De bandas sonoras veraniegas

Estoy pensando en ponerle música a esta película. Te explico la escena. Ella se moja los pies en la piscina. Lleva gafas de sol y escucha música para ella sola. Al fondo, tres peldaños más arriba, una familia disfruta de sus vacaciones. La madre duerme, tapada con una toalla fucsia. Las tres niñas han terminado sus deberes y han abandonado las hamacas blancas para acercarse a la pileta. El padre, calvo, las costillas bien marcadas, ha tirado a una al agua y se enfada, va donde la madre llorando, se cobija bajo su toalla fucsia. Ella me mira mientras tararea el commonpeople de Pulp, justo detrás, una pareja habla. Ella está embarazada. O gorda. Hace unos minutos le picó una avispa. Le dejó el aguijón clavado en el brazo. Gritaba de manera cómica y él la auxiliaba sonriendo con sorna. ¿Y yo? Yo estoy en mi hamaca. Tecleando. Gozando con el espectáculo sarcástico de este escenario y del concierto de las gaviotas. ¿Qué música le pongo a este momento? Le hago un gesto. Apaga el mp3 y me dice qué con la barbilla. ¿Qué está sonando ahora? “On the Sofa”, me contesta, con una sonrisa. Aún no he terminado de escribir y la oigo decir: “y ahora soy un pobre granaíno”. Pues ya tengo banda sonora. La madre despierta, la niña perdona al padre, la pareja sigue hablando mientras ella vuelve a la aventura de la avispa. Y ella chapotea en el agua estancada mientras las gaviotas van y vuelven con su cómico espectáculo de risas dramáticas. Y todavía suena soy un pobre granaíno. Si Jota estuviera aquí, esta escena se pervertiría de una manera tan divertida y salvaje que me excita y todo. “Y ahora Suede”, me dice. Pues ya está, se acabó el subidón y vuelta a la realidad de la piscina de hotel y una media tarde dulzona con espíritu pasivo. Y yo que me lo merezco.

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