The Delta Saints



Primero, escuché un par de canciones en la radio. A eso de las siete de la mañana, cuando Ángel Carmona parece competir consigo mismo por el récord mundial de velocidad en vocalización, la autopista se ve bastante oscura y el contorno tenebroso de las montañas asusta y reconforta al mismo tiempo. Así que descubrir a The Delta Saints conduciendo entre sombras es una buena manera de dejarse hipnotizar por su música.
A los pocos días, cuando mantenía su nombre en mi cabeza con pinzas, me encontré con un cartel en una esquina céntrica de una ciudad aburrida un viernes ventoso y sin alicientes. Le dije a ella mira, estos tíos son buenos, ella contestó quizás podamos ir a verlos, pero al final no fuimos.
Poco tiempo después, me acordé de ellos, cargué unas cuantas canciones en el ipod y empecé a escucharlos sin atención ni empeño, que, a menudo, es la mejor manera de escuchar a un grupo. Con "sin atención ni empeño" quiero decir que no reparé en si estaba escuchando una maqueta, un ep, un lp, un recopilatorio o más de uno o muchos a la vez. Me limité a darle al play y que la función del shuffle se hiciera dueña de la providencia. Así descubrí que todas las canciones tenían un apreciable punto en común pero había algo distinto en cada una de ellas que conseguía que la escucha no fuera monocorde o monótona y que, en su lugar, me quedara solo con el prefijo y me entrara el mono, mono de más The Delta Saints.
Son jóvenes, al parecer, y se conocieron en una pequeña universidad cristiana. Empezaron a tocar en su ciudad que no es una ciudad cualquiera si no que se llama Nashville y no hace falta que diga más. Han conseguido labrarse un buen puñado de fanáticos que adoran su música con origen en las raíces pero destino en un horizonte más volátil. A mí me recordaban a The Black Crowes a veces, pero la base rítmica tiene su propia personalidad. Otros nombran a los Allman Brothers o a Screamin' Cheetah Wheelies. Incluso hay quienes dicen que la voz de su cantante, Ben Rigel, les recuerda al Joe Cocker de los años setenta. A mí no me preguntes.
El caso es que, sí, la voz de Ben Rigel es una de las características principales de este grupo, igual que el dobro que toca él mismo o la armónica de Greg Hommert. Tienen un aire a lo que ya habréis podido anticipar: blues, funk, bluegrass, rock y hard rock, soul... Todo eso junto, digo yo que anima a cualquiera a escucharlos.
Como ya he dejado dicho que me aproximé a ellos abusando del shuffle, me daba igual ilustrar esta entrada con una canción u otra. Así que van dos. Las dos en directo. Una en el recomendable Nashville Sunday Night, al que recurriremos, vía youtube.com, en otras ocasiones. Y la otra, no sé muy bien dónde ocurre ni por qué.
Y, por cierto, los chavales andan recaudando pasta para grabar su primer largo. No hay nada más que visitar su página web y ahí encontraréis por qué os piden pasta y cómo dársela si os apetece u os convencen.


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