No hay canciones que elegir esta vez, que proponer para nada, que enlazar del youtube. Solo voy a hablar de un fin de semana, el pasado, que en lo que se refiere a conciertos fue el más intenso que hemos vivido en una larga temporada, probablemente, el más intenso desde cualquier jornada festivalera de cualquier verano ya muy lejano.
Comenzamos con nuestra carrera de conciertos el viernes, puntuales, a las nueve y media de la tarde noche en la estrecha calle Apuko. En el Bar Kadok, Arbian tocaban en directo sus canciones y algunas versiones que no fui capaz de reconocer. Bueno, alguna sí: Linkin Park, Pearl Jam o Faith No More, si no me equivoco. Teníamos una cuenta pendiente con Iain, cantante de Arbian, y antiguo compañero de trabajo, al que le debíamos asistir a uno de sus conciertos desde hace mucho tiempo. Ya se encargó él de recordárnoslo, y con toda razón. En el bar, unos pocos incondicionales, supongo, porque no conozco muy bien a los habituales seguidores de Arbian. Digamos que unas quince personas al final de la barra, dando calor al grupo, que tenía, incluso, que hacerse el sueco cuando alguien cruzaba delante de ellos para ir al baño. Al fondo de la barra, los habituales del bar, ajenos al concierto, miraban al frente por inercia. Cuando era un imberbe adolescente, nuestras primeras juergas las corrimos en un bar que se llamaba Beluga y estaba en la calle Apuko, ¿será el Kadok? No lo sé, joder, era tan oscuro cuando tenías diecisiete año y no debías estar allí que vete a saber. Arbian demostró tener una buena base: la voz de Iain, y un buen acompañamiento de guitarra. Las influencias las confiesan las versiones. La voz de Iain sonaba, a veces, como si Eddie Vedder versioneara a Metallica. Otras veces nos recordaron a Incubus, aunque con un cierto poso nirvanero que le daba más nostalgia que rabia a los cambios enfáticos. Al final, nos compramos la maqueta, y prometimos repetir. Mientras nos íbamos, hablamos de cómo echábamos de menos volver a asistir a este tipo de conciertos, humildes pero comprometidos, en bares de poco aforo, incluso inadecuados, donde grupo y público parecen compartir un entusiasmo recíproco.
Al día siguiente, sábado, hicimos doblete. Primero, nos presentamos en la Fnac para ver a El Columpio, con su nueva formación, presentar su último disco. Era la primera vez que asistíamos a un concierto en la cafetería de la Fnac. También fue la primera vez que probamos la Schuss. Por cierto, dije dame dos Txus, no sé si se pronuncia así, pero qué más da, habría preferido pedirlas al final, porque el calor y la sed en la poco más de una hora (no sé si fue una hora, pero más o menos) que duró el concierto se acumularon casi sin darnos cuenta. El Columpio nos dejó con la boca abierta. Esperábamos algo en acústico, distinto, y lo que nos encontramos fue distinto, pero eléctrico. Las canciones sonaron hipnóticas y embaucadoras, y las ejecutaron con eficacia y tensión. Las guitarras se engarzan y enzarzan con maestría, el bajo no se esconde, la batería sigue siendo inquietante, como las letras, los preludios, los epílogos y los meandros de unas canciones, las de El Columpio, que esconden secretos más oscuros que los del Río Colorado. Simplemente, geniales, ante un público reticente al principio, pero entregado al final, siempre dentro de los parámetros comedidos a los que te obliga el lugar. Serios como son ellos, no dejaron lugar a las dudas: el último disco de El Columpio es una joya a descubrir. "Toro", al final, fue mucho más que una guinda.
Quizás por eso, no entramos con la emoción con la que esperábamos entrar a El Balcón de la Lola, donde nos esperaban los últimos dos grupos del sábado, unos Diciesiete a los que no conocíamos ni de nombre, y Maga, que prácticamente abrieron concierto con la canción que esperábamos escuchar, y el resto fue esperar una sorpresa que al final no llegó. Dicisiete dijeron ser de Madrid y estar apunto de sacar su primer disco, aunque parecían aún muy tiernos. Un tío a la guitarra, siempre de perfil para mirar a la chica que aporreaba la batería con los recursos justos pero con mucha energía. Sonaron a lo que querían sonar, y no se les puede achacar más. Comunicaban que estaban contentos con lo que hacían y que no pretendían ser nada que no fueran, así que no se puede decir nada. En la onda que ya sabes, desde Blood Red Shoes o White Stripes por coincidir en estructura, aunque sonando un poco Vetusta Morla. Más ambientales y menos nervio que los dos primeros grupos con los que los he comparado. No nos compramos el disco, y nos quedamos con la sensación de que tocaron la misma canción desde el principio hasta el final, pero, al menos, no desconectamos.
Salimos a fumar un cigarrillo, y a la vuelta, esperamos con las Carlsberg hasta que salieron los andaluces, con las sonrisas habituales del cantante. Tiene una voz reconocible y expansiva que cuenta con seguidores fieles, por lo que se pudo ver entre el público, y, además, de todas las edades, porque allí había más tribus y generaciones de las que pude reconocer, entre otras cosas porque, al ser carnavales, algunas estaban disfrazadas e irreconocibles. Tocaron la segunda y la última las dos únicas canciones que realmente he llegado a apreciar de Maga. El resto del concierto fue un poco plano y sin arrebato, para aquellos que no estábamos entregados. En medio del concierto, nos pusimos a discutir sobre el peligroso parecido que guarda la voz del cantante con la de otro cantante, el de Danza Invisible, no nos escuchó el de Maga, ni creo que lo lea aquí, porque no sé si le gustará o estará de acuerdo.
Y así fue nuestro fin de semana musical, que ya apetecía, y así ha sido mi imitación barata de cronista musical. Quizás el próximo fin de semana sea más intenso todavía. En principio, la fiesta organizada por Bilbao Rock City apetece y casi parece obligatoria. Si nada se tuerce, estaremos allí, los nuevos Ya Te Digo, los Cápsula, Atom Rhumba, Santi Delgado y The Runaway Lovers, El Inquilino y compañía prometen una noche más intensa aún que este pasado fin de semana. Si me apetece, lo contaré aquí, con la misma torpeza y sin resaca.
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