Modest Mouse

Parece que ya solo escribo en este blog para ella. Eso está bien. Quiero correr una sansilvestre en Nochevieja y estoy fondón. Así que el domingo me propuse recuperar la forma aunque esto fuera imposible. Para animarme, me abrí una lista de reproducción nueva en el ipod y la llamé, siempre he estado orgulloso de mi creatividad (y siempre he sido muy irónico con mi orgullo), running. Viejas canciones que hacía mucho tiempo que no oía, para tararear y eso, para olvidarme de que me canso corriendo y disfrutar de la música. Sobre el kilómetro dos, cuando ya había llegado al puente, sonó Oceans Breathes Salty de Modest Mouse, y no dejé de cansarme pero durante casi cuatro minutos me seguí cansando, pero sin ser consciente, seguí dando zancadas pero lo mismo avancé en el espacio como retrocedí en el tiempo:
Hacía frío. Acababa de ver a una ardilla enredando en el cenicero del balcón. Había dicho algo desde su habitación pero no la hice caso. Lo gritó otra vez, y seguí sin prestarle atención, pero dije que sí mientras intentaba convencer al puto gato que se llamaba Maverick de que me dejara sentarme en el sofá. No lo conseguí y me fui al frigorífico. Cuscus por todas partes y muchas ganas de devolver. Las bolas de carne picada seguían en los tuppers del Spaghetti Works. Ni tan siquiera sé qué ostias comer, joder. Volví a la sala de estar y me senté en el otro sofá mientras el gato me miraba ufano. Más de setenta canales y empecé a viajar de uno a otro. El último era un canal de videos musicales. Me atrajo un video de My Chemical Romance, de la música no me acuerdo. Justo el siguiente fue Oceans Breathes Salty de The Modest Mouse. Apareció por la habitación y me preguntó: ¿me has oído? Pero no la hice caso. Oye, dijo. Y dije que sí con la cabeza. ¿Vamos entonces? Y dije que sí sin dejar de mirar el televisor. Movía los labios, mi pierna derecha temblaba ligeramente. Vi como el hijoputa del gato se levantaba para dejar que ella se sentara en el sofá. Cabrón. ¿Quiénes son?, preguntó. Y me encogí de hombros mientras mi pierna derecha temblaba y mis labios se movían sin saber qué decir.
Fuimos al puto bar y nos encontramos con esta puta gente. Supongo que el puto gato volvió a subirse al sofá. Tenía hambre y mientras ellas hablaban yo miraba un partido de fútbol americano en el televisor del bar. Mi pierna derecha aún temblaba. Volvimos a su casa, ella se acostó en su cama y yo dormí en el sofá. Sin noticias del puto gato. A las cinco de la mañana un ruido me despertó. La ardilla había vuelta al cenicero. El gato, de espaldas, me dio un susto de muerte. Cabrón, le susurré. Me vestí, me lavé los dientes sin hacer ruido, hice la mochila y me fui de allí dejando una nota en el frigorífico: me voy, tengo prisa, te llamo, por cierto, no me gusta el cuscus. Eran las seis de la mañana y me metí en una gasolinera: una lata de mountain dew, una chocolatina hershey y un paquete de lucky. Leí el periódico, vi las noticias en el televisor. A las siete en punto cogí el coche y conduje hasta el downtown. Todo cerrado. Busqué la cafetería que sabía que estaría abierta y me tomé seis cafés con leche mientras leía a Sam Shepard y miraba el reloj cada veinte minutos. A las nueve me di una vuelta por el Old Market. Un policía receloso me siguió de lejos durante unos minutos. Me senté en la puerta de la tienda de discos, saqué el libro de Sam Shepard y el paquete de lucky e intenté no quedarme dormido. Al cabo de una hora, un tío de barbas con una camisa de cuadros y unos vaqueros raídos me despertó con el ruido de las llaves. Hey, man. Hey you. Can I help you? I was just waiting for you to open the fucking cat, door, sorry. Just wait a couple of minutes more, dude. Y los esperé. Después entré, y me sonrió como si no acabara de hablar conmigo. Tenía puesto un chaleco y en el chaleco tenía clavada una chapa muy guay: Can I help you? Modest Mouse. What? Oceans Breathes Salty and lalala, le contesté. Y me guiñó un ojo, se excusó y volvió en un par de minutos: Here You Are. El resto de las dos horas de vuelta a casa escuché aquella canción como unas treinta veces seguidas.

Así que todo el tiempo que me ha costado escribir toda esta historia que no cuenta nada sobre la canción de Modest Mouse no es más que una metáfora de lo que me duró la energía mientras corría. Después sonó alguna otra canción, pero ya no fue lo mismo. No puede retroceder en el tiempo, tal y como cada vez avanzaba en el espacio más lento y desfondado.
Al día siguiente la canción sonó en el coche. Ella me miró y dijo: ummm, Modest Mouse, cuanto tiempo. Y solo fui capaz de decir que sí con la cabeza. Pero sí, Modest Mouse, mucho tiempo, pero nunca ha dejado de avanzar en el tiempo, de retroceder en el espacio, tal y como retrocede la marea cuando el oceano respira agua salada.

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