Yo no sé qué decir. Día de Reyes, diez de la mañana, vuelvo a escuchar esta canción y te tiemblan las manos. Si quieres aprender a amar la música, puedes empezar por escuchar esta canción. Pero tienes que hacerlo sin prisa: escúchala, sin entenderla. Después, escúchala otra vez, palabra por palabra, desde el juniper hasta girl pasando por Wilmott, Nabokov o Karl Marx. Libre aunque específica en las posibles y libres interpretaciones, Cave acaba hablando de lo inexplicable, de las energías perdidas, de las sueños a camara lenta, por el retrovisor. La canción es tan enérgica, tan poderosa, tan magnética y fulminante, tan cautivadora que es dolorosa, alegre, viva, dolorosamente alegre y viva, y así la canta Nick Cave como si no sabría a dónde ir, cómo gritar, a quién pegar, pero así empieza con ese piano intrépido, dispuesto a descubrir un nuevo himno, pero así se dulcifica con esos coros que actúan como punzadas dulces. Yo no sé qué decir, la verdad. Diez de la mañana, es día de reyes, me tiemblan las manos. Es mi regalo: "There She Goes, My Beautiful World".
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