Creo que fue el viernes cuando le oí a alguien mencionar a Wilhelm Furtwängler. Lo que pueda decir sobre la música un director de orquesta alemán que murió en 1954 no parece lo más apropiado para abrir mi enésima crónica de un concierto de Porco Bravo, pero, en realidad, a mí me parece que no solo viene al caso si no que es un caso resuelto, y resuelto bien, como le gustaba a John "Hannibal" Smith que salieran sus planes. Furtwängler (pronúnciese como se pueda) dijo lo que sigue:
"Hay obras de arte que producen efecto porque quieren producirlo. Y las hay, a su vez, que lo producen por el simple hecho de existir. He aquí la causa de por qué el efecto en unas disminuye con el tiempo y en otras no."
Por el simple hecho de existir... Hay... canciones, música, bandas, me la suda, me da igual, que emocionan simplemente por existir. Si Porco Bravo no existieran, alguien debería inventárselos. Para suerte del respetable, Manu El Gallego se empeñó en que así fuera.
Y se empeñó durante mucho tiempo y, por eso, ayer, en el concierto de Bilbao, ante un Antzoki repleto donde estaba medio pueblo, apareció por sorpresa Txetxu de Parabellum y "Envenenado", himno noventero aunque solo fuera en nuestra estrecha margen, repercutió por todo el Antzoki y hasta los globos del techo se inflaron menos que nuestros pechos.
Dejadme que me caiga por el barranquillo:
La tasa de desempleo en Barakaldo alcanza ya el 19%. El 60% de esas personas en situación de desempleo no reciben ningún tipo de prestación. Según datos, como los anteriores, de fácil acceso en internet a través de plataformas contra la exclusión social como Berri Otxoak o en fuentes oficiales del gobierno, un 8% de los ciudadanos de Barakaldo están en situación de pobreza severa. Casi 5.000 personas usaron el Banco de Alimentos el año pasado. Cada semana, cinco familias son deshauciadas. Más de 2.000 personas han abandonado Barakaldo en busca de trabajo fuera. Muchos de ellos no llegan a la treintena. El número de barakaldeses registrados en consulados se ha multiplicado. Las empresas de Barakaldo y sus alrededores que cierran o acometen expedientes de regulación de empleo, también: la histórica Babcock, GAM Aldaiturriaga, la acería ACB, La Naval, Nervacero, Ikea, Mebunik, ABB, Precicast...
... por el simple hecho de existir.
... medio pueblo.
... si no existieran, alguien debería inventárselos.
Ayer leí una entrevista a Bob Wayne, un tío que hace country con Black Sabbath en la cabeza. En ella, decía que, a él, la música le afectaba físicamente: "la que es una mierda hace que me sienta mareado (...) pero también me pasa con la buena música, cuando suena se me pone la piel de mi cuerpo de gallina (...) hacen que se agite mi alma."
La música no nos quita el hambre, no nos cura las heridas, no nos devuelve el trabajo. Pero, de alguna manera, hace posible que pensemos que merece la pena seguir luchando por comer, sanar y trabajar. Y, sobre todo, por divertirse, agitarse, "vivir sin miedo". Ayer, mientras Manu El Gallego se secaba el sudor con unas bragas, los que estábamos abajo seguíamos sudando. Pero era un sudor como muy grueso, casi espeso, ese sudor que transpira para algo más que para refrigerarnos. No sudábamos por el calor, sudábamos por el estímulo, por la música, por la rutina que olvidamos durante hora y media, porque hay canciones que emocionan por el simple hecho de existir, y, si me dejas que me acabe de tirar por el barranco, algo de eso pasa con las que han escrito en Porco Bravo. A mí, también me afecta físicamente, como a Bob Wayne, la música, y la
sonrisa medida, casi modesta, con la que salíamos los dos (tanto yo como
la que me acompaña y quien salió, por cierto, de allí, con tantas ganas de más rock and roll, que ya andaba esta mañana mirando precios para el ARF) del Antzoki de Bilbao, era física y musical. Muy musical. Muy real.
¿Y de música, cuándo hablamos?
Ahora: el concierto se pasó tan rápido que Manuel Pulleiro apenas tuvo tiempo de quitarse camisetas (bazzinga!). Roberto Moso decía hace unos días en su blog que los Porco suenan "convencidos/convincentes" y es que parecen una máquina engrasada a la perfección para producir ese rock and roll a medio camino entre lo canalla y la cazalla que bordan porque rebosan en riffs de guitarra, estribillos imantados y actitud enérgica. Abrieron con la intro del nuevo disco, bien cosida a la primera canción de su segundo álbum, y terminaron como empezaban los conciertos en su anterior gira. Un círculo simbólico que parece darnos la razón a aquellos que les pedíamos más repertorio: "Electrica Actitud", "Puto Amor", "Lasciva" o "La Piara" suenan ahora más convincentes/convencidas cuando aparecen por sorpresa entre las canciones más recientes, canciones a las que aún les falta el brillo que las otras han ganado después de tantos escenarios y tanta porconeta pero que seguro que acabarán ganándolo. Aún y así, ayer sonaron todas muy alto, tajantes y robustas, bien, vamos, de **** madre. Hasta la de Zebu (alias de la noche "H & M") sonó con asteriscos.
Poco más puedo añadir, entre otras cosas, porque ayer salí del Antzoki con la sensación de que estas crónicas iban a dejar de existir porque ya no emocionan por el simple hecho de eso... existir.
Ayer estaba allí medio pueblo, pero también había más camisetas rayadas que en un partido de San Lorenzo de Almagro, gente veterana que podía haber estado entre los veinte del Lesser Free Trade Hall de Manchester en 1976, originarios de la piara, personajes de la farándula, jovenzuelos con orzuelos de tener los ojos tan abiertos, padres y madres de familia, gente de León, embarazadas, exaltados sobre el escenario, con y sin camiseta, entrados y sin entrar en años, fotógrafos profesionales y aficionados, ¡muchos fotógrafos!, técnicos de guitarra con frontales, más fotógrafos, cámaras, más camisetas rayadas, mucha gente, muchísima gente, gente que estuvo al principio y gente que no, mucha...
Tengo la sensación de que Porco Bravo ha dado un salto mucho más alto de lo que jamás alcanzará este blog por mucho que coja carrerilla. Ahora, otros mucho más preparados que yo, y con más gusto y criterio, deslabazarán sus conciertos y sus discos (que ya lo estaban haciendo, por cierto), y merecido lo tienen. Así que, creo que hasta aquí hemos llegado. Ya veremos, pero, a partir de ahora, intentaré dedicarme solo, sin glosas a la mañana siguiente, a disfrutarlos físicamente, en silencio, si es que consigo quitarme este pitido de los oídos e ir a votar. Porque voy a votar. Y no porque así ejerza mi derecho y colabore democráticamente con esta sociedad a la que no voy a analizar porque no soy psiquiatra, pero voy a ir a votar.
Voy a ir a votar porque ya, de paso, saldré por el barrio a tomar unos zuritos, y me cruzaré con J, al que echaron hace unas semanas del curro después de treinta años levantando una empresa que ahora le desprecia como si esos treinta años no hubieran existido, y me cruzaré con A, al que le obligaron a jubilarse antes incluso de que tuviera tiempo de darse cuenta de que le había llegado el momento de hacerlo, y a C, a quien, después de año y medio en el paro, sobreviviendo con 400 euros, le volvieron a llamar hace unos días y al pedir que le dejaran librarse de media de las muchas horas extras que luego no le pagarán, le dijeron que si no quería currar, que se fuera, pero que no volviera, que ya vendría otro más necesitado con él, y también me cruzaré con D, empresario, con todos sus empleados con contrato indefinido y a los que obliga a hacer huelga cuando estas se convocan porque para eso les paga el día que no trabajarán. Me cruzaré con todos ellos y me tomaré unos zuritos. Ninguno estuvo en el concierto. Pero como si lo estuvieran, estuvimos otros por ellos, otros que sentimos la música físicamente y que nos emocionamos por eso... por el simple hecho de existir, de ser y estar, ayer y allí. Eso, resumido en dos verbos irregulares y con dos adverbios, uno de tiempo y otro de lugar, es el rock and roll.
Posdata 1: No por dejarlos para el final y, así, como por cumplir, les quitaré yo mérito a uno de los grupos más míticos y baqueteados de la escena punk-rock estatal. Porque también tocaron antes Discípulos de Dionisios, los tíos más rápidos a este lado de la frontera, con las cinchas de guitarra más largas de la historia. Acabaron descamisados un concierto de los suyos, de los de a piñón fijo, ni para coger impulso, guitarras trepanadoras y subidón de energía iracunda. Ideal para lo que vendría después.
Posdata 2: Foto robada, perdón por el atrevimiento, de la página de facebook "yo también soy porco bravo fun".
Comentarios
Cuando salió Txetxu el aire del Antzoki cambió de composición, estratos de recuerdos, efluvios de rabia y sudor ascendieron desde nuestras botas al techo, sí señor! El tiempo se volvió redondo, nos miramos los unos a los otros y volvimos hacia atrás, hacía la rabia envenenada que fue ayer, que es de hoy.
La música nos afecta físicamente, pero sobre todo afecta a nuestros espíritus, dejemos que la energía del Rock nos eleve.
Magnífico post.