- Sí. Estuvisteis dos años sin sacar nada. Bullard comenzó su otro proyecto y, por un largo tiempo, no se supo nada de ti. Sin embargo, de repente, aparece el segundo álbum y os catapulta a lo más alto. Bullard abandona la banda por unos meses, tú apareces en la prensa entrando en una clínica de rehabilitación y Sandro sufre un grave accidente de moto. Parece la típica historia sobre el hype y los riesgos del éxito.
- Bien. Tardamos dos años porque Sandro encontró trabajo en Tucson, cabrón. Y Taggart se marchó durante una temporada a Los Ángeles. Así que Bullard se enfadó y yo me dediqué a tocar por dinero con otras bandas de la zona, todas mediocres. Taggart volvió de Los Ángeles en verano, Sandro estaba de vacaciones, Bullard se aburría, y yo estaba hasta los huevos. Grabamos el disco en dos semanas. Escribimos las canciones cinco días antes. Así fue. Lo de catapulta… Creo que lo entiendo, pero paso de ti. Sí, salíamos en las revistas, viajamos a Europa, el cabrón de Letterman se rió a mi puta cara, cabrón. Lo demás viene… de serie se dice, ¿no? ¿Antonio? Se dice de serie, ¿no? De serie. Alcohol, drogas, mujeres, dinero, noches interminables. Tú ya me entiendes, no lo has vivido, ni lo vivirás, pero seguro que te lo han contado muchas veces. Bullard, como es perfecto y padre de familia, se piró. Siempre toma la solución más fácil, él es así. Sandro no tiene ni puta idea de conducir, se la habría pegado más tarde o más temprano, con éxito o sin él, aunque que estuviera puesto ayudó. Y yo, sí, entré a una clínica de rehabilitación, y salí de ella, y suena tan patético y tan típico que me aburre hablar de ello. Así que, si quieres, sí. Conocimos el lado oscuro del éxito, aunque a mí me gustó, if you wanna know the truth.
- Y, después, otro parón.
- Llámalo como quieras.
- Y dos años después, un tercer disco que no gustó a nadie. Atmósferas sobrecogedoras, largas partes instrumentales, tu voz distorsionada y dispersa… Las guitarras desaparecieron. Las letras se volvieron agresivas, abstractas y crípticas. ¿Fue un estado de ánimo?
- Crípticas. Joder. Fue una mierda de disco, sí. Todo fue cosa de Bullard, claro.
- No salisteis de gira y a los pocos meses sacáis vuestro cuarto disco, el que presentáis ahora. ¿Cómo describirías el disco? ¿Una vuelta a la receta del éxito?
- Sí.
- ¿Sí?
- Me estoy aburriendo. Qué quieres que te diga.
- El nuevo disco es más directo y conciso. Vuelven las guitarras y vuelven las letras narrativas y gráficas. Diría que el anterior disco fue un lapsus.
- Si tú lo dices.
- ¿Es también cosa de Bullard?
- Supongo que sí.
- ¿Y tú?
- Yo qué.
- ¿Qué aportas al grupo?
- La leyenda.
- ¿La leyenda?
- Sí. Soy el perdedor, el ruin, el rebelde estúpido que renueva la tradición. Así funciona todo. Cuando nos retiremos, ya tendrás el articulo hecho, todo el dossier. Yo, sin embargo, me habré dado cuenta de que no merecía la pena.
- ¿Planes de futuro?
- Mandarlo todo a tomar por culo.
- ¿Y en lo musical?
- Más de lo mismo.
- Y esta noche, ¿qué encontrará el que vaya a veros en directo?
- A cuatro gilipollas sin ganas de tocar.
Antonio aparece de la nada y sonríe. Sopolute le devuelve la sonrisa. Parece que comparten un código secreto que yo desconozco. Sinceramente, no sé ni el tiempo que ha pasado ni lo que ha contestado. Miro el reloj y me doy cuenta de que él ha hecho lo mismo antes que yo.
- Que le debo.
Pregunto, sacando el billetero.
- Invita la casa.
Responde Antonio con severidad.
- ¿Hemos terminado?
Sopolute se pone de pie. Es más alto que yo. Está muy delgado.
- Por mí, sí.
- Pues, bien.
Busca algo en sus bolsillos, yo ya estoy de pie. Guardo la grabadora en la bolsa y empiezo a repasar las cosas que tengo que hacer antes de volver al hotel.
- ¿Puedo hacerte una última pregunta?
Hasta yo mismo me sorprendo.
Asiente sin atención. Ha encontrado el tabaco sobre la barra, detrás de la taza del café.
- ¿Fumas?
Le digo que sí con la cabeza y me apunta hacia la puerta. Antonio ha vuelto al almacén. Cuando salimos fuera, nos ciega la luz de la mañana, como cuando tu madre te despierta de resaca y sube la persiana de golpe. Esto último es una licencia. Se enciende el cigarrillo y me ofrece uno.
- Shoot.
- ¿Por qué te llaman “cute”?
Se ríe.
- Que no sea evidente, quiere decir que me estás llamando feo.
Ahora, soy yo el que me río.
- Son cosas de abuela, ya sabes. Siempre me ha gustado. The irony. La ironía es el fondo de la cuestión.
- Ya.
- El fondo de la cuestión…
- ¿Por qué dijiste que entonces te darás cuenta de que no ha merecido la pena?
Yo creo que cuenta los segundos. Mira al frente, al tráfico emergente de la mañana. Es un día laborable y la ciudad no entiende de entrevistas, de canciones, de ironía. Termina el cigarrillo, lo tira al suelo, lo pisa, y no tiene prisa en contestar:
- A nadie le gusta del todo quién es. A mí también me gustaría ser otro. Yo. Alguien aburrido, mediocre, normal. Todo eso tiene que ser tan divertido, tan satisfactorio. Tan… cute. Ironic, isn’t it?
Digo que sí con la cabeza.
- Bien. Tardamos dos años porque Sandro encontró trabajo en Tucson, cabrón. Y Taggart se marchó durante una temporada a Los Ángeles. Así que Bullard se enfadó y yo me dediqué a tocar por dinero con otras bandas de la zona, todas mediocres. Taggart volvió de Los Ángeles en verano, Sandro estaba de vacaciones, Bullard se aburría, y yo estaba hasta los huevos. Grabamos el disco en dos semanas. Escribimos las canciones cinco días antes. Así fue. Lo de catapulta… Creo que lo entiendo, pero paso de ti. Sí, salíamos en las revistas, viajamos a Europa, el cabrón de Letterman se rió a mi puta cara, cabrón. Lo demás viene… de serie se dice, ¿no? ¿Antonio? Se dice de serie, ¿no? De serie. Alcohol, drogas, mujeres, dinero, noches interminables. Tú ya me entiendes, no lo has vivido, ni lo vivirás, pero seguro que te lo han contado muchas veces. Bullard, como es perfecto y padre de familia, se piró. Siempre toma la solución más fácil, él es así. Sandro no tiene ni puta idea de conducir, se la habría pegado más tarde o más temprano, con éxito o sin él, aunque que estuviera puesto ayudó. Y yo, sí, entré a una clínica de rehabilitación, y salí de ella, y suena tan patético y tan típico que me aburre hablar de ello. Así que, si quieres, sí. Conocimos el lado oscuro del éxito, aunque a mí me gustó, if you wanna know the truth.
- Y, después, otro parón.
- Llámalo como quieras.
- Y dos años después, un tercer disco que no gustó a nadie. Atmósferas sobrecogedoras, largas partes instrumentales, tu voz distorsionada y dispersa… Las guitarras desaparecieron. Las letras se volvieron agresivas, abstractas y crípticas. ¿Fue un estado de ánimo?
- Crípticas. Joder. Fue una mierda de disco, sí. Todo fue cosa de Bullard, claro.
- No salisteis de gira y a los pocos meses sacáis vuestro cuarto disco, el que presentáis ahora. ¿Cómo describirías el disco? ¿Una vuelta a la receta del éxito?
- Sí.
- ¿Sí?
- Me estoy aburriendo. Qué quieres que te diga.
- El nuevo disco es más directo y conciso. Vuelven las guitarras y vuelven las letras narrativas y gráficas. Diría que el anterior disco fue un lapsus.
- Si tú lo dices.
- ¿Es también cosa de Bullard?
- Supongo que sí.
- ¿Y tú?
- Yo qué.
- ¿Qué aportas al grupo?
- La leyenda.
- ¿La leyenda?
- Sí. Soy el perdedor, el ruin, el rebelde estúpido que renueva la tradición. Así funciona todo. Cuando nos retiremos, ya tendrás el articulo hecho, todo el dossier. Yo, sin embargo, me habré dado cuenta de que no merecía la pena.
- ¿Planes de futuro?
- Mandarlo todo a tomar por culo.
- ¿Y en lo musical?
- Más de lo mismo.
- Y esta noche, ¿qué encontrará el que vaya a veros en directo?
- A cuatro gilipollas sin ganas de tocar.
Antonio aparece de la nada y sonríe. Sopolute le devuelve la sonrisa. Parece que comparten un código secreto que yo desconozco. Sinceramente, no sé ni el tiempo que ha pasado ni lo que ha contestado. Miro el reloj y me doy cuenta de que él ha hecho lo mismo antes que yo.
- Que le debo.
Pregunto, sacando el billetero.
- Invita la casa.
Responde Antonio con severidad.
- ¿Hemos terminado?
Sopolute se pone de pie. Es más alto que yo. Está muy delgado.
- Por mí, sí.
- Pues, bien.
Busca algo en sus bolsillos, yo ya estoy de pie. Guardo la grabadora en la bolsa y empiezo a repasar las cosas que tengo que hacer antes de volver al hotel.
- ¿Puedo hacerte una última pregunta?
Hasta yo mismo me sorprendo.
Asiente sin atención. Ha encontrado el tabaco sobre la barra, detrás de la taza del café.
- ¿Fumas?
Le digo que sí con la cabeza y me apunta hacia la puerta. Antonio ha vuelto al almacén. Cuando salimos fuera, nos ciega la luz de la mañana, como cuando tu madre te despierta de resaca y sube la persiana de golpe. Esto último es una licencia. Se enciende el cigarrillo y me ofrece uno.
- Shoot.
- ¿Por qué te llaman “cute”?
Se ríe.
- Que no sea evidente, quiere decir que me estás llamando feo.
Ahora, soy yo el que me río.
- Son cosas de abuela, ya sabes. Siempre me ha gustado. The irony. La ironía es el fondo de la cuestión.
- Ya.
- El fondo de la cuestión…
- ¿Por qué dijiste que entonces te darás cuenta de que no ha merecido la pena?
Yo creo que cuenta los segundos. Mira al frente, al tráfico emergente de la mañana. Es un día laborable y la ciudad no entiende de entrevistas, de canciones, de ironía. Termina el cigarrillo, lo tira al suelo, lo pisa, y no tiene prisa en contestar:
- A nadie le gusta del todo quién es. A mí también me gustaría ser otro. Yo. Alguien aburrido, mediocre, normal. Todo eso tiene que ser tan divertido, tan satisfactorio. Tan… cute. Ironic, isn’t it?
Digo que sí con la cabeza.
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