Martes y Perth


 

Abrieron la puerta un par de veces y se escuchaba música dentro. No se sabía muy bien si era de ambiente o que había empezado el concierto. Había empezado, sí. Así que subimos corriendo, pensando, como al parecer -- por lo que dijo luego Cal Kramer -- pensaban ellos mismos, que nos íbamos a encontrar con poca gente, siendo martes laborable y con anuncio de tormenta, que ya lloviznaba antes de entrar. Pues, no. Fue abrir las puertas del Kutxa Beltza, y más que mirar hacia el escenario, donde andaban ya los The Southern River Band coreografiando la caña eléctrica de sus instrumentos, atendimos al trompazo que nos dimos contra un muro de espaldas, porque el garito estaba petado, y la gente llegaba ya hasta la mesa del merchan, en los aledaños de la puerta de salida. Entrada, por ahora.

Ya te lo he puesto, pero lo separo aquí: martes, hace un par de días, y concierto en la sala de arriba del Kafe Antzokia de Bilbao, de los australianos The Southern River Band. Los de Perth, con un disco reciente, D.I.Y., que ha recibido muchos elogios, llegaban por primera vez a Europa y, por lo tanto, a Bilbao. 

En resumen, para que lo tengas desde el principio, lo que escuchamos lo podríamos definir así: en la línea del rock sureño americano, con mechas del High energy escandinavo, el pedigrí de su propia tierra, entre el punk y el blues, mucho punteo, tanta melodía como caña... Y no sabría decirte muy bien las cantidades, porque oscilan. Había gente en el público con camisetas de Rose Tattoo. Uno que estaba a mi lado creo que le dijo al colega que le recordaban a los Darkness... ¿cuál?, Darkness, Darkness... O igual es que entendí yo mal, que le había preguntado que qué día era hoy: martes... ¿cuál?, martes, martes. No sé. El caso es que sonaban alto, con el sonido atildado, aplicados en los movimientos requeridos para el lucimiento de las canciones (vaivenes coreografiados de instrumentos, miramientos al techo, cabezazos con la pelambrera salpicando gotas de sudor, mohínes de esfuerzo), bien en los solos, mejor al apelmazar las canciones, melódicos, cañeros, cercanos, sin poses, suficientemente parlanchines, a veces casi metaleros y otras rozando el pop, siempre enérgicos y, en resumen, ejerciendo el rock con solvencia y sin desistir. 

Creo que estaban con "The Streets Don't Lie" cuando entramos y ya sonaba todo muy bien y muy alto. "Watch Yourself (You're Gonna Hurt Somebody)" apareció por ahí. Te ponías ya a tararear el estribillo aunque fuera la primera vez que la oías. Los tres en línea, con el batería esforzado detrás, parecía que habíamos entrado en una fiesta a la que no nos invitaron pero donde pronto nos sentiríamos cómodos. La peña vociferaba, levantaba los puños, se sabían las canciones. El cantante, con un peinado que nos recordaba al socorrista de Stranger Things, gritaba "¡Salud, Bilbao!" y le pegaba un buen buche a la botella de Jack Daniels antes de rulársela a su bajista. Los tres, meto al otro guitarrista, gastaban buena cabellera y la usaban cuando cruzaban los instrumentos y se retaban en el esfuerzo. Nunca invitaban al baterista, puede que porque estaba ahí sentado o porque este llevaba mohicana, que es difícil de agitar. "Second Best" la cantan casi a tres voces. Se escucha potente la línea de bajo. Los coros los aprovechan con "Chasin' After Love (I'll Burn a Hole in Your Shoes)" y apenas llevamos unos minutos y ya nos sentimos en casa. Cal Kramer habla con el público para intentar traducir el título de la siguiente canción. Dice que se le va a olvidar en cuanto lo diga, pero vuelve a subir los pulgares para arriba y sonríe: "Fuck You, Pay Me" empieza con un riff hipnótico y luego vuela alto como los Airborne hasta que la peña enseña el dedo anular para aumentar la efusividad del estribillo. Más caña aún con "Vice City III". Casi sin darnos cuenta estamos en el final, un final que será apocalíptico, tan abrumador y atmosférico como permite una larguísima "Stan Qualen" que ellos parecen disfrutar casi más que nosotros. Cuando vuelven para el bis, se congratulan de que nos hayamos reunido tantos en la sala y lo agradecen, intentando que les entienda todo el mundo: "I'm gonna say this slowly: from the bottom of my heart... thank you (...) On a Tuesday night... wooooh!!!" Y terminan brindando de nuevo: "¡Salud!" El final es doble, primero con "Chimney" y luego con "Vice City II", prometiendo por el medio que volverán pronto, cuando tengan trabajo nuevo. 

Así de rápido, en un párrafo, y de intenso, en unas veinte líneas, se fumaron un concierto que dejó ganas de más. Es más, siempre es un aliciente cuando llegas a un concierto sin saber muy bien qué esperar y sales habiendo recibido mucho más de lo que ni siquiera pudiste imaginarte. No han inventado nada, por supuesto, pero lo reinventan muy bien. Perth... no sé muy bien dónde está, pero, después de esto, un poquito más cerca de Bilbao. 


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