Me cita en una taberna del extrarradio a las ocho menos diez de la mañana. He de decirlo: no conozco la ciudad, así que me levanto una hora y media antes de la cita. Bajo a desayunar, cojo un periódico en el rellano y salgo a la calle. E hice bien, porque me cuesta dios y ayuda encontrar el bar. Cuando llego, Sopolute ya está allí. Viste pantalones negros desgastados, una camiseta verde roída y sucia y un tres cuartos gris que le queda grande. También lleva guantes de lana aunque estemos en agosto, de esos a los que la gente le recorta los dedos, y él lo ha hecho. Lleva un gorro con orejeras y me sonríe con desgana. El camarero, con el codo contrario en la barra, parece sospechar de mí. Es un lozano septuagenario, de propensa barriga, camisa desabrochada hasta el tercer botón y castiza pelambrera. Es calvo, tiene un mondadientes en la boca. Cualquiera diría que he interrumpido una conversación. Sopolute no pega, pero parece que soy yo el desplazado. Me acerco sonriendo, pero no sé si saludar en inglés o en español.
Salgo de dudas:
- Hola…
Murmura, y se gira hacia el que, ya es evidente, es su amigo, Antonio el camarero:
- ¿Quieres un café?
Asiento.
- Ponle un café, Antonio.
Y ya tengo la primera pregunta:
- ¿Hablas español?
- Perfectamente fatal, como un puto americano de Iowa.
Newt Sopolute nació en Ida Grove, Iowa. En una de las entrevistas que repasé durante mi preparación para esta otra, le leí decir que en Ida Grove, Iowa, cazar ardillas a pedradas era un deporte de riesgo. Salió de allí cuando tenía doce años, primero a Omaha, después a Chicago, finalmente a New York y de allí a Londres. Lo que voy a descubrir ahora mismo es que antes de acabar en Londres, pasó por Vigo, Madrid y Bilbao. Me lo cuenta como si no le diera importancia, mientras le dice a Antonio que le ponga a él otro café.
- No me digas, yo soy de Bilbao.
- Really?
- Del mismo Bilbao.
- Good.
Parece que por ahí no quiere ir, así que cambio:
- Entonces, deduzco, no es la primera vez que vienes a Madrid.
- You’re smart.
- ¿Cuánto tiempo viviste aquí?
- Año y medio, creo, aquí arriba, en la buhardilla.
Me encanta como pronuncia buhardilla. Mentalmente, lo repito, incapaz de conseguirlo.
- No lo sabía. ¿Fue antes de Bazic Nazti Tacticz?
- Fue. Sí. Entonces tocaba en Chipchicks. Horroroso, ¿verdad?
- ¿Chipchicks?
- ¿Conoces a Maravilla Me Maravilla?
Ni te quiero contar cómo lo pronuncia.
- ¿El grupo de Nacho Chona?
- Nacho, sí. Cuando estuve aquí me follaba a su hermana. Tocaba la mandolina en aquel grupo. Dimos tres conciertos. ¡Tres conciertos! El primero arriba, en la buhardilla…
Se ríe. No sé muy bien cómo seguir esta conversación. Antonio ha desaparecido y trajina, al parecer, en el almacén. Yo bebo mi café y Sopolute parece que se aburre de repente. Así que me dispongo, directamente, a hacerle las preguntas que me corresponden, sin pararme a pensar en las respuestas. Con un gesto le pregunto si le molesta, con otro me dice que no, así que le doy al botón de grabar y el clic mecánico del comienzo, inaugura el movimiento de las páginas de mi libreta:
- Leí en una entrevista que fue tu padre quien te enseñó a tocar la guitarra.
- Mi padre era un cabrón. Un puto amargado. Le zurraba a mi madre y me zurraba a mí. Un día dijo que iba a buscar trabajo y no volvió. Fue un alivio. Él me enseñó qué era una guitarra; a tocarla, aprendí yo.
- ¿Quién es tu guitarrista preferido? ¿O en quiénes te has fijado para depurar tu estilo?
- En mi padre.
- Ya. Bueno, vayamos hacia atrás. Ha habido muchos cambios en Bazic Nazti Tacticz pero empezaste con Bullard a tu lado y sigues con él, ¿cómo es la relación entre vosotros?
- Caótica, enfermiza. Bullard es un hijo de puta al que todo le va bien. Es inteligente, cariñoso y trabajador. Todo el mundo opina lo mismo. ¿Yo?, yo no. Así que nos llevamos de culo. Yo no lo reconozco, pero le envidio de la misma manera que le odio. Un día, borrachos, le partí la mandíbula de una patada en la boca. Nunca me ha perdonado, ese cabrón rencoroso.
- Vaya. Vuestro primer álbum tuvo una buena acogida. La crítica os situó dentro de la corriente de neofolk que recurría a las guitarras eléctricas. ¿Tenías la percepción de formar parte de una escena? De hecho, por algún motivo, os mudasteis a Tucson, Arizona.
- Sí. Guitarras eléctricas y folk. ¿Tú sabes lo que es el folk? Yo tampoco. Y el neo menos. No tengo ninguna percepción. ¿Percepción? No sé muy bien, la verdad, qué quiere decir eso, pero bueno. Si nos movimos a Tucson fue solo por una razón: yo me enamoré de Emily. Emily tenía dieciocho años y me recordaba a mi madre, por muy morboso que eso te parezca. Sus padres se mudaron a Tucson, así que hice que toda la banda se mudara a Tucson.
Salgo de dudas:
- Hola…
Murmura, y se gira hacia el que, ya es evidente, es su amigo, Antonio el camarero:
- ¿Quieres un café?
Asiento.
- Ponle un café, Antonio.
Y ya tengo la primera pregunta:
- ¿Hablas español?
- Perfectamente fatal, como un puto americano de Iowa.
Newt Sopolute nació en Ida Grove, Iowa. En una de las entrevistas que repasé durante mi preparación para esta otra, le leí decir que en Ida Grove, Iowa, cazar ardillas a pedradas era un deporte de riesgo. Salió de allí cuando tenía doce años, primero a Omaha, después a Chicago, finalmente a New York y de allí a Londres. Lo que voy a descubrir ahora mismo es que antes de acabar en Londres, pasó por Vigo, Madrid y Bilbao. Me lo cuenta como si no le diera importancia, mientras le dice a Antonio que le ponga a él otro café.
- No me digas, yo soy de Bilbao.
- Really?
- Del mismo Bilbao.
- Good.
Parece que por ahí no quiere ir, así que cambio:
- Entonces, deduzco, no es la primera vez que vienes a Madrid.
- You’re smart.
- ¿Cuánto tiempo viviste aquí?
- Año y medio, creo, aquí arriba, en la buhardilla.
Me encanta como pronuncia buhardilla. Mentalmente, lo repito, incapaz de conseguirlo.
- No lo sabía. ¿Fue antes de Bazic Nazti Tacticz?
- Fue. Sí. Entonces tocaba en Chipchicks. Horroroso, ¿verdad?
- ¿Chipchicks?
- ¿Conoces a Maravilla Me Maravilla?
Ni te quiero contar cómo lo pronuncia.
- ¿El grupo de Nacho Chona?
- Nacho, sí. Cuando estuve aquí me follaba a su hermana. Tocaba la mandolina en aquel grupo. Dimos tres conciertos. ¡Tres conciertos! El primero arriba, en la buhardilla…
Se ríe. No sé muy bien cómo seguir esta conversación. Antonio ha desaparecido y trajina, al parecer, en el almacén. Yo bebo mi café y Sopolute parece que se aburre de repente. Así que me dispongo, directamente, a hacerle las preguntas que me corresponden, sin pararme a pensar en las respuestas. Con un gesto le pregunto si le molesta, con otro me dice que no, así que le doy al botón de grabar y el clic mecánico del comienzo, inaugura el movimiento de las páginas de mi libreta:
- Leí en una entrevista que fue tu padre quien te enseñó a tocar la guitarra.
- Mi padre era un cabrón. Un puto amargado. Le zurraba a mi madre y me zurraba a mí. Un día dijo que iba a buscar trabajo y no volvió. Fue un alivio. Él me enseñó qué era una guitarra; a tocarla, aprendí yo.
- ¿Quién es tu guitarrista preferido? ¿O en quiénes te has fijado para depurar tu estilo?
- En mi padre.
- Ya. Bueno, vayamos hacia atrás. Ha habido muchos cambios en Bazic Nazti Tacticz pero empezaste con Bullard a tu lado y sigues con él, ¿cómo es la relación entre vosotros?
- Caótica, enfermiza. Bullard es un hijo de puta al que todo le va bien. Es inteligente, cariñoso y trabajador. Todo el mundo opina lo mismo. ¿Yo?, yo no. Así que nos llevamos de culo. Yo no lo reconozco, pero le envidio de la misma manera que le odio. Un día, borrachos, le partí la mandíbula de una patada en la boca. Nunca me ha perdonado, ese cabrón rencoroso.
- Vaya. Vuestro primer álbum tuvo una buena acogida. La crítica os situó dentro de la corriente de neofolk que recurría a las guitarras eléctricas. ¿Tenías la percepción de formar parte de una escena? De hecho, por algún motivo, os mudasteis a Tucson, Arizona.
- Sí. Guitarras eléctricas y folk. ¿Tú sabes lo que es el folk? Yo tampoco. Y el neo menos. No tengo ninguna percepción. ¿Percepción? No sé muy bien, la verdad, qué quiere decir eso, pero bueno. Si nos movimos a Tucson fue solo por una razón: yo me enamoré de Emily. Emily tenía dieciocho años y me recordaba a mi madre, por muy morboso que eso te parezca. Sus padres se mudaron a Tucson, así que hice que toda la banda se mudara a Tucson.
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