Uno. Solo un tímido pájaro canta ahí fuera.
Te pasas la vida leyendo la NME, la Spin, la Rockdelux... aprendiéndote el nombre de cientos de grupos de ingleses y americanos bisoños que empiezan por The, no entiendes lo que dicen, no sabes por qué tocan, no puedes imitar sus molones peinados... y, al final, los que te ponen el pelo como escarpias, los que te elefantizan las pelotas, los que convierten una hora de tu vida en una bacanal de sortilegios musicales que te ayudan a olvidar qué puta la vida es y te recuerdan qué maravillosa sigue siendo, son tres tíos de barrio y de Barakaldo y un pulpo de Busturia.
Manda güevos.
9:29 am. No debería estar escribiendo esto ahora. Aún estoy de resaca, probablemente, pero no puedo evitarlo. No llueve, pero como si lo hiciera. Como cuando John Cusack espera un autobús que no llegará en un banco hundido en el barro. Los Porco Bravo. Vaya pedazo de concierto ayer. Surfeando sobre el público, haciendo música que supera las bengalas y los artilugios, despidiendo a Robertez y a los suyos como se merecen, vaya pedazo de grupo los de Vallecas, vaya pedazo de público el de anoche, vaya noche insuperable la de aquel año.
Nunca ganarán un gramy, ni publicarán con musroupilou, ni cerrarán el fib, ni saldrán en la portada de una revista con ropa que podrían haberle robado a su tío-abuelo, ni grabarán con Steve Albini, pero de qué coño serviría todo eso, pero de qué coño... ¿quieres ver rock and roll del bueno? ¡quieres ver rock and roll del bueno! Ya no puedes, pero seguro que podrás otra vez: los ciclones no desaparecen, se transforman.
Un Antzoki que no reventó, un sonido muy alto, medio Barakaldo y según Manu el Gallego, gente desde Boston, Durango, Gasteiz, y no se dónde más, para ver un puto concierto de rock, que fue eso, un puto concierto de rock, con los de Vallecas repasando sus éxitos, y con los de Barakaldo demostrando que si no los tienen es porque el mercado no quiere, porque canciones tienen, macizas, sólidas, redondas como una circunvalación.
Joder, ¡hasta yo canté ayer! ¡Siempre la misma canción! ¡Lasciva! ¡Guitarras del rock! ¡... a ver al Barakaldo! Himnos sin banderas como debe de ser el rock, música de una patria que no entiende de patriotismo, pero sí de amor, ¡viva el rock and roll y la música en los bares, y Robertez, y los punteos heavies, y los baterías guiris y los bajistas sin camiseta y los cantantes verborreícos y la música que nace de las entrañas, muere en los locales, crece en los tugurios y se reproduce entre los fanáticos cachondos que llegan a casa con los tímpanos reventados y no pueden olvidar que estuvieron ahí!
9:48. ¿Excesivo? ¿Se me ve el plumero? ¿Demasiado? Me la suda, me da igual. Que me quiten lo bailao, que no venga nunca el sol a Euskadi mientras siga existiendo la conexión vallekaldesa. Y, ahora, 9:49, me voy a duchar, y a buscar una cabina de teléfonos para quitarme el traje de superman del rock y volver a ser un funcionario caduco y grisáceo. Hasta la próxima.
Mierda, 9:50. Qué grande la música y qué cerca que está. 9:51, gracias a a los nueve porque aún me revienten las sienes muchas horas después, ¡y larga vida al Porcociclón!
9:52. Hoy no tengo un gran final. Uno. Solo un tímido pájaro canta ahí fuera.
Foto cortesía de L y su facebook. Me he tomado la libertad, sorry.
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