Norma Duval y la ITV


Se me quedó. Ambos cantantes tuvieran tiempo de acordarse de Norma Duval. Y se me quedó. Primero, fue el de Catalina Grande Piñón Pequeño, que la usó de referencia literaria junto a Walt Whitman, otro gran poeta, pero este norteamericano, para explicarnos cómo iba a ser una canción. Luego, el de La Excavadora vio allí las escaleras metálicas y agradeció que le pusieran en bandeja una oportunidad perfecta para demostrar sus dotes como vedette. No le salía el nombre, pero al final se acordó: ¡Norma Duval, joder! 

¿Y lo de la Inspección Técnica de Vehículos? La música, tío, la música en directo, que tiene eso. Puede que vayas a pasártelo bien, yo también. Puede que quieras soltar lastre, que se soltó. Y, a veces, hace la función de servicio social, fíjate tú. En otro entremés para ambientar una de sus canciones, David Verderón nos contó que acababan de multarle por tenerla caducada. La gente se reía, pero yo me giré hacia ella y le susurré al oído: "¡Ostia puta la ITV!" Como que bajé al día siguiente por la mañana a mirarle la pegatina al coche. Pero no, hubo suerte, confundí las emes del mes. Més que una banda los Catalina Grande Piñón Pequeño que hasta sin quererlo te ayudan a tener al día tus asuntos personales.  

Fueron ellos los primeros, aunque esperábamos los turnos al revés. También esperábamos menos gente en la Stage Live de Bilbao, que había muchas cosas en el botxo ese finde, pero parece que son dos bandas con tirón y seguidores fieles. Había gente y la que había tenía ganas de bailar y disfrutar, incluso de aprender, porque con los Catalina Grande Piñón Pequeño se hace un poco de todo: "Hemos venido para hablaros de los dramas del primer mundo," anunció David Verderón, como prolegómeno de "El cartel de los helaos," que alguno ya se sabía de que iba y se reían antes incluso de ver el cartel. Aprendemos en "Perros con jersey" o en "Opel Kadett 1.8 l," y vamos alzando el chato cuando Verderón nos conmina, ya sea con un bacín, una escobilla o un bebedero de pollos. Su rollo es el rock and roll cuando invocan y descoronan a Loquillo en "Yo soy el rock and roll." No llevamos mucho tiempo - porque todo va rápido y encerado - cuando comienza la liturgia que anuncia el momento de "Condones de cecina." La peña hace fila para comulgar, mientras, arriba, batería y guitarrista se afanan con lo suyo que creo que es Depeche Mode. Llega poco después una cumbia para gente mayor con "Ropa de mercao" y no decimos nada de otro traje de faralaes que se descuartiza y acaba lanzado al vuelo para que lo recoja el muchacho que, en primera fila, repite las canciones con los puños prietos junto a la cintura y que, según Verderón, es el que le escribe las canciones. En otras, le ayuda Fran Perea, que llegamos a la que nos ayudó a nosotros: "Pudrirme en la ITV." Y no podemos evitar reírnos cuando el cantante ironiza la tragedia: "¡espera, espera; drama, drama!" Hace muecas y posturas plañideras, tanto en las escaleras para vedette como en el podio humeante, que cada vez que se pone ahí a posar para Rodin empieza a subirle el humo por la pierna como si le estuvieran ahumando los gemelos. La gente se sabe y vitorea  "Mis amigos de mierda." Verderón ya está en bóxer de animal print y mira el reloj cuando anuncia que les quedan cinco y que van bien de tiempo, para variar: "Nocilla de dos colores." Llega la poesía y la epifanía con "Riñones de leche" y poco después el hit de las camisetas que sí que se vocifera de costado a costado de la platea. "Los de la capi" nos anuncia que ya estamos cerca del final y el power trío leonés se retira bien arriba con "Arroz con costilla," dejándonos precisamente con hambre. Con ganas de más, porque no sacia esa mezcla entre sencillez y agudeza, rap y hardcore, humor y causticidad, Whitman y Norma Duval. 

En otro tono, pero arremetiendo con la misma intensidad, se lanzan a por su faena los segundos de la noche, La Excavadora, con un Pela que modera su ración de interacción pero nunca baja el pistón de brío y efectividad en la ejecución. Y así fue una vez más. Punk con velocidad y vehemencia pero bien engalanado con esas melodías que ascienden los estribillos. Desde el principio, van a degüello, que ya nos hemos dejado la garganta con "Mi novia y yo odiamos a la humanidad" o "Fábrica de gas." Así sigue todo el bolo, combinando ambos discos y me atrevería a decir que también con algún tema nuevo. Al menos, hay canciones que no reconozco, pero luego tarareo "Canción sin nombre" o "Kimika." Pela se santigua sentado en las escaleras mientras canta "Mi carrera delictiva." Primero dijo que, para él, todo lo que hay a partir de Barazar es Bilbao y ahora le dedica una canción a los que eligieron el fútbol en lugar del rock and roll: "esta va para los de San Mamés, porque siempre va para los que tienen el corazón roto" y es "Contra el suelo." Ahí no, pero se sienta en las escaleras y se golpea el pecho: "... el corazón de la amatxu, palpitando." Lo que palpita es el piso con la zurra del pogo, reacción automática a la caña elevada de "Animales." Hay más, claro, mucho más, que por ahí llegarán luego "Ceniza," "Grasa en el taller" o "Mala música." Sin compañero, no desmerece la versión de "Quiero ver cómo sufren," y vuelve a sufrir nuestra faringe. Vamos llegando al final con la que usa el nombre de la banda y las onomatopeyas de "Aún queda un sitio donde huir" que es Agurain, creo que dice Pela, que antes se acuerda de Fito Cabrales. Los habituales reconocen la versión de Gatillazo con "Esclavos en el siglo XXI." El coletazo final se arranca a ostias con "Habrá pelea" y se queda el concierto en el pasado con "Futuro" mientras el pogo es todo presente. En un párrafo y sin aliento, te lo cuento como se vivió el concierto, todo recto y sin frenazos, allanando el camino a guitarrazos y dejándote aupar por el sigilo de un fraseo que el Pela es capaz de convertir en veneno, fuego, dolor y caricia. Hasta el punk-rock de patrón clásico tiene holgura para la buena confitura y estos saben mezclar la miel con hiel que hace que te hierva la sangre. 

Gritó Itxaso "¡muerte, muerte!" tan fuerte que a mí me entraron ganas de vivir. El elixir que sirven en el Basterra nos ayudó a cerrar una noche en la que Barakaldo había sido desalojado a un rincón de Zorrozaurre. Traicionamos a la inercia y la raíz por el cabaret y el mantenimiento legal preventivo de los vehículos a motor pero razón no hubo para el arrepentimiento. Miento si te digo que me gusta cómo estoy cerrando esta crónica pero menos me gustaba cómo la había abierto. Lo que es cierto es que ya es miércoles y no sé si vienes hasta aquí para divertirte, pero yo tenía que soltar lastre, que lo del servicio social lo dejo para otro aparte. 

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