hay textos de Karl Marx decorando ese local), canciones tan absolutas y efervescentes que parecía que, en lugar de sudar, lo que había hecho Tony Leventhal era meter la cabeza en una jarra de Tang. Colocaron en el momento oportuno la versión melódica del día, que introdujeron con sorna diciendo que era un éxito de la radiofórmula norteamericana cuando en realidad tocaban Mocedades y versioneaban un "Eres tú" que nos quitó el pudor y la memoria porque si nos llegan a ver nuestras madres nos corren a toñas y nos obligan a comernos las acelgas si no es para comer, ahí las tienes pa'cenar. Y de postre se tocaron su éxito "Mola, Guay, Ok", una canción que tendría que ser incluida en alguna lista de nuevos estupefacientes, porque tiene ese efecto alucinógeno que te vuelve alienígena y puedes viajar en el tiempo y regresas a los noventa, te encuentras vistiendo, de nuevo, pantalones bonaventure, camisetas customizadas con lejía y un peinado a lo casco, escalándote a la barra para pedir un cojón mientras, de fondo, suena el "Girls and Boys" de Blur.
The Mockers además de ser buenos son auténticos. Aún no he leído los consejos de Ian Svenonious para crear una banda de rock, pero Gordon, Leventhal y el resto te regalan la lección con el precio de la entrada. Todo consiste en amar la música, aunque suene a memez cursi de anuncio de reproductor de mp3. Si los ves por primera vez, y hasta por última, funcionan todas las tretas: el teatro cómico, los punteos mirándose el reloj invisible de la muñeca, los estribillos jocosos, las pullas entre ellos, las versiones en castellano, los juegos de voces, los arranques vapuleando los toms y los finales con rasgueo de la rítmica. Todo está afinado porque, además, lo rocían de sudor y te sonríen como si estuvieran disfrutando más que tú.
Ayer no lo hicieron, pero estos tíos tienen el gozo, la agudeza y la demencia necesaria para cantar en inglés a Los Nikis o Los Secretos. Eso sí, se permitieron bordar a The Sonics o desconcertar a los presentes con la referencia al folclore local más popero. Incluso, Luis "Weedge" Herrera* se lució a la batería añadiéndole voz y silbato a un homenaje a su paisano Fats Domino. Pero hubo más, la guinda en la cima del pastel, que fue la aparición sorpresa de Reyes Torío para sembrar la ventolera con una versión más punk que cow de "Billy Joe", un éxito de finales de los ochenta de la banda donde cantaba la invitada, Dinamita pa'los Pollos. Todo eso podría ser anecdótico si no fuera porque es consustancial, parte fundamental de una fiesta bien entendida, donde la música celebra su espíritu festivo y reparador que tiene tanta o más importancia que cualquiera del resto de alivios y energías que nos proporciona esta simpatía por el diablo.
Con dos por compañía, me volví yo para el barrio. Aún hubo tiempo de visitar cantinas y cerrar la noche con derroche, escuchando a Johnny Cash y a otros bardos y bardas benditos y benditas que, en plural o en singular, en masculino o femenino, con peloteo o sin él, siguen siendo los mejores ángeles para guardarte las noches más perversas.
*El batería se llama Marc Joseph. Yo escribí Luis "Weedge" Herrera y fue un error. Error que me señalaron, y quise corregir, pero no ocultar.
*El batería se llama Marc Joseph. Yo escribí Luis "Weedge" Herrera y fue un error. Error que me señalaron, y quise corregir, pero no ocultar.
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