Willy Vlautin y no Richmond Fontaine porque la canción para recomendar es "Northline Main Theme" que se incluye en un disco que acompaña a su segunda novela Northline. Vlautin publicó hace no mucho tiempo la primera, The Motel Life, la historia de Jerry Lee y Frank. Los hermanos Flannigan me acompañaron durante un par de meses, y no tardé en leer la novela ni dos días. Si iba en el metro, me parecía verlos sentado dos filas más adelante, con Jerry Lee, cansado, apoyando la cabeza en el hombro de su hermano. Pensé que la novela no iba a tener mucha repercusión, pero al poco tiempo se tradujo al castellano y se empezó a hablar de la adaptación al cine. La segunda ya se vendía en amazon antes incluso de que Willy Vlautin la hubiera terminado. La estoy leyendo ahora, me faltan veinte páginas, anoche me quedé dormido justo cuando Allyson se la volvía a pillar y alguien tenía que llevarla a casa. Antes de quedarme dormido, cerré los ojos y escuché "Northline Main Theme" sin leer. Willy Vlautin, junto con Paul Brainard, tuvo la idea de adjuntar un disco instrumental al libro para que aquellos que quieran puedan tener una banda sonora con la que acompañar a las imágenes que las palabras les ayuden a construir en su cabeza. Metí las canciones en el reproductor, y siempre leo con ellas de fondo. Es como si en cuanto suena la guitarra, Allyson asomara por la puerta para guiñarme un ojo. Anoché, después de cerrar el libro, "Northline Main Theme" resonaba en mi cabeza. Al principio, durante la mitad de la canción, esa guitarra ajena, sin prisa, sin anclaje, me hacía sentir que Allyson intentaba manejar su tristeza, su dolor, su falta de horizonte, toda la amargura que la obliga a callar y escribir notas en las que se insulta a sí misma, y lo hacía con una contención testadura, con una determinación sosegada que a los 56 segundos se desvarata, la canción y la determinación de Allyson amenazan con hacerse trizas, con estallar, los platos se sacuden con delicadeza, el piano clava puñales que no sabes si hieren o sanan y Allyson abre los ojos y aprieta los puños y parece temer y esperanzarse con la misma desesperación, pero en el último minuto y medio, vuelve la calma, y se mezcla aún con la excitación, y todo se convierte en una energía limpia, mitad tristeza y mitad fuerza, la sabiduría de el día después, el elemento que equilibra la vida de los que saben que se sufre lo mismo que se disfruta y Allyson puede mirar hacia adelante sin tener que dar la espalda a lo de atrás, capaz de no perder la última esperanza sin empeñarse en maldecirse contínuamente a sí misma.
Y, ¿el final?, pues no creo que lo encuentre ni cuando termine de leer el libro, pero espero que en la próxima novela, Allyson encuentre a un chico muy parecido a Frank con el que poder pasear por los casinos de Reno sin tener que andar buscando un fantasma a la vuelta de la esquina.
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