A mí se me hizo raro. Escuchar a Los Paniks con el dimetil sulfuro en las fosas nasales, a pie de calle, con la punta de la flecha de la dirección marcada sobre el asfalto de la carretera, entre peña que pedía kalimotxo, y un bocata de lomocompi, y volaba libre la desgracia de un niño que perdía el globo hinchado de Chase, protagonista de La Patrulla Canina, y había pasarela de riñoneras, y señoras que decían cosas como Mari, dónde vas, ay Rosi, ven, vamos a ver, no te metas más, Mari, y esas cosas que solo pasan cuando tocas en el recinto de txoznas, y, en esta ocasión, junto al puerto de Santurtzi, detrás de las vías del tren, que da pie a que pasen cosas como que zarpe un barco de bajura hacia una noche de labor o que el tren que quiere coger Rioja en la penúltima canción, pase por detrás del escenario justo una antes. Mientras, las gaviotas merodean, se asoman, de la misma se marchan hacia otra farola donde aposentarse. Más tarde, Rioja dirá, con una sonrisa maliciosa y mirando a su saxofonista: "Estas palmeras me recuerdan..." Pero nos quedaremos sin resolver el misterio. Así que, en resumen, vimos a Los Paniks en directo, entre las txozna de Los Coyotes y la de Hontzak, en fiestas de Santurtzi, un día cualquiera como el domingo pasado, y luego tuvimos doble tirabuzón, porque también actuaron los Nasti de Plasti, en el mismo sitio, al roce de la brisa del mar, que, como pone en el título y decía aquella canción, subía y bajaba y entraba y salía de un fondo del mar que olía a maresía como le corresponde. Y mira por donde, descubrimos que al rock and roll ese aroma le sienta bien.
Hecha esta larga y desproporcionada introducción, queda, por supuesto, contaros ambos conciertos, empezando por Los Paniks, que salieron primero, y terminando con los Nasti, que pusieron la guinda al pastel. Voy:
Arrancan Los Paniks con Rioja dándonos la espalda, poniendo la guitarra frente a sus cinco cuatreros, porque tocan "Joni", la primera del lote, como han hecho en otras ocasiones, aprovechando para probar. De hecho, creo que Patxi le pregunta cuando terminan que si la vuelven a tocar, y Rioja dice que no, ya vale, y empieza a atizar con "Shot Gun Blast". La tercera es "Avispa" y la cuarta "Maribel" y ya tienes el bravío expuesto y el regadío sembrao. Entonces toca el momento atmosférico, cuando se ponen brumosos, cuando cae la niebla, cuando medran las voces de ultratumba: "She's My Witch", "We Were Seven" y "Blue Moon".
Por ahí, el saxofonista, portavoz de la banda, anuncia en euskera y castellano que se llaman Los Paniks pero que no tienen procedencia que destacar. Ataviado con un gorro enjaretado y gafas de cristales rojos y forma triangular, luego contará más, mientras ribetea las canciones y azuza a sus compañeros. También tiene sed, que le traerán un kalimotxo y lo agradecerá, y hará de cazador furtivo sin darse cuenta, porque durante todo el concierto persigo con la mirada una bolsa de Cheetos que me recuerda a aquella famosa de American Beauty y que en su vuelo caprichoso rozará el bombo de Patxi, las bambas de Rioja, el soporte del teclado y en una de estas que el saxo levanta el pie para berrear un coro, al volverlo a reposar en el suelo, zas, la caza y la clava en el suelo como el lepidopterista a la mariposa. Cosas de no drogarse mucho mientras ves un concierto, lo siento.
Sí que tocan la de Dead Moon, "Sobre mi tumba", y la tarareamos. Y es entonces cuando Rioja se asombra con el palmeral y su saxofonista le responde: "¿Puerto Banús?", pero no le contesta, así que él mismo concluye: "Esas palmeras que tenéis medio muertas aquí, Santurtzi". Como siempre, haciendo amigos, y volamos con "Paiwoke" e Isa se sorprende porque, por fin, tocan su preferida, una "Black Music Voodoo" que habían abandonado, aunque suena diferente. A mí me gusta, sobre todo, ver a Zala soltarse y disfrutar con el slide.
"Atentos que este es el único grupo que vais a ver sin ensayar" dice el saxo cuando ya nos acercamos al final. Tras una larga intro con Rioja azotando su guitarra - que suena a hierro y raspa - frente al bombo de Patxeko, arrancan "Los valientes andan solos" mientras el saxo azuza al teclista.
Momento clave, como siempre, con el "Drowning" de Reigning Sound, que, ostia puta, es que hace volar, te pone la piel como el film alveolar, no puedes parar de tararear aunque no te sepas la letra y solo te salgan neologismos en inglés que aún no se han inventado. La original ya es la ostia, pero la de ellos es que suena a colchón que chirría durante un buen polvo, no sé cómo explicártelo mejor.
Ya estamos por el final, y Rioja entra en su gruta mental para ensimismarse en "Coge ese tren", que parece que los Oblivians son de Mamariga y la rodilla del baterista sube más arriba que nunca para bajar con fuerza. Hubiera sido una coincidencia mayúscula que en ese momento pasara el tren por detrás, pero lo hizo en la anterior y era de mercancias, que terminan con "Alvarez Kelly" donde, precisamente, no asaltaban trenes, pero un rebaño de vacas sí que tienen que robar.
Para terminar, te lo voy a poner así: así toquen con zapatillas cómodas y en pantalón corto, con el micro del bajista agarrado con cinta de carrocero a la pata del toldo, mientras sigue el mundo ahí fuera moviéndose a su ritmo, o como sea, seguirán siendo siempre el mejor grupo de garaje que aún no has descubierto y que, aunque descubras, no cambiará nada porque van a seguir igual. Por cierto, este jueves puedes repetir en Barakaldo.
Ay, ama, que me perdonen, pero fue como viajar en el tiempo. Hacía una eternidad que no los veíamos en directo. ¿Y cuántas veces les habíamos visto antes? El grupo que más veces tocó en El Tubo, o casi. Los Nasti de Plasti, con ese nombre que, precisamente, te hace regresar a los tiempos en los que el barco de Chanquete estaba varado pero habitable, cuando todo era dabuti y ya ves truz y me las piro vampiro y aquí andamios y arrebuar que dijo volter y te jodes, como Herodes. Pero no te confundas: nostalgia ninguna. Los tíos siguen frescos, las letras aún están afiladas, se soltaron casi dos docenas de canciones, sin bises, que tienen valors, a pesar de que se les reclamó, y nadie tenía ganas de irse cuando terminó.
Tocaron "Gafas de sol", que, en su día, esto es secreto, sirvió como recurso pedagógico en la universidad, que eso lo sé yo, y "El Tour" contuvo coña interna al hacerse franquista en lugar de francés. Ahí se quejó, con la misma coña que tienen las canciones, un Javi Rubio especialmente activo durante el bolo: "¡Estáis parando mucho!" Pero siguen para adelante, hablan de todo un poco, y cuando llega "Sangre, golpes y sudor", lo llevan hasta lo epidérmico porque Sergio termina parando los goterones que le caen de la nariz con la mano que le quedó libre al terminar de tocar. "Menú infantil" también trae risas y bromas que solo entienden ellos, y alguno del público, y dirá Rubio que paran mucho, pero siguen y siguen y siguen y miramos la habilidad de su baterista, que es capaz de mascar chicle de jengibre -- el secreto de los baterías de la margen izquierda --, fumar, tararear y tocar su instrumento, todo al mismo tiempo, e incluso consiguiendo, a veces, sonreír.
"Pulticub", me parece oír, y "El beso de Andy", pero tampoco lo sé porque la voz se pierde un poco por lo hondo del espacio abierto, aunque suenan alto y esponjosos, con ese punk melódico que engatusa hasta al más sinsorgo y que se disfruta tanto en chanclas como en alpargatas, en txozna y en orfeón. Terminan rutilantes con "Pifia espacial", después de que Dani, el bajista, anuncie que se marchan y se le acerque al lado Javi Rubio para medirse juntos el tamaño de las J'haybers. Antes, por cierto, hubo pogo, en formato trío, con Rubio lanzando al aire su totebag de Folc Records.
Y, lo dicho, se les pide más, pero Sergio dice que no con la cabeza aunque desde el público se les pida "¡Una de los Ramones!" pero no hay cojones, y así se queda, con ganas de que haya más, y puede haberlo, porque, como con Los Paniks, tienes la oportunidad de repetir en una nueva edición del festival callejero que se repetirá por tercer año consecutivo en fiestas de Barakaldo, esta misma semana, y donde estarán los Nasti de Plasti.
Ni epílogo hago, que os podría contar lo que hicimos luego al lado de Mandanga o cómo sonaba la voz de Javier Andreu y bailaba electrificado Javier Ojeda, pero no me quedan ganas de hacerlo. Aquí me quedo, que ya no llega la brisa marina, y lo que sube y baja, entra y sale, hasta el fondo del mar, son mis ganas de pillar vacaciones ya. Así terminamos.
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