Una tarde de perros

 

Les pilló. Bonita instantánea, obra de Isa Carrasco. 

Fue una tarde de perros, que lo digo, no por lo que suele indicar esa expresión, más bien por todo lo contrario. Fue una tarde de perros porque hizo viento, llovió algo al salir de casa, me lamió uno la pantorrilla cuando entrábamos al metro y, sobre todo, porque los Pomeray volvieron a lucirse cuando extienden el significado de esa palabra y la otra banda del día, los The Diesel Dogs, a poco que sepas inglés, adivinas que llevan la referencia en el nombre. Fue una tarde de perros por eso y porque no se me ha ocurrido nada mejor para el título. 

En realidad, fue un día de gloria, porque tuvo un colofón magnífico y exquisito. Me dejo de adjetivos extraordinarios y me explico: en la sala Rocket de Bilbao unían fuerzas Pomeray y The Diesel Dogs. Ambos presentaban disco. Las dos bandas con un largo recorrido, mucho oficio y un pulso firme para desplegar y compartir, cada uno con su propio estilo y lenguaje, cómo entienden ellos (cómo viven, casi) esto de la música. La música atronó. Trepó por las paredes descascarilladas de la sala. Hasta hizo que temblaran las botellas en exposición. Venció, incluso, al cacareo.

Pomeray fueron los primeros en subir. No sé cómo lo decidieron, pero estoy convencido de que a ellos les pareció bien: estaban ansiosos por regresar a su hábitat natural. Se les notaba en la cara. Mendi retorcía sus dedos de araña por el mástil y se le encendía la mirada. Otras veces cerraba los ojos y se le apreciaba el gozo. Lander golpeaba los parches como si estuviera encendiendo tracas de fuegos artificiales. Hasta Rambo, al que tuvieron que ayudar para llegar al escenario, dejó su muleta a un lado, se olvidó de su lesión, y se dejó llevar por la emoción y el arrebato hasta donde pudo. 

Empezaron intensos y sosegados con "Intxaurrondo Blues". Costaba algo la voz, que retumbaba, pero, a pesar de todo, se aplaudió con ganas. En este primer tercio del bolo, se concentraron en el nuevo trabajo, 20mg., del que también tocaron "Huérfano", "La Red" y "Loca", contundente, áspera y efervescente, colofón final para este tramo, que deja claro que la frescura está en el presente, que la energía les nace hoy. Ya han recuperado el equilibrio, ya no hay problemas con las voces, se oyen hasta los coros del nuevo teclista y el nervio les hincha las venas cuando aprietan con compromiso. Había empezado la conmoción.

"Tic Tac" abre el segundo tramo. Asier nos da un consejo, que aprovechemos el tiempo presente, y quien aprovecha es su teclista para sacar una cabasa y él cambia de guitarra para coger una semihueca con la que viajarán a su anterior disco, Raro. Van clavando "Europa", "Vanidoso", "Inadaptado", "Al tiempo" y "Forastero" antes de ponerle broche al intervalo con una nueva, del último, "El camino". Y estamos ya hundidos en las llamas. Han ido elevando esa atmósfera densa en la que te adentras sin miedo. Se intuye, eso sí, que queda el hervor final.

Hacia allí vamos cuando arrancan imitando a Largatija Nick. No podemos evitar que nos lleve de regreso a El Tubo y a los tiempos en los que descubrimos a esta banda. Aún nos queda tiempo hasta el siglo XXIII pero ellos ya lo tienen muy atrás cuando viajan para recuperar una "Delirios de un marciano neoliberal" que es solo la avanzadilla del gran estallido final con "Perro", primero, y "Big Bang", después. Dice Asier: "Terminamos como empezamos, con un gran big bang". Acaban, en realidad, con los dos guitarristas adosándose a la espalda, con la base rítmica embaucada en la tensión, una gran reunión de energía que se hace masa y se convierte, tras el estallido final, en ese inmenso universo que han ido creando durante todo el concierto y donde, no puedo decir otra cosa, se está tan a gusto a cobijo. 

Bien. Muy bien. Ya era hora. Vuelven los Pomeray. Regresan con un nuevo guitarrista al que hay que aplaudirle el mérito de subirse ahí arriba con una pierna renqueante y con un teclista que aporta vicisitud al conjunto y pliegues a la parte vocal. Los dos suman pero es que lo que ya había se multiplica. Los Pomeray siguen arrojando energía y compromiso en forma de canciones con mucho fondo y más relevancia y trascendencia de lo que promete la fórmula del rock and roll y lo hacen con una naturalidad y delicadeza que casi diría que sobrecoge. 


Tras un breve descanso, y con ganas de pillar su turno, ocupan el mismo escenario unos The Diesel Dogs que repiten formación, pero sin el órgano. Arrancan directos a la yugular, apoyados en una primera fila que ya les vitorea sin esperar a que propongan nada. Por el comienzo, creo reconocer "When We Were Young" y "Hold On", además de una "The Assessination of John Doe" que ellos mismos presentan. Para entonces, el cantante ya se ha desecho de su sombrero y el sudor empieza a jaspear sus camisas. Si corre la brisa es por el trajín que se traen. No cabe duda de que tienen recorrido y experiencia, que se saben los guiños, trucos y amuletos de este género, al que aún llamamos rock and roll. Corre, además, el bolo, con ligereza y determinación, movimiento cinético que no parece que vayan a detenerse en ningún momento. A veces, meten más caña, que, por eso, recuerda el cantante que ellos vienen del punk-rock (allí estuvimos, por ejemplo, cuando hace tiempo estuvieron en el sótano del Edaska junto a Lobo Eléctrico), y, otras veces, se acercan más a la americana, sobre todo, cuando tocan canciones de su nuevo disco, como, por ejemplo, "Dried Roses", la que tocan después de que Javi Diesel felicite a los Pomeray por su bolo.

Tras respirar un poco, vuelven a pillar carrerilla con "We Are All Miserable Together", que creo que estaba en aquel disco de hace como diez años que tan buenas críticas recibió, Antihumanism. Poco después, llega "1929", y Jon me pregunta, con coña, me imagino, que qué pasó aquel año, a lo que yo le respondo, sin pensarlo, que "el crack, me imagino", e Isa se gira y dice que sí con la cabeza, "lo de la bolsa será, ¿no?" No lo sabemos, pero el bolo sigue en ascenso progresivo, buscando el clímax final, que parece asomarse con "Society Disgusts Me, Advertising Sickens Me, Computers Make Me Puke", justo cuando Javi Diesel nos agradece que estemos allí apoyando lo que él llama "rock subterráneo".

Hay bis. No se hacen de rogar para volver a salir. Y sale primero el cantante sin compañía. Coge su guitarra y, mirando al abismo, se recoge en una canción lenta que reconozco como la que, en el disco, compartía con Nat Simons. "Safe in the Arms of Rock'n'Roll" tiene aire confesional y densidad. Luego buscan algo más relajado y nos invitan a disfrutar con el sencillo arrebato que produce gritar el verbo frasal "come on". La canción se titula "Everything" y alguno y alguna ya ha dado eso e incluso más, cuando llega una versión que no se puede tildar de sorpresa pero conlleva coros desatados entre el público: "Rockin' in the Free World". Ya no sé si poner que es de Neil Young o una canción popular que pertenece a la humanidad. No es el final, eso sí, porque tienen fuerzas para una más, la desaforada y resolutiva "Killing Myself for Rock and Roll". 

Pues eso, que no fue una tarde de perros, pero alguno sí que perreó después. 

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