Entre cubatas navideños, salían los nombres trillizos, cuatrillizos. Mientras nuestro pincha preferido se aliaba con la causa irlandesa y le daba la bienvenida al dublinés con un buen recital de Imelda May, nosotros seguíamos con nuestras torpes conversaciones. Nos reíamos de que en castellano las patas de un gato se llaman patatas si el que lo dice es compatriota de Imelda May y no puede ya con su jameson. Nos prometíamos visitas que ya habíamos prometido antes. Nos contábamos los metros cuadrados de nuestros pisos y nos valían con los dedos de la mano. Nos íbamos mencionando nombres, trillizos, cuatrillizos, que sabíamos que al día siguiente no recordaríamos.
Y así fue.
Y entre todos esos, quedó uno que olvidamos tan rápido que aún hoy no recuerdo haberlo oído.
Pero las nuevas tecnologías tienen esas cosas, y se ve que hasta un valor retroactivo. Digo que ayer fue cuando desde la isla Esmeralda nos mandaron recordatorio de uno de esos nombres y aquí lo dejo, porque he de confesarlo, la canción me ha atrapado.
Ella se llama Lisa Hannigan y la conocía aunque haya oído su nombre por primera vez. La conocía porque salía siempre ahí, a la vera de Damien Rice, del que hacía mucho que no oía nada, por cierto, y, a veces, hasta le aporreaba la batería en algún concierto.
Allá por 2007, Damien Rice anunció que rompían relación artística. Poco después, Hannigan sacó su primer elepé. A finales del verano de este año que acabamos de terminar, sacó el segundo. La canción que propongo, la misma que nos han propuesto, pertenece a ese último disco. La primera vez que la escuché, pensé que era Laura Veirs, o quizás Aimee Mann, porque no soy muy bueno para recordar voces, y se me hacen familiares, y las confundo, y luego pensé que quizás fuera Damien Rice si se hubiera cambiado de sexo, así que no andaba muy desencaminado. En fin, merece la pena el vídeo, y no sé de qué me dan más ganas, si de ser Lisa Hannigan en el vídeo o los que se están divirtiendo a su costa.
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