El oyente medio soy yo. El BIME es un festival, ya sabrás, que acaba de terminar. Fue algo así como un congreso o una reunión de profesionales del negocio de la música que después se alargó hasta convertirse en un festival bajo cubierta. Seguro que hay palabras en inglés que lo explican mejor.
Lo del oyente medio (o medio oyente, yo creo que, en este caso, zurriagazo va, zurriagazo viene, no importa el orden de los factores) viene a cuento de que no hace ni un momento que he estado leyendo en una revista de reputado prestigio una entrevista a Jack Barnett, letrista, vocalista y compositor de These New Puritans, a cargo de un periodista cuyo trabajo respeto, Juan Manuel Freire. Hablando de "Field of Reeds", el último disco de la banda inglesa, Freire concluye algo así como que el disco no busca (más bien, rehuye) "complacer al oyente medio". Yo de medio que soy doy miedo, o más bien, lástima.
El caso es que yo ayer bajé por las escaleras mecánicas del BEC cuando THESE NEW PURITANS ya estaban subidos al escenario, y la música y la ausencia de luz parecían envolver el espacio y convertir aquel pabellón en un tenebroso bosque donde, al final, se veía una ténue luz. (Me fui. Por el barranquillo, quiero decir, que me he ido. Y vuelvo). Estaban Jack Barnett y los suyos ahí arriba, invocando al espíritu de Santa Cecilia (patrona de los músicos, que celebraba su cumple precisamente el viernes) y nosotros al fondo, de brazos cruzados, intentando atravesar la fronda sin machete pero con los ojos bien abiertos. Decía Freire en su artículo que el disco es mayúsculo y que hay menos percusión que en los anteriores, lo que demuestra mi ignorancia porque, habiendo pasado por alto su discografía desde aquel ep llamado "Now Pluvial" de 2006 y que no sé cómo llegó a mis manos, al oyente medio le pareció que había más percusión que en una convención de bongos. Percusión, piano, alaridos primitivos, muchas capas, virajes inquietantes y la sensación de que aquella ecuación de armonías y melodías no la iba a resolver un oyente medio por mucho que aprendiera a resolver las de tercer grado en el instituto. Me dejé la calculadora en casa. No soy yo quién para llevarle la contraria a los muchos que indican que el último disco de These New Puritans es un alarde de originalidad e innovación, más bien, soy como la confirmación de que es así, porque el oyente medio no quedó complacido. La apuesta es arriesgada, parece que eficaz, y tampoco cabe dudar de la habilidad técnica y creativa de Barnett. Ahora, yo (y a la que siempre acompaño) entendimos que era un buen momento para acercarnos a la barra y ver que se cocía en la cocina.
Nota a pie de párrafo: que haya repetido varias veces la expresión "oyente medio" y que lo haya hecho referenciando el artículo de Juan Manuel Freire, no implica que esté intentando ser irónico. Si es así, me excuso. La única razón de repetirlo tanto se debería achacar a mi falta de talento narrativo o al poco tiempo que le dedico a podar el texto. De hecho, estoy de acuerdo con la apreciación de Freire y su expresión me parece ajustada.
Lo que se cocía en la cocina venía de Navarra y no eran magras con tomate, más bien cocía la carne picada de cordero en el tomate triturado, porque WILHELM & THE DANCING ANIMALS se asemejan tanto a Los Campesinos! que parecía que estaban cocinando un shepherd's pie en alguna taberna de Cardiff. Sí, digo ya que también se parecen a Arcade Fire, y ya he terminado con los parecidos razonables más obvios y recurrentes. No tienen la solemnidad de los canadienses, y se acercan más a la festividad un tanto alocada de los galeses. Estuvieron risueños y bailongos, entablaron conversaciones entre ellos con gracia ingeniosa que solo descifraban ellos y el respetable se dividió entre los que se dejaron atrapar por el júbilo y los que se mantenían porque no sabían que había otros sitios a donde ir.
Ya éramos cuatro cuando volvíamos al escenario principal para esperar y ver en directo a los cortinillas, como dijo una. A THE COURTENEERS, vamos. Los mancunianos están teniendo éxito a espuertas, de puertas para adentro (en la madre patria) y de puertas para fuera (en Radio 3). Morrissey y Noel Gallagher aparecen mencionados en la wikipedia para recalcar el reconocimiento que están recibiendo. Y no es poco indicador que sean estos dos, y no otros, porque la música de The Courteneers es como una antología de la historia del rock en Gran Bretaña. Alguien dijo que parecían una banda tributo... pero de toda la historia del brit pop. A mí no me sonaron a nada que no me hubiera sonado antes, pero es cierto que lo que hacen lo hacen con una sencillez tan efectiva que resultan convincentes. Eso sí, si te mola más un yodeler con stetson y flecos en el chaleco que las canciones de taberna de Merry y Pippin, como a mí, vas avíado. Con un ratito, tienes suficiente.
Por eso, quizás, volvimos a tomar la senda y emigramos al otro costado del gigantesco pabellón. Todavía andaban por allí THE BELLE GAME, a los que vimos un ratito por curiosidad. Parecía que les acababan de cambiar las baterías, porque no paraban quietos, cada uno a su pedo. Los vimos un ratito, repito, porque llegamos cuando empezaban a tocar la penúltima.
Y llegaron los que, lo digo ya y así me dejo luego de tentaciones exageradas, fueron los triunfadores del día, a juicio del que escribe (y también de la que primero lo lee), y, casi que por extensión, del festival. Al oyente medio, los BELAKO ya le ganaron hace tiempo, cuando aparecí por el Antzoki de Bilbao con reparos ante lo que parecía un hype con label vasco y resultó que me metieron un sopapo de esos que te quitan las ganas de andar juzgando al vecino por el tinte de su pelo. Teloneaban, aquella vez, a El Columpio Asesino y, un mes antes, a la entrada del recinto de Kobetamendi, les vimos solo de pasada un rato y tiramos para adelante. En la Aste Nagusia, sin embargo, los chavales de Mungía me ganaron los pares con dos ases. Y anoche se llevaron pequeña, mayor y juego en paso. Si los noruegos están encantados de Magnus Carlsen... El punk ha sido siempre, a mi entender, la música visceral más ajustada para proferir todo el talento y la bilis que generaciones de vizcaínos han necesitado regurgitar cantando o gritando. Los tiempos cambian y a los géneros se les acumulan los "posts" sin posibilidad de freno. Al punk, también. Un purista se resistiría. Un oyente medio no opone resistencia, se deja llevar. Y nosotros ayer nos dejamos violar con alevosía, porque los Belako se curraron un concierto extenuante y fagocitador que son dos adjetivos como los que me gustan a mí, no dicen nada, pero quedan bien. Ritmo de batería que no entiende de conformidad, bajo en primera fila y con galones, guitarras como cuchillas de afeitar, teclados ceremeniosos y una variedad de voces que ni en la sección de lácteos del hipermercado. Te puedes poner a recopilar los nombres de todos los grupos a los que suenan y siempre te queda alguno al que solo se parecen un segundo, en una nota, en un tono, en una leve sugerencia. Con coña, hasta bordan la mejor versión de Massiel que he oído, porque el lalalala de "Sea of Confusion" no ganaría Eurovisión porque no les da la puta gana.
Había más: desechamos con dolor a Mark Lanegan y empezamos por MERCURY REV. A los que abandonamos más pronto que tarde. Recuerdo a aquel norteamericano que durante una época me traía en coche casi todos los días desde Siberia mientras me ponía, una tras otra, todas las canciones de la discografía de Grateful Dead. Y, de vez en cuando, para descansar de tanto Jerry Garcia, pinchaba a Mercury Rev. Jonathan Donahue con los brazos hacia el cielo y una música menos caótica pero etérea. Optamos por lo conocido, ya que no era mi primera, ni será la última, supongo, aunque no fue la mejor, ocasión para ver en directo a David Gedge y sus THE WEDDING PRESENT. Más sosegados que en otras ocasiones, con las guitarras más aplacadas, doble percusión al final y despedida sin aspavientos. En procesión de vuelta, que empezaban THE GOSSIP para ponerle el lazo al regalo de cumpleaños de Santa Cecilia. He oído por ahí que la gente, en general, disfrutó por todo lo alto del concierto de los de Olympia. Beth Ditto se ganó a la audiencia con sus comentarios jocosos sobre los peinados vascos, pero, sobre todo, con una voz arrolladora que llegaría a semifinales de American Idol, pero no le hace falta. El sonido del grupo fue igual de indomable y, la verdad, a la gente que tenía alrededor se la vió contenta y reconfortada y, habitualmente, eso es lo que buscamos la mayoría de oyentes medios. Eso sí, hay mucha distancia entre las canciones con las que dieron en la diana y otras con las que llenan su repertorio pero que no demuestran la misma puntería.
Y, poco más, que tengo ganas de acabar: no llegamos más que a ver al INSTITUTO MEXICANO DEL SONIDO mientras subíamos por las escaleras mecánicas en busca de la salida. Había que madrugar esta mañana para conducir por una pluviosa A8 mientras escuchaba a los Belako y entrar por primera vez en mi vida a Anoeta y ver en directo como cientos de atletas terminaban de correr 42 kilómetros y recibían los mismos entusiasmados aplausos que durante dos días de "maratón" sónico han recibido los músicos.
No sé si el BIME llegará a la trigesimosexta edición, como el Maratón de Donostia, y no voy yo a permitirme hacer recuentos o sacar conclusiones, pero, si repiten, yo igual vuelvo a cambiar el dorsal por la pulsera porque tenerlo a dos kilómetros de casa, como que te quita las ganas de correr los quince kilómetros y pico que dibujan la distancia atlética de Santurce a Bilbao, que era a lo que me dedicaba yo antes, como atleta popular medio, a finales de Noviembre, eso sí, con igual o parecido talento al que tengo para escribir de música.
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