Sí, Seeger



Que vivimos no ya en un mundo globalizado, si no en un mundo complicado, conectado, integrado y enlazado es algo tan obvio como que nacemos, vivimos, nos morimos, y, con el paso del tiempo, se van olvidando de nosotros. No sé si todo el mundo olvidará pronto a Pete Seeger pero, para empezar, su muerte ocupó todas las portadas de los periódicos (o casi todas) y salió en los noticieros (me encanta esta palabra) de todos (o casi todos) los canales de televisión del mundo complicado, conectado, integrado y enlazado.
Tan complicado, conectado, integrado y enlazado que tuve yo que conducir más rápido de lo debido bajo la lluvia para llegar cuando el partido ya había comenzado y me perdí la ocasión de Diego Costa y la parada de Iago Herrerín cuando aún no había pasado un minuto de partido. Había quedado con los amigos para ver un partido de esos que, en el fuero interno, sabes que no te apetece ver, pero todos nos dejamos confundir por la opacidad de nuestros instintos más tozudos, así que fui. Y ahí estábamos viendo a un equipo vasco con un internacional francés contra un equipo madrileño con un español del Brasil, ambos unidos por la historia y por la combinación de colores, pero, en realidad, tan alejados como aquellos dos a los que separa el puente aéreo más transitado del país, y estábamos viéndolo en un bar de esos de alquiler desorbitado, en una esquina estratégica de la zona peatonal donde se reúne todo el ocio del pueblo, que, en su tiempo, fue una cafetería con ínfulas, espejos detrás de la barra y madera decorativa, pero ahora, es un negocio anticuado, regentado por un chino al que llaman con un nombre muy castizo, y una mujer compatriota a la que el fútbol le va tanto como a su marido, y, por eso, mientras los demás lo veíamos en la tele, ambos se dedicaban a darle de cenar a su hija pequeña que estaba hipnotizada por los dibujos de Doraemon que aparecían en la pantalla del ordenador con el que su padre suele pinchar música de todos los estilos, una suerte de vórtice en el que cabe lo mismo el "Gangnam Style" que Extremoduro que Dani Martín que c-pop. Y en esas íbamos ya por la segunda parte y con la eliminatoria jodida para la cuadrilla con la que comparto aficiones, que uno de mis amigos me preguntó, con una sorna aceptable, si yo conocía a Pete Seeger porque llevaba toda la mañana oyendo que había muerto y por más que preguntaba a la gente nadie sabía quién demonios era. Así que, en el bar chino del extrarradio vizcaíno, viendo un partido de la Copa de su Majestad el Rey de España entre un equipo bilbaíno y otro madrileño, mi amigo, de raíces gallegas y funcionario en una ciudad costera cerca de la desembocadura de la ría me pregunta a mí, de raíces extremeñas y cántabras y empleado de una empresa pública en la capital de la república, si conozco a un cantautor blanco norteamericano que nació y murió en la ciudad más cosmopolita del mundo donde, según el censo de 2010, vivía una de las colonias de afro-americanos más grande del país. 
Lo dicho, no sé si nos olvidaremos pronto de Pete Seeger, pero que el mundo está enmarañado y que ya nadie lo va a desenmarañar, está tan claro como complicado lo he hecho para contaros, simplemente, que el miércoles vi un partido de fútbol con los colegas y, por sorpresa, salió el tema de conversación de su muerte. 
Por supuesto, yo le dije que sí. 
Lo que no os voy a decir es en que trabajo, pero os contaré que gracias a ello, tuve la oportunidad de dedicar dos de las horas de mi jornada laboral a hablar con otras treinta personas de dos muertes que acaecieron en un lapso de quince días: por supuesto, la de Pete Seeger, y también, la de Eric Lawson, quinto hombre Marlboro que fallece por causas relacionadas con el tabaquismo. Durante dos horas, hablamos de cosas como la publicidad de género que practicaba la empresa de Phillip Morris, las portadas de Life, la mitología del cowboy, el día que a Bob Dylan le dio por enchufar su guitarra, el discurso del estado de la nación, Mad Men, Martin Luther King, el senador McCarthy y no sé qué más. No me digas que no es una forma agradable de trabajar. Yo no me quejo, aunque solo te cuente lo bueno. 
Y sí, le dije que claro que sí sabía quién era Pete Seeger. Mi amigo asintió y aguantó estoicamente mientras le solté la chapa. Le doré la píldora al bardo de Beacon, rememoré sus tiempos de lucha comprometida, su visita a la España de la censura, su ascendente en la escena folk concentrada en New York, subrayé sus ideas políticas y la sinceridad con la que había vivido por ellas hasta el último de sus días, el hecho de que Barack Obama se empeñara en que estuviera en el concierto que celebraba su elección como presidente, la admiración que sentía Bruce Springsteen, y quise hasta recordarle alguno de los titulares que había leído en la prensa, cómo el Chicago Tribune decía algo así como que durante años él llevó las noticias a las casas del americano medio o como el Minneapolis Star Tribune decía aquello de que en realidad el barrio de Pete Seeger era el mundo con todo lo largo y ancho que éste es. Nada de eso pareció impresionar a mi amigo, aunque afirmaba con la cabeza. Así que insistí con cosas más íntimas, como hablarle de mi antigua compañera de trabajo, la norteamericana de izquierdas que se vio obligada a descubrir cuál era su segundo apellido cuando la España franquista le obligaba a utilizarlo tras casarse con un madrileño de los que apretaban la rosa con el puño, la misma que me hablaba emocionada de cómo canturreaban de niños las canciones de Pete Seeger y de Woody Guthrie como si fuera una composición a medio camino entre "Five Little Ducks" y "The Star-Spangled Banner". Luego volví a lo histórico y le hablé de la única "controversy" más famosa que la panik kontroversy, la que ocurrió en 1965 en el festival de Newport cuando a Dylan le dio un aire y decidió enchufarse la guitarra, y cómo había oscuras leyendas que contaban que a Pete Seeger casi le dio un jamacuco y que intentó sabotear la actuación. Eso parece que hizo algo más de mella en mi colega que, al final, no sucumbió, pero siguió admitiendo con la cabeza y me tuve con conformar con un: "pues sí, sí, será como tú dices", cuando ataqué ya desesperado para decirle que, además de canciones protesta e himnos populares con letras significadas, también escribió cosas como el archifamoso clásico de The Byrds "Turn Turn Turn", pero es que mi amigo, de bondadoso carácter y de reseñable bagaje cultural, lo de la música no lo disfruta tanto como un servidor, y los Byrds, si le sonaban a algo, le podían sonar a película de Alfred Hitchcok y eso solo si ponía empeño y un cuestionable sentido del humor. 
Probablemente él, y si te descuidas, hasta yo mismo, nos olvidemos de Pete Seeger en un santiamén. Igual que alguno ya se ha olvidado de Lou Reed. Pero, lo cierto, es que ambos compartían ciudad, profesión, alguna preocupación, y un talento parecido aunque tan distinto con disfraz. Ambos tenían, además, dos vistosas "ee" en sus apellidos, como si estuvieran llamando la atención, como si estuvieran silbando con dos dedos metidos en la boca, advirtiéndonos de que, si no estábamos atentos y escuchábamos, nos íbamos a perder algo bueno. Lástima que no todo el mundo escuchara aquella llamada. Pero todavía hay tiempo y algún día... venceremos o, como diría él, we shall overcome.

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