Leonard Cohen

Es nuevo. Nadie le conoce, ¿verdad? Tú sales de copas con unos amigos. Hay más gente, amigos de amigos. Intentas socializarte. Tu exnovia siempre te decía: no te socializas. Así que intentas socializarte. Hablas con los amigos de tus amigos, pero ya es tarde, solo piensas en tu exnovia y pasas de que era una puta a imaginarte de rodillas, rogándola que no te deje solo. Todo mientras hablas con un amigo de tu amigo. Rechoncho, grave, estirado, con gafas de pasta, el pelo perfectamente revuelto. Te sonríe. Habláis de música. De buena música, y tú asientes. Coincidis en Belle & Sebastian. Por lo demás, él se decanta por The Last Shadow Puppets y Hercules and Love Affair. Tú por Fucked Up y The Gun Club. Ni tan siquiera sabes por qué. Por fin, coincidís en uno: Leonard Cohen. A él, le encanta. A ti también. ¿Por qué? Ni puta idea. No conoces ni una puta de sus canciones. Pero ninguno le pregunta al otro. Solo movéis la cabeza en señal de afirmación, decís que sí, el puto amo, qué letras. Y ya está, se acabó la conversación. Tres días después, vas al trabajo en metro escuchando otra vez el disco de The Blakes. No puedes evitar que te guste, joder. Necesito escuchar otra cosa, piensas. Y, en la oficina, mientras tecleas, te pones The Broken Family Band. Hace mucho que no los oía, murmuras. Me encantan, dices, y hasta eres capaz de tararear las canciones con tu inglés de Opening con denuncia incluida. Suena Diamonds in The Mine, y dices, ostias, esta es buenísima. Me encanta. ¿Qué dirá la letra? Así que cierras el excel y abres el google y te cercioras de que el jefe no anda cerca. Pones en google: diamons mine lyrics. Y, ¡boalá!, el primer nombre que aparece es Leonard Cohen. Descubres toda la trama. La primera imagen que te viene a la cabeza: rechoncho, grave, estirado, con gafas de pasta y el pelo perfectamente revuelto. Te sientes imbécil, así que, sin poder evitarlo, vuelves a acordarte de tu exnovia. Y colín colorado.

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