Este próximo martes, 26 de Noviembre, de 19:00 horas a 20:30 horas y en la Fnac de Bilbao se presentará, por todo lo alto, el libro que recoge por escrito el trabajo digital que han venido haciendo Javier Ikaz y Jorge Díaz en su original y exitoso proyecto de "Yo fui a EGB".
Todo esto, si no me confundo, nació en el caralibro, y, como yo no tengo, no he seguido el acontecimiento de la manera apropiada. Me fueron llegando noticias de cómo crecía todo por terceras personas, por allegados y amigos que sí tienen su página en el libro con cara y que me iban contando cómo crecía el proyecto y cómo se lo merecían. Recuerdo estar conduciendo con cuidado y poca pericia por una carretera comarcal de la Galicia más profunda y toparnos con una entrevista radiofónica con el señor Ikaz. Igual que recuerdo pasear por la playa de La Lanzada y entretenernos dibujando el nombre en la arena. Lo que no esperábamos es que después la gente que andaba por allí aprovechara para sacarse fotos junto a las marcas que habíamos hecho con los pies sobre la arena. Casi nada.
Me fueron contando qué escribían y, de vez en cuando, lo comentábamos con nostalgia y socarronería. Al fin y al cabo, uno no puede esconder que es fruto de esa generación, la que creció con la Educación General Básica y toda la cultura que los perpretradores de este proyecto se han encargado de rememorar y recopilar.
Yo intentaré estar el martes en la presentación y os invito a que también lo hagáis y a que, ya sea por curiosidad o por melancolía, os hagáis con un libro. De todas formas, este blog no va de literatura, ni de recuentos históricos, ni sabe de qué va, pero dicen que va de música, así que cerremos esta entrada con un caprichoso recuento de algunas de las canciones que acompañaron mis años de colegio público, miedo al potro, tragedias amorosas prepúberes y desencantos futbolísticos.
Sin mucho reflexionar, me he hecho una lista de diez canciones, sin ningún orden establecido aunque vayan numeradas, que le pusieron música a mis ocho cursos en la primaria. A estas alturas, mi reputación como crítico (por mucho que lea las memorias de Oriol Llopis) ya está por los suelos, y hace tiempo que me prometí no esconder mis defectos. Así que, sin reputación y con los defectos al aire, qué más da: eso escuchaba para bien o para mal. Al fin y al cabo, a mí me duró la inocencia y la divina ignorancia tanto como usé la bola del mundo que me regalaron en la comunión, y no puedo ocultar que mis años de egebé fueron años de poco interés musical. En torno al comienzo de los años noventa, todo cambiaría de manera dramática. Pero antes, el momento que podría simbolizar mi interés por la música serían esas tardes lluviosas e infructuosas, encerrado en mi habitación, odiando con todas mis fuerzas la flauta roja con la que tenía que aprenderme las notas y conseguir que mis dedos rollizos no se equivocaran de agujeros. Aún las recuerdo: mi-fa-fa-mi-mi-re-fa-fa... Por eso, la primera canción de la lista es la que es:
1. Jacques Offenbach y Jules Barbier: "Les contes d'Hoffmann"
Ya lo he dicho. Si querías aprobar música en octavo (o en séptimo, ya no me acuerdo) había que convencer al profesor de que sabías tocarla. Mira que no dio de sí la flauta para hacer chistes fáciles e incluso vengarse de algún compañero cabrón. Pero para fomentar nuestro interés musical... buff. Veredicto: negativo.
2. Helloween: "Keeper of the Seven Keys"
Ésta y la siguiente deben ir juntas. Yo conseguí que me regalaran el "Keeper" por mi cumpleaños, no sé muy bien cómo. Ni tan siquiera sé cómo llegué yo a conocer a los Helloween. Por qué o por medio de quién. No lo sé. Pero flipaba con mi cassette y con esa portada fantástica tan colorida. Cometí un error: llevar mi cinta a clase para fardar delante de los colegas. Un repetidor al que no le hacía falta ni soltar cachetes para hacerse valer, decidió que aquella cinta tenía que ser suya y que, por bondad, en lugar de quitármela directamente, me la iba a cambiar por otra cinta... (sigue en la próxima y así enlazo)...
3. Ozzy Osbourne: "Over the Mountain"
... en realidad, me dijo que me la iba a cambiar por dos cintas, dos cintas de Ozzy Osbourne, y yo no sabía quién era, por supuesto. No creo que supiera ni quiénes eran Black Sabbath. Me resistí a aceptar la oferta, pero el repetidor me lo dejó bien claro, con esa clarividencia tan contundente y tan propia de esta escena: "o me la cambias, o me la quedo sin más." Por supuesto, acepté el trueque. Trueque que tardó en ocurrir como un curso entero y que, al final, se quedó en una sola cinta de Ozzy: el Diary of a Madman. Recuerdo el disgusto al encontrarme con una sola cinta y, encima, con una cassette decorada con una portada tan horrorosa. Tardé semanas en librarme del cabreo y la impotencia y escuchar el disco. Y años en convencerme de que, no sé si salí ganando o no, pero, al fin y al cabo, canciones como "Over the Mountain" o "Flying High Again" se acercarían más a mis gustos posteriores que los casi catorce minutos de canción de los Helloween. Benditos repetidores...
4. Hombres G: "Marta tiene un marcapasos"
Qué quieres que te diga. Así fue. Un verano entero persiguiendo el balón en la arena cántabra y escuchando esa canción en el espectacular walkman sony sufbufersurroundingyoquésé que me regalaron por Navidad. Era 1986, tenía diez años, Burt Lancaster la había cagado y yo también tenía derecho a hacerlo, ¿no?
5. Rick Astley: "Never Gonna Give You Up"
Las gafas ray-ban, la camisa por dentro y los pantalones bien subidos por encima de la cintura. Chasquiditos de dedo gordo como si bailara una jota y la cintura más flexible que el blandiblú. El Astley iba en las carpetas de todas las chicas, joder, qué le ibas a hacer.
6. Europe: "The final countdown"
¿Y quién no?
7. Technotronic: "Pump Up the Jam"
La modernidad venía de Bélgica. Bailar no bailábamos, y menos como ellos. La música de baile nunca ha sido lo mío, pero había que ir a la discoteca si querías llevarte el disgusto de que todos pillaran menos tú. Practicábamos, además, nuestro inglés, aunque ya no recuerdo si esto pertenecía ya a mis años de instituto, pero el disbijit disbijit disbijis teknotroni... se convirtió en todo un jit... naranja, escribe fino.
8. El Fary: "La rompecorazones"
Kilómetros y kilómetros camino de la tierra parda metidos en un Opel Corsa donde el calor podía cortarse con una navaja suiza. El Soto y la Reverte, los chistes de Arévalo, las canciones folklóricas de la tierra y El Fary desde Burgos hasta la sierra de Gata. Mi favorita era ésta por mucho que la del torito bravo la petara. Si me la pones, actúo como los perros de Paulov. Viajo en el tiempo y en el espacio. Años después, ya en la secundaria, le pedí a mi padre que me dejara a mí poner una canción, y le pasé una cinta de noventa de la TDK donde había grabado un par de discos de Extremoduro. Cuando escuchó lo de "cagó dios, en Cáceres y en Badajoz", ya casi a la altura de Béjar, sonrió y murmuró: "hay que ver".
9.Platero y Tú: "Si tú te vas"
En la frontera entre la egebé y el instituto. Donde ahora hay un pub con terraza y todo, antes había una sala de juegos. La calle no era peatonal y teníamos que conformarnos con el futbolín para pasar las tardes de sábado. Recuerdo a mi colega RA gritando lo de que ella está gorda y es fea y es casi como si pudiera volver a ver mis mofletes inflados reflejados en el cristal de la pantalla del Tetris. Antes que Fogerty y antes que los Status Quo, nos pegaron la fiebre del rock and roll Fito y sus compañeros.
10. Kylie Minogue: "Tears on My Pillow"
Nos llevaron de viaje de estudios a Barcelona y Mallorca: visita al Museo de cera, travesía por el Mediterráneo, noches en la discoteca sin alcohol con la música de Big Fun atronando la pista de baile, las Cuevas del Drach, las perlas de Majorica y vuelta a casa en avión cargando con la ensaimada. Todo el mundo tenía que cumplir su reto vandálico para superar el rito de paso y convertirte en un adolescente como dios manda (o como dios mandaba en mi barrio), algo quinqui y sin miedo al conflicto. A mí me pusieron la prueba en una tienda de souvenirs y, como no fui capaz de robar nada que supusiera un verdadero desafío y tuviera cierto valor, acabé por meterme en el bolsillo una postal de Kylie Minogue con un top a rayas que no supuso ningún riesgo, pero que me quitaron de las manos en cuanto salimos de allí. La Minogue estaba de moda y su versión del doo wop de Little Anthony & The Imperials daba la vuelta al mundo. Por supuesto, a nosotros todo eso del doo wop y las versiones nos importaba más bien poco, igual que nos importaba un carajo si Samantha Fox cantaba bien o mal o qué significaba lo que cantaba en inglés Sabrina Salerno.
Como decía, después llegó la secundaria y el proceso fue rápido y letal. Pero lo que presentan en la Fnac este martes termina, para mí, cuando terminan los ochenta, así que había que ser sincero. Y justo. Por eso, es de justicia pedir perdón por perder el tiempo dándoos el coñazo con mis tristes memorias musicales, y regresar a lo que de verdad importa: si tenéis tiempo y nada os lo impide, pasaros por Alameda de Urquijo, acercaros hasta la cafetería del fondo y dejaros llevar por la nostalgia. Lo pongo en negrita: martes, 26 de Septiembre, a las 19:00 horas. Si no fuisteis a EGB, puede que aún estéis a tiempo de ir: Marty McFly y Emmett Brown quizás os puedan echar una mano, o Ikaz y Díaz, vamos.
Posdata: Sí, si alguien lo había leído antes, al principio escribí jueves 21 de Septiembre. Y sí, también había puesto otra foto. Hace poco, me han informado con urgencia y por medio de un telegrama de que la cita se retrasaba hasta el martes de la semana que viene, así que lo he corregido y corregido queda. Y ya de paso, he cambiado de foto, que ésta sí que no me hacía falta robarla y, además, la otra se veía tan borrosa como veíamos nosotros el futuro, entonces, después de un subidón azucarado de caramelos pez.
Posdata: Sí, si alguien lo había leído antes, al principio escribí jueves 21 de Septiembre. Y sí, también había puesto otra foto. Hace poco, me han informado con urgencia y por medio de un telegrama de que la cita se retrasaba hasta el martes de la semana que viene, así que lo he corregido y corregido queda. Y ya de paso, he cambiado de foto, que ésta sí que no me hacía falta robarla y, además, la otra se veía tan borrosa como veíamos nosotros el futuro, entonces, después de un subidón azucarado de caramelos pez.
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