Con la habitual precisión que caracteriza a este espacio, llegamos tarde y mal. Además, por supuesto, tampoco hemos llegado por voluntad propia, ni tan siquiera diría que por accidente. Lo hemos hecho solo por la insistencia de terceros con mejor tino y apetito que el nuestro. Dicho esto, llegar hemos llegado y también nos ha dado por contarlo, claro, que siempre es bueno que cuando descubres algo que merece la pena compartir, lo compartas con efusividad e insistencia. Que se entere todo el mundo, vamos.
Que se enteren, además, de que hay cosas que ocurren en lugares que desde el centro llaman periferia, alejado de los focos de lo establecido y programado, manteniendo vivo el espíritu del hazlo tú mismo, el afán alternativo, la autenticidad del que no echa cuentas ni antepone veleidades y otros complementos de oropel. Perdón por la homilía, que no venía a cuento. Vamos, primero, con los datos más generales, que son importantes para que te sitúes y no te desorientes:
Hablamos del disco homónimo de Ririu-Ar, que sale con Rock CD Records y ha sido grabado y producido por César Alberdi. La portada en negro con el nombre rotulado en tipo collage punk lleva la etiqueta del parental advisory, lo que invita aún más a fijarse en las letras.
Ririu-Ar suena a formato de archivo, rollo zip, o a una onomatopeya que solo ellos entiendan. ¿Qué es? No lo sé. Pero es difícil de pronunciar y hace a la banda aún más enigmática, después del fondo negro y y la etiqueta de aviso. Lo que sí sabemos es que son un trío, aunque en el disco ha participado un cuarto, José Ochoa según los créditos, para grabar algunas guitarras y hacer los arreglos. Según lo que pone en el interior del librillo, José Cuero se encarga de voces y guitarra, Jorge García Lion del bajo, y Edgar Mata de las baterías. Los dos últimos también hacen coros. En general, las guitarras tienen menos protagonismo del esperado en un disco de rock y el bajo toma un protagonismo que los relaciona, por ejemplo, con los Royal Blood o Death from Above 1979, aunque no se parezcan en nada a ninguno de los dos, si se me permite decirlo. A grandes rasgos, te diría que estamos ante un disco de rock intenso, con matices garajeros, actitud punk a raudales, canallismo que no suena gratuito ni impostado, mucha oscuridad, y buenas letras. Suenan auténticos, en el sentido de que no encalan la casa ni usan ungüentos. Son casi palpables, epidérmicos. Las letras son interesantes, originales y frescas. El sonido es grueso y rotundo.
En el disco, han incluido diez canciones. Empieza y termina con un sonido añadido. Primero, es un avión. Lo último que suena, un disparo. Por el medio, viajan hasta la República Dominicana, nos presentan a gente como Lore y Maurilio, se autoanalizan, hacen crítica social sin caer en clichés, recorren muchos de los temas habituales en el lenguaje punk pero sin que te suene a que ya lo habías oído antes. Y todo esto, con ritmos aparentemente sencillos, pero con esa espesura que le da el bajo y un talento especial para la entonación y la elocución, haciendo que el fraseo suene repleto de significado y variado en la emoción. Una cosa más: reivindican la estrofa, joder. Si hoy en día la estrofa, a veces, parece eso que tienes que rellenar entre que repites estribillos, aquí, hay carne y misterio antes y después del coro. Eso, a mí, personalmente, me enamora.
No hay una canción que destaque de entre las diez. Todas mantienen un nivel parejo que convierte al disco en un ejercicio completo y sólido. Hay medios tiempos que se arrastran o se confunden en la bruma y generalmente es porque la historia lo requiere. Hay otras que vacilan, que se sugieren, que te propinan un buen meneo. El disco, siempre dentro de unos parámetros, es diverso. "Vidas" es un buen ejemplo de lo que comentaba sobre las estrofas y cómo regeneran los temas universales. Además, tienen talento para la frase explícita y poética que transmite pero no empacha: "El lobo es lobo desde que es lobezno / el lobo humano nace cordero". Se dice mucho ahí dentro. Otro tema habitual en el imaginario punk ha sido el de la justicia. Aquí, con una velocidad arrolladora y sin lugares comunes es de lo que hablan en "Causas pendientes", pervirtiendo, además, la sintaxis para que funcione mejor. Hay crítica social en "Dominican Republic" pero el enfoque es tan personal y realista que suena creíble y veraz. "Lore" y "Maurilio" son las hagiografías del disco, aunque sean tan distintas la una de la otra. Dos vidas contadas con buena rima y mejor afinación, donde no falta profundidad y no se cae en el maniqueísmo. Hay poesía y mucha invitación a que se ejercite la interpretación en "Blanca" y "Motores a muerte". La primera empieza con una larga intro que casi amenaza con convertirse en una versión de Rage Against the Machine y en la segunda casi que nos recuerdan a la manera de escribir de Iñaki Urbizu, con imágenes frescas que no permiten atar cabos a la primera. "Monstruos cobardes" nos hace caer en la introspección, aunque sea dando tumbos, como ellos mismos dicen en otra. "Francotirador" es otro ejemplo de la capacidad que tienen para la elocución, contando una historia en la que los juicios, si se quieren hacer, tienes que hacerlos tú, porque ellos, como mucho, te la dejan botando: "y nacen los fantasmas que me buscarán". Creo que solo me queda "Volando", ejemplo, de nuevo, de cómo se puede hablar de lo mismo pero mejor, porque canciones sobre drogas y drogarte hay muchas, pero no es fácil hacerlo y que no suene artificial o simplista.
Vamos, que todo un acierto. El disco está, además, bien pulido, con un sonido nítido y con un buen uso de las voces, los coros, y el eco. Dicen que en directo todo esto gana aún más pedigrí, así que... habrá que probarlo. En octubre, me han chivado, se han montado una aventura cojonuda en Bilbao. Puede ser una de esas que luego te las cuentan y en silencio te lamentas porque preferirías haber sido tú el que lo viviera. Luego, igual, cuando salgas de ahí, hasta eres capaz de pronunciar bien el nombre. Hasta entonces, entrena, hazte con el disco, escúchalo, y ensaya la pronunciación frente al espejo del baño de una gasolinera en la Autovía del Cantábrico.
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