Vivituri te salutant



Mierda, llueve. Da igual, pienso. Cierro la puerta y ni me despido. Llevo tres horas y media metido ahí dentro, son cuatro gotas. Así que ando por el medio de la acera, sin miedo, cruzándome con gente que sale del supermercado o van con prisa porque han quedado y llegan tarde, vuelven del dentista, van al gimnasio, se encuentran con un conocido y se saludan. No es mi ciudad, solo trabajo aquí, una vez a la semana. Aún así, hoy parece que estoy en casa, viéndolo todo en alpargatas. Por aquí, me digo, y dejo las Javerianas a un lado. Me cambio de acera porque quiero ver Santa María de cerca, con esa piedra que parece que puedes rascarla, que la maceró el sol de primavera. ¿Cepas?, ¿ahí? Me asomo al talud, qué guay. La ría se ve plateresca y tranquila, casi dormida. Vuelvo a cruzar Sotera. De la Mier, murmuro. Me encuentro todos los talleres cerrados. Menos uno: alguien limpia una furgoneta mientras escucha a los Red Hot Chili Peppers. Y ya está aquí: la entrada al viejo colegio del Carmen, ahora Sastraka. A media cuesta, cojo las escaleras a la izquierda, con los escalones tapizados de un húmedo verde. La fronda crece salvaje, tupida. Ya aparece la capilla, con las ventanas protegidas con madera negra, como cuando se protegían de los zombies en la iglesia episcopaliana del padre Gabriel. Maravilloso. Es un sitio maravilloso. Si lo ves en Berlín, te cansas de sacar fotos. No se oye nada. Ya veo la canasta. Doblo la esquina: en la cancha, poca gente. Reconozco, en un corro, a Mikel, cómodo, con las manos a la espalda. También está Kañón, de Solomillo Wellington en este ocasión; y Azanza. Ni me quito la mochila. En una esquina, uno de Diskonformes habla con otro, igual también de la banda. Me enciendo un cigarrillo después de saludar. Dentro, en sordina, se escucha a los Eh, Mertxe! probar. Mikel me pregunta que qué tal, que si vengo de trabajar. Y le digo que sí con la cabeza, mientras añado: "Pero ya está". Y es que ya está, estamos en el Ave Fest, los que van a beber te saludan. Aún falta mucho para que empiece el festín, tanto como largo se te habrá hecho a ti este párrafo. Lo he hecho a propio intento, para que experimentes lo que te cuento. Y también porque así -- vuelve a leer la negrita -- ya te he puesto las palabras clave: Ave Fest, Sastraka, Diskonformes, Solomillo Wellington y Eh, Mertxe!, ahí está todo. Ahora sí, cambio de párrafo y me vuelvo un cronista normal.  


Foto de Jon Bustinza, ya en el tramo final del bolo


Diskonformes

Salen y el bajista no es capaz de elevar el micro. Le entra una risa nerviosa: "¿Alguien sabe cómo se sube esto?" Toma el mando el guitarrista, que presenta a la banda como si fuera un trabajo de clase. La comparación la hacen ellos mismos, que luego intentarán alargarla, y debía ser de ciencias naturales, porque empieza a hablar uno de la célula procariota, ya sabes, las que se encuentran dispersas en el citoplasma, pero no le da tiempo a contárnoslo. Han empezado, eso sí, con "Sinfonía mortuoria", como en su disco. 

Para explicarte qué música practican, que la k del nombre ya da pistas, puedo utilizar los guiños que ellos mismos hacen. Por ejemplo, solo hay que mirarles el pecho. El del bajista lleva serigrafiado las letras coloradas de Eskorbuto. En el caso del batería, es Subversión X. El guitarrista lo pone más difícil. Lleva la clásica caricaturización de una joven Isabel II que hizo Jamie Reid para los Sex Pistols, pero no tenemos claro quién es el tío con bigote que la substituye. Uno dice que si el de Queen, otro que Borat, y uno más que si es Aznar. Yo no digo nada pero los apunto todos. A lo que iba: Sex Pistols, Eskorbuto y Subversión X. Por ahí. Eso sí, se les ven matices, otras vetas. A veces, suenan oscuros, y no solo por mentar a la muerte.

El guitarrista, que ya pidió aplausos antes con la púa entre los dientes, reposa su guitarra cuidadosamente en el suelo, para quitarse la mencionada camiseta y quedarse a pecho descubierto antes de lanzar una "Legado eterno" que ya habían arrancado sus compañeros. Luego cantará estrofas en "Tu ceremonia final", repartiéndose protagonismo vocal con su bajista. También, de su disco, caerá "Todo se pudre", "Un cuento para niños", "Aquí nací (en este puto mundo)" -- no en el Gaztetxe exactamente, apuntan, aunque dicen que habría molado --, "Vomita" o "Decantación sanguínea", ya en la parte final, que Mikel se la sabe y la canta en sincronía con ellos. También tocan "Sin sueños ni remedios", donde una línea dice algo de descomposición, y al bajista le da por confesar que anda con gastroenteritis: "como yo, que tengo que cagar cada cinco minutos". Alguno más se tiró en el escenario, pero es mejor no pensarlo. 

Todo esto fue material propio. Eso sí, ellos mismos lo anunciaron, había que compartir el repertorio con las bandas que les persuadieron: "Bueno, una versión tiene que caer, porque vosotros probablemente no sepáis quién era..." Alguien, desde abajo, grita: "¡Una de Juanito Valderrama!" Mira que son años viendo conciertos y el ingenio de la gente para buscar lo más inesperado sigue creciendo. Luego, atenta, les pedirán un villancico. Por no ponerme pesados con los títulos, digamos solo que recurren a Eskorbuto -- varias veces -- y a otras bandas de la margen izquierda, aunque aquí sí que conviene mencionar ese "El mal de la humanidad" de Subversión X que, entre risas, confiesan haberse cargado: "Se me ha olvidado la mitad de la letra", suelta el bajista, que luego se justifica, "la tripa..."  

Llegando al final del bolo, alguien les pregunta que cuántas les quedan. Y, con los dedos, dicen que tres. Quizás, cuatro. Son tres, y la última es "Maldito país", que acaba con el guitarrista dando saltos y despidiéndose así: "Que os den por culo a todos". No iba a decirlo, pero lo celebro, hay relevo. 


Foto de Jon Bustinza, con la banda en plena acción. 


Solomillo Wellington

La primera, "Demasiado poco bebo". Edurne, en el medio. A su diestra, el bajista -- con gorra, claro -- y a la siniestra, el guitarrista -- encapuchado, por supuesto. Por detrás, paz y amor, a cargo de la otra chica de la banda, Ana, que lleva el ritmo. Solomillo Wellington. 

El repertorio se lo sacan sin dejar resaca -- algunos no beben y otra se trinca las botellas de agua -- ni platicar. Creo, por lo poco que puedo recordar, que todo lo que se oye durante el concierto, y me refiero a la cáscara, a lo que no es canción, es un "¡Esa María!", que la cantante exclama al ver a María Medina bailando en el hueco de la primera fila; y, por supuesto, el popurrí de epítetos cariñosos con los que se suelen despedir mientras terminan "Ahí os quedáis", si es que se titula así. Ellos van a lo que van, que lo ponen ahí, en el expositor, y si te gusta te acercas y si no, no. Mientras cantan, el mensaje más político que lanzan lo llevan en las camisetas y chamarras vandalizadas o lo comunican con el vuelo del pericón. 

Por el medio, mucho más, claro, llegando a cantar las canciones enlazadas por el fino hilo de la linea de bajo, que a veces hasta recuerda a las de los Osees -- y no lo digo porque lo lleve tan arriba como John Dwyer se calza la guitarra -- o a los Josef K o yo qué sé. Tampoco sé, hoy, darte detalles, tío, porque, a estas alturas, ya no tomé notas ni tuve arrojo para hacerme con el setlist. Te diría, aventurándome, que cantaron "Insulta y corre", repentina y concreta; también esa que se abre con una imagen que mejor no imaginársela, "Playmobil", creo que se llama; u otras como "Ten cuidado", la del "Thrombocid", que creo que no es Forte, o "Héroes". Insisto también: no sé, en la mayoría de los casos, si son títulos que podemos dar por oficiales, pero yo me entiendo y quizás tú también. De hecho, no sé ni qué poner, pero me quedé con una que decía algo del KGB, donde entra el bajista al trapo con los coros, con entonación casi a lo Waldo Faldo. Quedó curiosa. 

Por lo demás, rápidos y contundentes. Te diría que ásperos y sin desbastar. Punk sin pedaleras ni melodías ni perifollos ni aditivos. Solomillo Wellington. 


Foto de Jon Bustinza, hay más niebla aquí que la que puede que se encontraran luego
al volver por la AP-68 


Eh, Mertxe!

Y cerraron los que venían de más lejos, que el orden parecía que lo ponía la distancia desde el punto de partida. Los de Oion y alrededores subieron, como siempre, ya lanzados, entrando a degüello con el rejón del rock and roll. 

Arrancan con "Negociante" y luego desfilará todo el arsenal que tienen y no retienen. Después de "Jakingo bazenu", creo, Ibai Landa se quita la chamarra, y, aún con manga larga, se lanza a por "Ácido es tu ser". El set es muy parecido a lo que hacen últimamente, la ristra de cates que les han llevado hacia delante, que les han hecho ganar un grado, sacarse el C2, avanzar varias casillas hacia el estanque de las ocas. Casi a los postres, llega una "Aitaren Etxea" que les queda más salvaje que de costumbre y que, por razones que no vienen a cuento, a nosotros (a mí, joder) se nos cuela dentro. 

Asperjándose por encima, guitarras al techo, larga intro, suspiro de descanso, y entran a gusto para de seguido arrancar a por su versión del "Like Rock'n'Roll" de Little Bob Story, que multiplican por dos, inflaman la original, y les queda perfecta para decir adiós. Cierra el batería, lanzan besos, todo el mundo contento, bien sudados, y así acaban una nueva cátedra del género. Eso es el final, sí, y pareció hasta que llegaba muy rápido. 

Te cuento algo más, por supuesto: ya sea para que entre el bajo o para que se encabriten las seis cuerdas, los tíos clavan esas calvas, los tiempos en suspense que se suspenden durante unos segundos para que reviente hacia arriba la corriente después. "Perviérteme", por ejemplo, que queda incendiaria, como siempre. "200 milatara" lleva ya más kilómetros que en el título, pero sigue funcionando. "No quiero salir" les queda muy lucida, con Adrián, por cierto, luciéndose. Y, sí, no voy en orden, porque el concierto lo ponen ellos, no yo. Volvieron al inglés con "Phantom Mover" y poco más quiero decirte: que sonaron fuerte, frescos y rotundos, con todos los demás temas que no te he mencionado. 

Es difícil que estos tíos defrauden o tropiecen, así que no creo que te sorprenda nada de lo que te he dicho. De hecho, mientras escribo, a mí me parece que me repito, pero bendita repetición. Aún queda el eco de su cumpleaños, que tardará en irse, y han estado mucho por aquí arriba últimamente. Todavía quedan ganas de más. Sin embargo, y termino con un exabrupto, creo que Italia les va a venir muy bien. Hace poco que han vuelto de Turangalila Recording, donde parece que han dejado ya enfilado lo que será su nuevo trabajo. De la mano de Brown Barcella, el productor de The Peawees, lo que venga seguro que es bueno. Sean como sean esas canciones, la mandanga nueva le va a venir muy bien a su repertorio. No nos hemos cansado de lo que ya tienen, pero estoy convencido de que lo que viene va a hacer la colección aún más poderosa. Y no he oído ni una sola nota. Pero se les nota. Están ahí, en ese momento. Mientras tanto, que se repitan mil veces más. 


Por lo demás, no, no te asustes, que no voy a cerrar con un párrafo como el que usé para abrir esto, aunque he de decir que estuvo bien el paseo hasta Repélega y lo que quedaba de rebozado y charlar un rato con dos miembros de los JJ Jaibers. Mientras escribo esto, que no sé si publicaré ahora o igual lo dejo para mañana, sigue el Ave Fest en el Sastraka. Yo no he ido, así que os libráis de la chapa, pero el cartel era apetecible, tan merecedor de presencia como son de aplauso la peña que lleva ya unas cuantas ediciones de este festival bien hecho, cercano y con un objetivo no lucrativo que mejor te cuentan ellos. Visita sus redes sociales y todo eso que, como ves, yo no sé explicarme bien. 



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