Que día más soleado hoy, qué verdes, al fondo, los valles y sus praderas, qué cristalina el agua turbia de la ría, qué bonito el colorido de los trajes de verano y de las sandalias con flecos y hasta el de las camisas de ejecutivos que las hay de todos los colores, desde el salmón noche hasta el verde caipiriña. Qué bonita la ciudad con su tráfico colorido, sus escaparates brillantes, sus ciudadanos atascados en las terrazas tapizadas. Todo tan bucólico, tan extrañamente pausado, radiante y modélico.
Llego yo.
Aparco en la última planta del aparcamiento del Mercado, en un estrecho hueco que me dejaron entre un Porsche Cayenne y un Audi lo que sea. Obsceno. No te preocupes, tío, le susurro a mi Opel Astra descolorido. Tú tienes más personalidad. Se enciende el piloto rojo, pero me vuelvo desde la puerta por si me dejé las luces puestas. No. Qué calor. Sin afeitar. Salgo a la calle como si en lugar de encontrarme el apocalipsis me encontrara el génesis, un paraíso terrenal que ya he descubierto con sarcasmo en el primer párrafo.
Solo tengo un objetivo: gastarme el dinero que acabo de conseguir. Para ello tengo que esperar en la cola a que una señora de mediana edad con gafas de camuflaje y una manía estrepitosa por soplarse el flequillo termine de hacer lo que está haciendo con el cajero. Tanto como teclea parece que está transfiriendo un buen carro de millones a una cuenta suiza después de que yo le haya obligado a descifrar los códigos apuntándole con un revólver en la cabeza. Termina sin que aparezca el héroe para socorrerla, yo saco mis pelas y vuelvo a la algarabía luminosa de la media mañana bochornosa.
Me meto en el Antzokia y digo, yeah, bai, vamos a parlare la lengua de los antepasados que me tocan por el sexto apellido que es el único que tengo como le gusta a Karra Elejalde aka Koldo:
- Sarrerak erosteko mesedez?
Taciturna y aburrida, me sigue la corriente una camarera vestida de elegante negro tabernero. Y me compro las entradas: para hoy, para ver a Steve Wynn y sus The Dream Syndicate tocar completo el Medicine Show por su treinta cumpleaños, solo compro una, para mí. Para ver a Nacho Vegas presentar su último disco Resituación que, por qué no confesarlo, he escuchado ya una docena de veces aunque casi nunca llego al final, compro dos. Es lo negociado, no se podía pedir más, bastante que a la que siempre me acompaña la he sacado un acuerdo pre-matrimonial para una jornada.
Me quedan las ganas de pillar para hoy mismo y ver, por fin, a Josh Rouse, y ver, por fin otra vez, a Violent Femmes, cuyo concierto en la sala Santana aún me enerva la cadera que no me duele cuando llega el frío (sí). Pero no hay presupuesto ni combustible suficiente para permitirme tres conciertos en tres días consecutivos. Además, esto no es Benicassim, no puedo ir luego a pasarme la siesta tumbado a la sombra de las piscinas municipales.
Mientras la camarera euskalduna cuenta cuántas se lleva y qué tiene que devolverme, yo espero y, por no mirar cómo almuerzan los comensales que ocupan ahora el espacio donde, dentro de unas horas, los afortunados que tengan sentido del ritmo bailarán el "Add It Up" de Violent Femmes, me dedico a mirar las pequeñas cajas metálicas, detrás de la barra, que tienen bien ordenadas, con sus correspondientes etiquetas, para guardar lo recaudado con cada concierto que organizan. Y ahí leo, en una de ellas, las palabras mágicas:
Porco y Bravo, junto a la fecha exacta del día de autos.
¿Habéis oído hablar de ellos?
Venga ya, no me digas.
Si habéis venido por aquí antes, no me lo creo. Creo que me estáis metiendo un bazinga! por todo el duodeno.
Y es que sí, ahí están, más colosales y fastuosos que la puerta de Alcalá, los Porco Bravo con su nuevo disco y toda la retahíla de conciertos de presentación que acompañan y acompañarán a la nueva publicación. Yo ya apostillé aquí (pincha, pero pincha solo si quieres leerlo de verdad, no por cumplir, justo aquí, y te llevará directamente, hay que ser vago, a la entrada en la que hablaba del disco en cuestión) el nuevo álbum, probablemente hablando (escribiendo) mucho y diciendo (diciendo) más bien poco. Eso sí, aún no les he visto en directo con su nuevo arsenal de canciones.
Empezaron la gira hace ya unos meses con un par de conciertos en La Rioja y Castellón, si no me equivoco. El domingo pasado mismamente, y creo que tampoco me equivoco en esto, se pusieron elegantes para celebrar el cumpleaños del Muga sobre el escenario. Y precisamente en ese mismo escenario, el del Kafe Antzokia, presentarán su último disco, el homónimo del que hablábamos antes, dentro de un par de fines de semana, concretamente el próximo sábado 24 de Mayo y acompañados por Discipulos de Dionisos.
Es de esperar que allí se den cita los más antiguos miembros de la piara original y toda la colección de nuevos fanáticos que el grupo barakaldobusturiarra se ha encargado de ir captando después de tantos conciertos y tan buenas canciones. Seguro que ambos grupos hacen bailar al respetable porque, lo que sonará ese sábado en el Antzokia estoy convencido de que excitaría a Dionisos mucho más que el arpa de su bisabuela Afrodita.
Hay peña que ya se ha apresurado. Las fotografías con las codiciadas entradas se publican en el facebook, que es eso que yo no tengo pero que la gente utiliza hoy en día para comunicarse, dicen. Tampoco tengo entradas. Porque en este día soleado, en el que hasta los zapatos náuticos parecen coquetos y los turistas se permiten caminar más lento por la Gran Vía, me volví hasta el aparcamiento público con las entradas que ya he contado antes pero sin las de Porco Bravo.
¿Por qué?, probablemente no os preguntéis.
Problemas de agenda, debería contestaros.
Pero luego vendría la coda y añado entonces: Problemas de agenda que hemos conseguido solucionar. Así que, esta misma noche si se puede y procede, mientras disfruto del tributo que Steve Wynn y los suyos se ofrecerán a sí mismos, intentaré convertirme a la religión seglar del rock porcino e igual me abro hasta un caralibro solo para publicar la fotografía de mis rutilantes entradas, en plan selfie cool, que suena a sorbete de menta, pero es algo que se lleva mucho ahora. Dos entradas, eso sí. Para estos, seguro que son dos.
Posdata: todo esto fue ayer. Así que aunque esté en presente, quizás miento en lo climatológico. No sé qué tiempo hace hoy por la ciudad que andaban fotografiando los hermanos Wachowski, pero aquí el día está del color de los cabellos de la barba de Willie Nelson, eso sí, igual de oportuno e inspirador. Lo dejo aquí, que si no, no termino nunca.
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