Joder, que ayer parecía que estábamos hablando del 4 de Junio de 1976 en el Lesser Free Trade Hall de Manchester, cuando los Sex Pistols anunciaron que iban a pasar a la historia y resulta que sólo lo vieron 40 personas pero, con el tiempo, tanta gente juró haber estado allí que, en pretérito, había más gente viéndolos que en Copacabana con Rod Stewart.
A mí no me preguntes, porque mi madre aún no había dado a luz. Le faltaban quince días para descansar. Pero sí que estaba hace dieciséis años, cuando se celebraron por última vez las fiestas del que ahora es mi barrio, y antes no lo era, y en la plaza, que ahora ya no es la plaza pero antes lo era, tocó en directo Manolo Kabezabolo en pleno debate sobre el derecho de las gallinas a abortar.
Yo estaba allí. Y anoche parecía que había estado todo el mundo, por dios. Resulta que todo el mundo vio a Manolo pelearse con su guitarra; parece que, al final, va a ser que estuvo hasta Morrissey, codo con codo con Tony Wilson, viendo como Kabezabolo correjía la deriva del punk en un barrio obrero a finales de los noventa.
Y qué bien que volviste, ché.
Porque... que no hay nada mejor que las fiestas del barrio lo saben hasta en el extrarradio. La gentrificación está de moda, pero aquí nos dejan las aceras como estaban. Los bares se llenan cuando hay hambre, pero ya no hay música en los bares. Qué bueno que, dieciséis años después, nos volvemos a reunir con los pañuelos en ristre, abonados al fetichismo dipsómano, dispuestos a celebrar que, aunque no nos saludemos por la calle, todos somos del barrio. Fantástico: aunque no actuara Manolo porque Manolo, ahora, no da pie con bolo.
El viernes, haberlos haylos, hubo conciertos. Llegamos para ver cómo Norte Apache se cargaba al Comandante Carleton y poco más. Después estuvimos de cuerpo presente mientras tocaba Rock Alcohol, pero, entre porcos y flautas, no me enteré de mucho. Se veía bonito el paisaje iluminado desde allá arriba, y para de contar.
El resto de las fiestas, en lo que concierne a la actividad musical, pues... lo que se espera. Y qué más da, si lo que mola es el campeonato de futbito y el concurso de putxeras y que bebes más que cuando te enseñaron a jugar al kinito. Porque de eso ha ido todo: de viajes en el tiempo, de fotos en blanco y negro, de perderte por la pendiente del tiempo que ha pasado y cómo se te ha quedado, lo quieras o no, esa cara de gilipollas aparbao. Entre barbacoas, Carlinhos Brown en vena, pachangas variadas y heróicos himnos del folclore txoznero, las fiestas me dejaron un par de momentos musicales de lágrimas en blanco y negro, de colaboraciones dramáticas para los de yofuíaegb y epopeyas coming-of-age para la versión perversa yoyameemborrachabaenlaegb.
A ONE: Ver a la peña desfasada en un templo afterhour, que ahora ya no lo es, gritando a pleno pulmón y con el puño en alto las soflamas arrebatadas y desesperadas de Parabellum... casi que te trastorna mientras te traslada a tiempos que siempre fueron peores. A TWO: Escuchar, entre efluvios de champiñón, el "Corazón de Tango" tengo el cuerpo de jota hoy, Francis, de Doctor Deseo y acordarte de cada palabra, una detrás de otra, sin avergonzarte ni ponerte ñoño y melodramático... como que hace que merezca la pena que, dieciséis años después, todo el mundo jure que, en su día, estuvo en la plaza del barrio asistiendo al concierto de un Manolo Kabezabolo al que ya hemos convertido en leyenda.
El resto de las fiestas, en lo que concierne a la actividad musical, pues... lo que se espera. Y qué más da, si lo que mola es el campeonato de futbito y el concurso de putxeras y que bebes más que cuando te enseñaron a jugar al kinito. Porque de eso ha ido todo: de viajes en el tiempo, de fotos en blanco y negro, de perderte por la pendiente del tiempo que ha pasado y cómo se te ha quedado, lo quieras o no, esa cara de gilipollas aparbao. Entre barbacoas, Carlinhos Brown en vena, pachangas variadas y heróicos himnos del folclore txoznero, las fiestas me dejaron un par de momentos musicales de lágrimas en blanco y negro, de colaboraciones dramáticas para los de yofuíaegb y epopeyas coming-of-age para la versión perversa yoyameemborrachabaenlaegb.
A ONE: Ver a la peña desfasada en un templo afterhour, que ahora ya no lo es, gritando a pleno pulmón y con el puño en alto las soflamas arrebatadas y desesperadas de Parabellum... casi que te trastorna mientras te traslada a tiempos que siempre fueron peores. A TWO: Escuchar, entre efluvios de champiñón, el "Corazón de Tango" tengo el cuerpo de jota hoy, Francis, de Doctor Deseo y acordarte de cada palabra, una detrás de otra, sin avergonzarte ni ponerte ñoño y melodramático... como que hace que merezca la pena que, dieciséis años después, todo el mundo jure que, en su día, estuvo en la plaza del barrio asistiendo al concierto de un Manolo Kabezabolo al que ya hemos convertido en leyenda.
El resto, lo dejamos para la lírica. Como carnaza para extravagantes entradas que no valen para nada. Válgame el cielo, cabrón, ¡calla ya! Te levantas por la mañana, te tumbas en el sofá, pones The Smiths y todo merece la pena, estuviera o no estuviera Morrissey allí. Da igual el tiempo que pase, lo que cambie la gente, que aprenda o no aprenda a tocar la guitarra Manolo Kabezabolo; aún así, sigue mereciendo la pena. Vivan las fiestas de barrio. Viva la música que escuchamos. Vivan los conciertos que vimos. Vivan las resacas que se pasan en el blog.Viva yo... y mi caballo.
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